Los argentinos tenemos muchos defectos y virtudes, pero existe una particularidad común que especialmente sorprende.
Individualmente somos exitosos, creativos, competitivos y emprendedores. Los que están en el exterior generalmente se destacan por sobre el resto en cualquier ámbito, ya sea que trabajen como mozos, lavacopas, deportistas, escritores, ingenieros, artistas y en el sector que se encuentren. No es por casualidad que hoy tenemos referentes en los más diversos ámbitos.
Ahora, ¿por qué en forma colectiva somos tan autodestructivos? La respuesta está en la misma pregunta. No estamos hechos para ser colectivistas, y ésta es nuestra mejor virtud, esto no significa ser egoístas, el argentino es naturalmente solidario, sin que nadie se lo imponga, y hay vastos ejemplos de ello.
La clave pasa por definirnos y decidir ser totalmente individualistas, pero no ver esto como un defecto sino como una virtud y dejar a un costado nuestro lado que más nos perjudica como sociedad.
Está a la vista que los resultados del colectivismo son nefastos, cuando todo es de todos termina siendo de nadie, manejado por manos no muy limpias y provocando derroches de los recursos generados por la sociedad que bien podrían ser aprovechados en necesidades mucho mas importantes y prioritarias como educación (de la buena), salud, justicia y seguridad. El derroche es tan desproporcionado que ni siquiera aplicando un impuesto tan distorsivo como la inflación, cercana al 30%, el impuesto a las ganancias, las retenciones al agro, no alcanza el dinero para que haya buena calidad en servicios mucho más elementales que alquilar un avión privado que costó cerca de un millón de dólares para que nuestra jefa de estado se traslade en una gira internacional.
Nuestros representantes viven como millonarios (perdón, son millonarios) siendo que la mayoría vivió desde sus comienzos de la política.
El colectivismo solo es funcional para los que dirigen a los colectivistas. No nos dejemos engañar con las arengas del solidarismo, porque está demostrado que somos muy solidarios, sobre todo con los políticos. Mientras tanto la presión fiscal sobre la sociedad es cada vez mayor; hoy ronda el 60% de los ingresos de las personas laboralmente activas. ¿Leyó bien? El 60%, es decir que más de la mitad del año nos la pasamos trabajando para el estado.
Los impuestos son un mal necesario que tenemos que afrontar como sociedad pero planteemos las cosas de otra forma, ¿en qué porcentaje deja de ser un tributo y pasa a ser un robo? Robo del que no tenemos derecho a defensa, robo que está convalidado por ley y yo pregunto: si mañana pusieran / sancionaran una ley que nos prohíba quejarnos, ¿deberíamos cumplirla?
El colectivismo nos transforma en ovejas de un sistema perverso como el que estamos viviendo, donde todo es de todos y todas y a su vez no es de nadie. Hago uso de un ejemplo totalmente antipático; el Futbol para Todos nos ha costado desde su implementación más de 4.000 millones de pesos, Aerolíneas 2 millones de dólares diarios. Sorprende cómo se manejan las prioridades en nuestro país, los resultados en tan poco tiempo están a la vista, tener una aerolínea de bandera no nos ha beneficiado en nada, el servicio tampoco es mejor, se han suspendido rutas de otras compañías para que no compitan con la “nuestra” y ni siquiera han tenido la asertividad de cubrir esa ruta, eso sí, es nuestra, de eso no hay dudas, estamos pagando el déficit todos. Cada vez más se deja de lado el federalismo y las provincias están sometidas al humor y disciplina miento del poder ejecutivo. El colectivismo es monopolio de la fuerza, centralización de poder y perdida de republicanismo.
Depende de la sociedad, no de los políticos —oficialismo y oposición— que los argentinos tengamos un mejor nivel de vida, ellos harán lo que nosotros como ciudadanos les permitamos, exactamente de la misma forma que lo están haciendo ahora.
Pablo Rodríguez
Seguir a @pablorod1970