El Frente para la Victoria sufrió sin dudas una dura derrota electoral. Obtuvo a nivel nacional el 26%, y sólo pudo intentar aparentar un triunfo por resultar la primera minoría, cuando los opositores realizaron diversas alianzas en los distintos distritos y por eso no sumaron como un solo partido o frente. Pero se espera que se unifiquen en dos o tres líneas hacia 2015.
Es cierto también que la hecatombe electoral del gobierno fue incluso peor que la de 2009, a pesar de que aquel año no quedó primero en el recuento nacional. Sin embargo, no se puede olvidar el increíble repunte que logró Cristina en 2011, favorecida por el alto precio de la soja, la fragmentación de la oposición y un imponderable como el fallecimiento de su esposo, que disparó un impulso emotivo capaz de apaciguar el efecto visual lacerante de una corrupción bochornosa.
Más allá de los motivos anteriores, hay otra realidad que explica el repunte de Cristina en 2011. Es que no había sido derrotado en 2009 el sistema, sino solamente el gobierno. Y el sistema está dado por aparatos clientelares que operan en el territorio con un patrón feudal, que desiguala la competencia política y mantiene en la exclusión y la dependencia a muchos argentinos. Esas maquinarias políticas “tradicionales” no dudan en volver sobre sus pasos cuando cambia el viento, lo cual retroalimenta la oscilación de la opinión pública.
Cabe plantearnos entonces, ¿fue derrotado el sistema oligárquico que desnaturaliza nuestra democracia en 2013, o solamente padeció el gobierno de turno? Si lo cierto fuese lo último, habría motivos para alegrarse, dado que se le habría puesto un freno importante a la ambición totalitaria de una dirigencia que se ha caracterizado por su sectarismo y fanatismo. Pero sin dudas que el festejo no estaría tan justificado como en el caso de que la respuesta fuese la primera.
Es difícil dar una afirmación terminante al respecto. A veces dirigentes y partidos ajenos a los aparatos clientelares tejen alianzas con este tipo de prácticas. O recurren a ellas en determinados distritos al verse infiltrados para maquinarias que escapan de sus cáscaras partidarias obsoletas. Pero también es cierto que en función de indicios como nivel de corrupción, tipo de alianzas, control territorial y rechazo de la división de poderes, podemos detectar tendencias favorables a la reproducción del sistema que nos mantiene en el subdesarrollo.
Si vemos que uno de los grandes triunfadores de la oposición fue Sergio Massa, al igual que Cobos, tendemos a pensar que el sistema se está regenerando, apoyado en los mismos dirigentes e intendentes (o muy parecidos) que hasta hace poco se referenciaban en Cristina. A su vez, los ganadores de Santa Fe (Binner) y la Ciudad de Buenos Aires (Carrió), parecen permitirnos abrigar una esperanza razonable de que es posible que esté naciendo una verdadera alternativa al sistema, y no sólo al gobierno. Después de todo, estos referentes no muestra antecedentes que nos permitan concluir que se basan en las prácticas tradicionales al nivel que imperan en nuestro sistema, más allá de lo que pensemos de ellos como personas o de su ideología. Macri es un caso un tanto indefinido que no jugó directamente, si bien varios de sus candidatos tuvieron un buen desempeño. El PRO no ha evidenciado en su gestión escándalos de corrupción ni graves violaciones a la división de poderes, pero se alió con Massa (repitiendo la estrategia de 2009 de hacerlo con De Narváez, que en su momento aglutinaba a los caudillos del conurbano alejados coyunturalmente del kirchnerismo, buena parte de cuyos aparatos o predecesores estuvieron con Menem, con De la Rúa, con Duhalde).
En definitiva, el gobierno fue sin dudas derrotado. El sistema, sin embargo, puja por adueñarse de la oposición a su máximo referente circunstancial, que es Cristina, a los efectos de seguir monopolizando el escenario y la discusión política. Lo que haga la oposición democrática de aquí a 2015 y lo que hagamos cada uno de nosotros como humildes ciudadanos podrá empujar la historia de nuestra nación para uno u otro lado.
Rafael Micheletti
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