Lo visible, palpable, audible, evidente, constituye sin duda una mínima parte de las posibles manifestaciones de la esencia del universo, al menos para nosotros, según nuestras limitadas posibilidades de percepción.
El hecho de que no podamos captar el resto de las supuestas manifestaciones, no significa que éstas no existan, pero… ¡nada de fantasmas, almas en pena, demonios y pseudociencias, por favor!
La técnica, lejos de toda pseudociencia, pura fantasía, nos ha ampliado marcadamente las posibilidades de percepción del mundo, así como también nos ha ampliado los confines del universo.
Ciertas emulsiones de las placas fotográficas sensibles a la luz ultravioleta o infrarroja, nos permiten obtener fotografías de objetos terrestres y galaxias con este tipo de radiación. Esto supera nuestra visión que percibe el mundo a través de la limitada ventanita que se puede representar como un breve segmento del espectro electromagnético que va aproximadamente de los 4000 a los 7000 angstroms (del rojo al violeta del espectro), cuando el espectro total va desde los rayos gamma de un billonésimo de centímetro de largo, hasta las ondas largas de radio de varios kilómetros de longitud.
Lo mismo sucede con el sonido. Nos superan el perro y el murciélago en capacidad auditiva.
Sin caer en ciencia ficción alguna, corresponde aclarar algunas cosas. Quizás lo que percibimos con nuestros órganos sensitivos y mediante el instrumental técnico, es lo mínimo comparado con las manifestaciones de la sustancia del universo de las que no tenemos señales.
Para nosotros se trata de las “no manifestaciones” por no poseer conciencia de ellas, pero manifestaciones al fin de la propia esencia, bien reales, existentes como lo fueron las partículas subatómicas y las ondas de radio aun antes de ser descubiertas.
Tal vez existan otros mundos no sólo más allá espacialmente, tras las últimas galaxias avistadas, como esos hipotéticos mundos de antimateria o universo espejado con el nuestro que han sido sugeridos por algunos cosmólogos amantes de las pseudociencias, sino también “mundos paralelos” o entretejidos” con el nuestro, que incluso forman parte de nosotros mismos (ideas sugeridas por Hugo Everett y Bruce De Witt).
Mucho se ha exagerado acerca de los “mundos paralelos” en el campo de la ciencia ficción, con el propósito de impactar a los lectores, y ganar dinero con la venta de libros y revistitas pseudocientíficas sobre el tema, pero es indudable que nuestras diminutas ventanitas al mundo, que son nuestros sentidos, con su limitado alcance, no nos pueden revelar todo, y lo más probable es que estemos abiertos a una pobre y deslucida muestra de lo que es la realidad en sí. Es muy posible entonces, que lo percibido por nuestros órganos sensitivos sea lo ínfimo, mientras permanece oculto el casi todo, pero lejos, muy lejos de pseudociencias de todo tipo.
No pretendo caer aquí en exageraciones tales como afirmar con De Witt que “cada transición cuántica que se cumple en cada una de las estrellas, en cada una de las galaxias y en cualquier rincón remoto del universo, divide nuestro propio mundo en multitud de copias de si mismo”. Idea que sugiere que incluso nuestro cuerpo con nuestro cerebro, y por ende también nuestra conciencia, se escinden múltiples veces. Pero lo sospechable es que tanto en nuestro entorno como en nuestro propio interior, se deben realizar manifestaciones vedadas para nuestros sentidos. Otras formas de esencia universal, deben encontrarse entretejidas con nuestras moléculas, con nuestros átomos que nos componen, así como también entre todo aquello que nos rodea, pues nuestro relativo cerebro como adaptación a un medio particular, no tiene por qué poseer la idea verdadera y completa del mundo que nos rodea.
Un parangón, no muy exacto por cierto, pero ilustrativo, lo tenemos en el hecho de estar siendo atravesados constantemente por toda clase de ondas del espectro electromagnético, por rayos cósmicos y por la energía gravitatoria sin darnos cuenta de ello. Lo que recibe el receptor de radio o televisión o el radiotelescopio, para nosotros es como si no existiera si no tuviéramos noticia de ello por medio de tales receptores, y sin embargo todas esas formas de energía nos atraviesan, “están en nosotros” por instantes y forman parte de nuestro entorno que nos “da el ser”. La miniventana (valga la acepción) que nos permite ver la realidad, una realidad interpretada a su vez por nuestro cerebro de un modo característico, propio, no único posible, según mi hipótesis, es una débil imagen deformada, un insignificante segmento de todas las manifestaciones de la esencia del universo. (Véase al respecto mi libro titulado: La esencia del universo.
De ahí que, aunque esto pareciera pertenecer al rubro de la ciencia ficción, o que se trata de una especie de pseudociencia, es muy posible la realidad de otros mundos entretejidos con el nuestro, de los cuales nada podemos sacar para conocerlos y que quizás nunca conoceremos.
Como esencia en forma de conciencia que somos, adquirimos noción del resto al valernos de la misma esencia manifestante que nos circunda.
¿Qué significa esto? Que mediante las manifestaciones conocidas como la luz y el fenómeno fotoquímico retiniano (la visión) podemos obtener noticias de nuestro mundo teñido de colores. Que en la vibración de los gases que componen nuestra atmósfera (ondas acústicas) podemos hallar el mundo de los sonidos que nos advierten de ciertas presencias o nos deleitan en forma de canto o música. Así como también gracias a las ondas hertzianas captadas y reproducidas por los radiorreceptores obtenemos noticias a distancia, etc. Pero no nos podemos valer de las manifestaciones de la esencia en su totalidad, porque no poseemos modo de contactar con ella, lejos de todo ocultismo como una fútil pseudociencia.
Ladislao Vadas