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Contradicciones en la aceptación de un dios inmutable y eterno

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(FRENTE AL ACTO DE LA CREACIÓN Y SU PRESENCIALIDAD)
(FRENTE AL ACTO DE LA CREACIÓN Y SU PRESENCIALIDAD)

      ¡Eternidad! Esta idea analizada en profundidad, asombra y sobrecoge al mismo tiempo. Significa ser desde siempre y por siempre, sin principio alguno, ni final. (Aunque también puede significar no ser).

 

     Nuestra mente, acostumbrada a comprobar el comienzo de todas las cosas y su finitud, apenas sale de su asombro cuando incursiona en la idea de la infinitud.

      Tal es así que atribuye al mundo un principio y un final.

     Está claro. Antes de nacer la criatura humana, comienza ya a experimentar comienzos y cesaciones. Percibe, por ejemplo, vibraciones, presiones o movimientos en el útero materno, que comienzan y cesan. Después de nacer, nota por ejemplo, que la luz comienza, luego desaparece. Lo mismo la oscuridad. Oye ruidos que principian y luego tocan a su fin. Cuando niño aún, conoce que la vida tiene un comienzo y un final, por ejemplo, en los animalitos; una novela, un cuento, una historia, tienen un principio y un final. El día, la noche, el mes, el año, comienzan y luego terminan. Entonces, el mundo tuvo que haber tenido alguna vez un principio y deberá tener, por lógica, también ¡un final!

    Pero hay un supuesto ente ideado por los teólogos, que según estos jamás tuvo principio ni tendrá fin. Este ser eterno, es su dios en el que creen.

     Este dios, dicen, existe desde siempre, solo, en un principio, único, perpetuo, en una duración continua, simultánea, inmóvil y a ello añaden que es absolutamente inmutable, es decir que no pede sufrir cambio alguno. Nada puede acaecerle, ni siquiera una mutación intrínseca, es decir ni sustancial, ni accidental, ni moral.

    La inmutabilidad moral significa que incluso la voluntad libre -que por ejemplo empieza a querer lo que no quería- es un imposible.

     Ahora imagínese el lector a un ente así, espíritu puro, absolutamente inmutable, para quien toda mutación, todo cambio, es imposible; existiendo así desde siempre, esto es desde toda la eternidad hacia toda la eternidad, siempre igual, sin posibilidad absoluta de cambio algúno, como una realidad siempre viva, igual, idéntica y acabada a perpetuidad… ¡Pero de pronto! ¡Hay un cambio! Aparece en escena, ante ese “Ente”, algo que antes jamás había existido: la materia-energía. Ese ser puro espíritu simple crea el mundo, es decir, crea historia, algo que nunca jamás existió antes de la eternidad de la existencia de ese ente creador.

     Ahora bien: ¿Alguien osaría sostener que en ese ser simple, puro espíritu, no ha ocurrido una novedad? ¿Alguien se atrevería a negar que en la conciencia de ese dios único (puesto que como espíritu pleno de atributos como los que le otorga la teología hasta la infinitud, debe tener conciencia de si mismo, de que los posee, de lo contrario no sería nada), no se ha producido una primicia, una mutación en el acto de la creación del mundo? 

    Joseph Maréchal dice al respecto que: “El dios creante”, no es el mismo que el dios no creante” y “el ‘cómo’ de la actividad divina es para nosotros un misterio indescifrable”, refiriéndose a la siguiente pregunta que le habían formulado: “¿No hay medio de concebir un cambio sin ninguna pasividad en la voluntad divina?” Y J. Javaux aclara también al respecto: “Sería necesario no admitir paso alguno de potencia a acto, ni género alguno de aventura de la actividad de Dios. Sólo podría tratarse de otra presentación de un conocimiento ya poseído, que permitiera a Dios seguir la historia de su pueblo y de las personas que lo integran”. (J Javaux, “¿Dios demostrable?”. Barcelona, Ed. Herder, 1971, págs. 365, 366).

     Aunque la idea del mundo, tan sólo como idea inmaterializada, haya coexistido dentro de esa conciencia por toda la eternidad anterior al acto de la creación, aun así y todo, es innegable que hubo un cambio consistente en la materialización de dicha idea.

     Este razonamiento trae a colación varias consecuencias graves para la teología traducido en interrogantes.

     Por ejemplo, ¿qué hacía su dios antes del acto de la creación? ¿Acaso se pasaba desde siempre, desde la eternidad, rumiando su idea del mundo destinada a ser plasmada alguna vez en la realidad material?

     ¿Cómo un ser concebido absolutamente inmutable desde siempre y para siempre, puede vérselas de pronto con un mundo donde comienza a existir el mal y donde aparecen criaturas con “libre albedrío” que jamás existieron antes y añaden a la inmutabilidad un episodio inédito para ese dios: la alternativa, la opción por el bien o por el mal por parte de dichas criaturas con libertad absoluta de pensamiento y acto?

     ¿Cómo siendo inmutable, anteriormente a la creación, en la eternidad no juzgaba a nadie, y sin embargo cuando aparece el ser con libre arbitrio se halla de pronto en el papel de juez que precedentemente jamás había asumido? 

     Y no hablemos de ángeles, por favor, seres “vaporosos” que servían a su “Señor”, allá arriba, porque esto es realmente ridículo. 

     Y para agravar aún más las cosas, el “gran teólogo” medieval, don Tomás de Aquino incluye entre los atributos de su dios, el libre arbitrio. Dice efectivamente en su Suma contra los gentiles (Libro I, cap. LXXXVIII) que: “en Dios se da el libra albedrío”.

     Ahora bien, si ese dios puede elegir, decidir, y si una vez decidió crear el mundo, ¿cómo concilia esto con su inmutabilidad?

     Evidentemente, o esta clase de dios creador no existe, o no se le puede atribuir el libre albedrío puesto que toda decisión involucra cambio de pensamiento Si antes pensaba “blanco y luego piensa “negro” hubo entonces mutación. Si se mantuvo inalterable desde toda la eternidad y de pronto toma la decisión de lanzar a la existencia algo desde la nada, ello implica mudanza interna en su ser, y externa a su naturaleza.

     Tampoco podemos aceptar ese absurdo de gigantescas proporciones en que cae la teología cuando atribuye a su dios “la ciencia de visión”.

     Según este absurdo, ese dios viviría en un eterno presente, para quien pasado y futuro entrarían también en ese presente y por consiguiente el acto de la creación, el mundo y sus criaturas existirían desde siempre al no poder ubicar su comienzo en ningún pasado para esta divinidad La eternidad sería entonces un mito al confundirse con el “comienzo” del mundo, ya que, pasado, futuro y creación enlazados en un continuo y único presente serían la misma cosa para la conciencia de semejante ente.

     Sería entonces lo mismo decir, tanto que el mundo tuvo un comienzo, como que existe desde la eternidad; que el futuro ya es presente y que a la postre ni siquiera hay acaeceres. Nada ocurre fuera del tiempo. Intemporalidad donde se halla enclavado este supuesto ente creador a quien nada ocurre jamás.

     Tomás de Aquino dijo al respecto: “Así, pues, por ser Dios eterno, es necesario que su conocimiento tenga la modalidad de la eternidad, que consiste en existir todo simultáneamente, sin sucesión…”.

     Esto significa que su dios, conoce todo acaecer no de modo sucesivo en el despliegue del tiempo, sino absolutamente todo a la vez, en bloque, porque simultáneamente ¡abarca todos los tiempos!

     Como ha notado el lector, este es un laberinto que no conduce a nada, pues ocluye todo razonamiento.

     Javaux en su obra titulada: ¿Dios demostrable? Barcelona, Ed, Herder, 1971, pág. 367) confiesa: “… su conocimiento (el de Dios) es un Eterno Presente, existencial en todos sus pensamientos, y fundamentalmente inconcebible para los espíritus en devenir, y en buena parte abstractos, que somos nosotros. Nos encontramos ante el misterio…” (La bastardilla me pertenece). Después de los puntos suspensivos, no sigue más, y pasa a otro apartado.

     Por otra parte, prosiguiendo con la serie de interrogantes que comprometen a la teología, tenemos los siguientes enigmas que se plantean siguiendo el hilo de los señores teólogos.

     “Dios es simple”, dice la teología, y añade: “En Dios no hay composición de partes cuantitativas”… “en Dios no hay composición de supuesto y naturaleza”… “el ente divino no se compone de esencia y existencia”… ¿Qué es entonces? Es simple, no compuesto, se responde repitiendo. Si, claro, pero, ¿cómo concilia esa simplicidad con el atributo de ser inmenso si no es divisible en las partes del mundo al que impregna?

     ¿Cómo puede ser omnipresente en un radio de miles de millones de años luz y no poder ser divisible en las partes cuantitativas donde se halla ubicado? ¿Es un punto infinito que barre simultáneamente toda el área universo material, o lo impregna todo con su esencia a pesar de no tener dimensión? (¿Panteísmo solapado?).

    Aquí continúa presente el planteo frente al atributo de la inmensidad, pues la inmensidad incluye la idea de extensión. ¿Sería entonces extenso sin límites este dios aunque no existiera el mundo? ¿O el universo se halla contenido en él como un punto penetrado por su esencia? Tampoco esto, porque la teodicea dice que su dios “es una pura forma irrecepta, irrecepetible e irreceptiva”, y según esto último nada puede recibir y, por ende, tampoco contener.

     Entonces el mundo no puede estar contenido en “El”, porque a su existencia nada puede agregársele por incidencia o inhesión, y el mundo es algo advenido por creación que no puede ser añadido a la esencia de semejante creador.

     Los señores teólogos idearon muchas cosas que plantean problemas insondables.

     Si su dios es inmenso, ¿qué ámbito ocupaba antes de haber sido creado el mundo, es decir, la extensión, si nada había más que ese dios?

     Si su dios es omnipresente y se halla en todas partes, ¿qué lugares ocupaba antes de haber sido creados los lugares?

     Si está en todas las cosas (¿panteísmo?), ¿dónde estaba antes de haber sido creadas las cosas?

     Si no ocupa lugar, ¿qué es entonces? ¿Un punto divisible al infinito o un inmenso todo sin límites?

     En definitiva, ¿es algo o no es nada?

     Particularmente debo confesar que, según mi óptica basada en el racionalismo, es ¡terminantemente una nada eólogos solo creen en un fantasma, es decir en un ser inexistente


 Ladislao Vadas

 
 

104 comentarios Dejá tu comentario

  1. TIBIO SALVADOR: Leí tu contestación a AleMagno. Decís que estás en contra. Pero después te preguntás si hay vida humana en los primeros meses. Al final, si Alejandro te convence que si no hay vida cerebral, no hay vida humana ; vas a terminar apoyando la ley? Sos pura indefinición. Tu cabeza es un signo de pregunta. No te jugás por nada. Eso es tibieza. FH

  2. iRONICS. Sos una cloaca. Sos un cómplice de los abortos, por apoyarlos. Tus manos continuarán bañadas en sangre, mientras apruebes el aborto, aberrante asesinato de los seres más indefensos. No lo olvides. Tus insultos no me rozan. FH

  3. FH: Veo que no te agrada la realidad. No conforme con mentir reiteradamente e insistir con tus caprichitos de que te respondan lo que ya había sido explicado, ahora también te viene mal lo que te dicen. No tendrás un problema hormonal? Como también he dicho infinidad de veces en el foro, la vida del no creyente es una constante búsqueda, ya que no tiene a mano la verdad revelada de la que otros gozan. Así, necesita de la ciencia en muchas ocasiones y ésta no siempre es precisa y muchas veces no tiene aún la respuesta que necesitamos. Este es uno de esos casos, tal como lo he dicho desde que surgió el tema, mucho tiempo antes de tu desagradable y ridícula intervención. Estoy cansado de tu mala fe. Unicamente alguien que obra de mala fe o es muy idiota (no creo que lo seas tanto) puede preguntarle a quien enumeró razones para su rechazo que exceden en mucho la cuestión del término del feto (ya que abarcan otros temas como la prevención y acciones a emprender ante el caso concreto de la mujer que necesita ayuda y contención) si va a terminar apoyando la ley. Claro, es que a vos ese tema en realidad no te interesa mucho, evidentemente, ya que solo hablaste de ello a regañadientes y de compromiso. Alejandro no va a convencerme de nada, en todo caso podrían hacerlo sus argumentos y la verdad es que es más fácil que lo hagan los de él que los tuyos, porque no los tenés, sos un desquiciado fanático parado en un extremo que cree que todos los demás están en el otro. No sabés apreciar equilibrios ni matices, sos un verdadero peligro y opinás sin basamento alguno. Patético. Me alegro por vos de que no tengas ninguna pregunta, de que poseas todas las respuestas y que no te importe que esas respuestas sean equivocadas. Pero la vida no es así. La realidad no es así. Y lo peor de todo es que seguramente jamás te enterarás de todo eso. Chau, FH, no cambies nunca, porque si te ves te suicidás.

  4. FH: Y tus respuestas para cuándo? Dejás, no te gastes, ya suficientes gansadas decís todo el tiempo. Solo date cuenta que ni siquiera sos capaz de cumpir con tu palabra. Por lo menos en eso sos coherente, era solo otra mentira más de tu parte.

  5. FH reivindica a Vadas constantemente. No puede haber un Dios suma perfeccion si permitio el nacimiento de un engrendro como FH. En cada insulto, en cada bajeza, FH reivindica la postura de Vadas, a la que adhiero por otra parte.

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