Es posible que podamos avanzar un poco más en nuestra concepción de la sustancia que compone el universo, y decir que el vacío no es otra cosa que una idea engañosa que poseemos por culpa de nuestros limitados aparatos sensoriales, que a veces nos señalan la ausencia de manifestaciones detectables. A esta falta de señales la denominamos nada y confundimos con esta nada el espacio vacío. Sin embargo, es muy probable que en este espacio aparentemente vacío, se encuentren manifestando las formas de esencia vedadas a nuestras percepciones y conocimiento. La nada no existiría entonces. El vacío se hallaría poblado de procesos; no de seres como nosotros, sino de sucesos protagonizados por la esencia del universo que se ubican dentro y fuera de nosotros mismos sin tocarnos, sin afectar nuestra biología (incluido el enorme vacío existente entre los electrones y el núcleo de cada átomo). Entonces, incluso las moléculas, los átomos, los quarks serían no cosas, sino sucesos.

 Aquello que parece perderse en la cámara de burbujas de hidrógeno líquido en los aceleradores de partículas, que aparece fugazmente para desaparecer luego de escena, ¿serían procesos obrados por lo subyacente (de naturaleza cambiante, relativa movediza, mudable inestable etc.? ¿Esto respondería también a la pregunta de dónde salen las antipartículas? ¿Y estaría también de acuerdo con la creación continua de materia en el espacio cósmico, con la desaparición de materia en los “agujeros negros”, en el campo astronómico, y también quizás con la teoría de la inflación del universo en el ámbito cosmológico?

 Es probable que algunas de esas cosas no tengan nada que ver con el espacio vacío, en realidad “lleno”; no obstante las especulaciones abundan. En efecto, algunos cosmólogos entre ellos Hoyle, Bondi Gold y Jordan, sostienen teorías acerca de un estado estacionario del universo (no referido al espacio sino al tiempo, considerado éste como eterno), todos ellos “parientes de las pseudociencias”; donde la densidad de materia es conservada eternamente. Para que esta densidad sea mantenida, es necesario que se forme nueva materia de manera permanente, y se compense así la pérdida de masa en forma de energía de todas las galaxias por irradiación.

 ¿De dónde provendría la “nueva” materia, según mi hipótesis? Precisamente del supuesto “vacío” que la contendría bajo otra versión invisible e indetectable para nosotros. Se trataría verdaderamente de un “falso vacío”.

 Pero a su vez, se ha teorizado sobre la existencia de los “agujeros negros” del espacio cósmico, consistentes en estrellas colapsadas a un tamaño crítico, más allá del cual la gravedad supera a todas las demás fuerzas y la materia simplemente desaparece.

 En cuanto al modelo inflacionario del universo, éste comenzó -se dice- en un estado de vacío sin materia ni radiación. Según mi concepción aplicada a esta teoría, la “creación” de materia y radiación, no provendría de la nada como lo aceptan los pseudocientíficos emparentados con la fantasía, sino del “vacío” preexistente paradójicamente lleno.

 Puede que se trate tan sólo de teorías que no se ajustan a la realidad, sobre todo las que sostienen la creación continua de materia y la de la inflación, pero lo cierto es que, dada la relatividad de nuestro cerebro y la limitación inherente a nuestros sentidos para conocer la sustancia del universo en su intimidad más real, nada puede considerarse descabellado en el terreno de la microfísica en su íntima relación con los fenómenos astronómicos observados y calculados.

 Regresando a los “agujeros negros” o “pozos negros” del espacio llamados también “huecos negros”, se ha llegado a especular que la materia (para mí una de las formas de la esencia del universo), después de haber pasado por el radio gravitacional de un agujero negro, puede fluir a lo largo de un túnel topológico ¡hacia otro universo! O quizás emerger en un lugar distante de nuestro propio universo, ¿con el espacio contenedor achicado al principio y agrandado luego, que nunca estaría “vacío”?

 Todas estas especulaciones, que no deben confundirse con pseudociencia alguna, o como disparates parientes de las pseudociencias, puesto que ¿quiénes somos nosotros para apropiarnos y quedarnos con un modelo clásico del mundo, si a cada paso la Ciencia Experimental descubre nuevos y sorprendentes hechos protagonizados por aquello oculto, lo que he dado en llamar esencia o sustancia universal, que, no es ningún dios habido, presente, ni por haber?

 La microfísica y la macrofísica apuntan hacia polos dimensionales opuestos. Las observaciones del comportamiento de la materia-energía, tanto a nivel de nanómetro como a nivel angstrom, como a nivel megaparsec, llevan al asombro y la fascinación a los físicos nucleares por un lado, y a los astrónomos por otro.

 ¿Qué conclusión podemos sacar de todo esto? ¿Qué el “vacío” no es tal sino que “está lleno”? Esto parece ser un absurdo. Empero nos resulta ser contradictorio únicamente en función de nuestra relatividad cerebral y de nuestra forma sui géneris de conocer el mundo, esto es dentro del ámbito subjetivo. Más, exteriormente la realidad en sí puede resultar por completo opuesta y lo que concebimos como vacío, verdaderamente puede estar lleno. ¿Lleno de qué? De lo subyacente desconocido: la esencia del universo (título de uno de mis libros) bajo apariencia de nada.

 En efecto, según las cosmologías, el universo es casi todo él un vacío.

 Recordemos a qué puede ser reducido el globo terráqueo por compresión y pensemos también en los matemáticos “agujeros negros” y en la posibilidad teórica de que todas las estrellas del universo puedan ser reducidas a ¡la nada! ¿Qué nada? ¿Existe al final de cuentas la nada? Si el vacío es algo, ¿entonces habrá que enunciar a lo puntiforme, al átomo, al quark o a cualquiera otra última partícula a ser descubierta, como último y único componente del universo? ¿Arribaríamos así a la continuidad de la materia-energía?

 Por su parte, resulta interesante señalar que la teoría de la relatividad sostiene con respecto a la gravitación, que el campo gravitatorio constituye en cierto sentido el espacio mismo, en vez de colmar un ámbito espacial vacío. (Según Mario Bunge en su libro Causalidad, Buenos Aires EUDEBA, página 144).

 Igualmente la teoría de la relatividad y lejos de toda ridícula pseudociencia, acude a mi ayuda al explicar que el espacio en realidad está siendo creado a medida que el universo se expande.

 ¿Creado de qué o por qué? Según creo, de esencia universal preexistente, eterna bajo otra forma.

 Para concluir, aquí sólo resta señalar que la posibilidad de la existencia de formas de esencia provisionalmente indetectables, pero posibles de conocer mediante la futura tecnología, dejo entrever las posibles manifestaciones de lo subyacente que quizás jamás podremos conocer.

 Ladislao Vadas