Por estas horas, en los medios de comunicación deambulan médicos, neurólogos, encuestadores y periodistas hablando y conjeturando sobre la salud presidencial.
Una vez más, cuando el libreto parecía haber llegado a su fin, el gobierno –con o sin intención- sacó un conejo de la galera. La campaña política recién comenzaba pero, está claro, que estará marcada por la salud de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Los programas periodísticos cambiaron sus ejes para debatir sobre el tema y si el vicepresidente Amado Boudou debiera asumir el cargo más importante del país o quedarse en su lujoso despacho en el Senado. La discusión es estéril. Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Son reales los problemas de salud de Cristina? ¿Por qué, otra vez, el tema divide aguas en la sociedad? De un lado, están los escépticos, como expresó el colega Marcelo López Masía y por el otro, los crédulos, que sienten preocupación por Cristina y rezan por su salud. Ahora bien, ¿por qué se ocultó el golpe producido horas después de aquel festejo en público tras la derrota electoral bailando a Estelares y su “día perfecto”? Si la Presidenta no se va a tomar licencia, ¿para qué Alfredo Scoccimarro leyó el comunicado médico indicando un reposo por, al menos, un mes?
“¡Lucho! Te lo dije y no me prestaste atención”, me gritó mi propio hermano ayer domingo 6 de octubre- al mediodía mientras el agua hervía y nuestra madre se preparaba a echar los ñoquis para disfrutar del tradicional encuentro familiar. Su fuente es la persona más cercana en su vida, quien se desempeña en el sanatorio Otamendi como enfermera.
El domingo siguiente de las elecciones primarias, esa fuente comentó que Cristina se había realizado una tomografía computada por un golpe en su cabeza. El chequeo existió. También recordó el hermetismo que existió en el centro de salud cuando nació el nieto de la presidenta. “Cerraron el piso, nos sacaron los celulares, estuvimos incomunicadas y nadie podía salir ni ingresar sin autorización de la custodia presidencial, hubo malestar de otros pacientes porque se alteró el clima del Otamendi ese día”, me contó la enfermera.
Ahora bien, ¿qué relación existe entre la arritmia cardíaca y un golpe en la cabeza? ¿Por qué desde el gobierno se anunció un reposo que, es posible, la presidenta no se tome? ¿A qué están jugando? ¿Hay un López Rega en el gobierno que desea tomar las decisiones e inducir a la Presidenta a que delegue las resoluciones en él? Claro está que “el brujo” del siglo XXI no es Amado Boudou.
La respuesta está en la historia reciente. De allí la duda que el tema ha instalado en la opinión pública. “Los gobiernos gobiernan y mienten, éste mintió más que ningún otro” dijo anoche Jorge Giacobbe en PPT. Luego del monopolio del dolor, tras la muerte de su marido, fue el turno del monopolio de la lástima.
Primero fue el falso negativo sobre el supuesto cáncer que padecía la presidenta, luego las incontables defensas discursivas a supuestos ataques a la investidura presidencial, a su gobierno y a la democracia. Finalmente, llegó el operativo “humanizar” a Cristina tras la derrota electoral y la serie de entrevistas pautadas, pactadas y coordinadas con comunicadores que preguntan, pero jamás cuestionan las respuestas ni repreguntan.
El golpe existió, el problema físico de la Presidenta, también. Pero la utilización electoral se evidenciará con el correr de los días. Es innegable que producirá un correlato que se expresará en las próximas elecciones. Imagino una presidenta apareciendo en contados actos, funcionarios que hablarán de una mujer que está dando la vida por su pueblo y una presencia cuasi celestial sobre el cierre de los comicios. Martín Insaurralde hizo de su “salvación”, una carrera política. Nada debería sorprender a esta altura. Pero el coqueteo con la muerte puede resultar peligroso pues, como ella misma dijo, “no soy eterna”. Chocolate por la noticia.
Mientras que el eje de la campaña lo volvió a instalar el gobierno, el grueso de la oposición política teme decir lo que piensa para no ser tildados de “profetas del odio”. La sociedad parece preferir a los tibios que a los decididos. La teoría incluye sólo a los opositores; no así a los gobernantes argentinos que han apelado, sistemáticamente, en hacer creer a la sociedad que son ellos o el caos. Gran parte del periodismo parece haber caído en la trampa: ¡Dios nos libre si Amado Boudou asume la Presidencia! O sea, es ella o el caos.
Pero, ¿quién gobierno realmente el país en un contexto en que la presidenta vive en campaña permanente? ¿Gobierna alguien? ¿Los problemas de salud y su supuesta licencia afectarán al Frente para la Victoria en las elecciones del 27 de octubre o producirá el efecto contrario?
Luis Gasulla
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