Nuestro “querido” (para muchos malquerido) planeta, no es de ningún modo un sustrato estable, como “creado-“de una vez para permanecer siempre igual bajo nuestros pies. Por el contrario, se trata realmente de un cuerpo inquieto que cambia a cada instante. Los continentes, por ejemplo, se hallan sometidos a constantes movimientos de desplazamiento como las naves y otros artefactos. Este proceso se denomina “derivas continentales”. A las islas continentales (Eurasia, África, las tres Américas, Oceanía y la Antártida) se las puede comparar con grandes balsas siálicas que se desplazan sobre un sustrato simaico (de sima o capa litosférica situada debajo de la denominada sial), ocasionando en su avance cambios progresivos en las posiciones mutuas entre estos continentes, y también con respecto a los polos norte y sur.
Durante algunos periodos ecológicos, los continentes parecen haber estado reunidos en uno o dos grandes bloques. Los geólogos hablan de un gran continente primigenio denominado Godwana. En otros periodos se han ido separando al deslizarse sobre el referido sustrato simaico del globo.
Cuando por presiones por causas diversas ocurren rupturas de las rocas, el movimiento a lo largo de la falla, hace que las masas de rocas se desplacen unas sobre otras produciendo sacudidas sísmicas de distinta intensidad (que destruyen ciudades enteras y alteran las capas geológicas, que algunos atribuyen a un dios enojado).
Hay también elevaciones y hundimientos de grandes bloques de la corteza terrestre, ya sean aquellos bruscos como consecuencia de un sismo o lentos que cursan a lo largo de los evos geológicos.
Como ejemplos de alzamientos bruscos a consecuencia de terremotos, podemos mencionar el de las costas de Alaska, cuando el fondo marino sufrió en 1899 un levantamiento que alcanzó en algunos sitios los 15 metros. En 1891 a consecuencia de un sismo ocurrido en el Japón, a un lado de la falla, la tierra se elevó 6 metros y se desplazó 4 metros en dirección horizontal.
Por su parte, a raíz de un movimiento telúrico que afectó la costa chilena en la zona de Puerto Montt, se produjo un hundimiento y se alteró la geografía del lugar, (un sitio que tuve oportunidad de visitar).
El globo terráqueo se achica y su corteza se arruga Se forman grandes elevaciones montañosas que luego son desgastadas. Muchas de las que hoy son cimas montañosas, antes eran lechos marinos. Hay costas de formación que avanzan, y costas de abrasión que retroceden por acción del mar. Ni siquiera los hielos ocupan siempre las mismas áreas. Durante ciertos periodos avanzan desde los polos, luego retroceden, fenómeno denominado glaciación y deja notables huellas de su paso en las costas continentales.
También grandes ríos de lava provenientes de las erupciones volcánicas aportan cambios en el relieve y naturaleza de los suelos.
El globo terráqueo es cataclísmico (valga el neologismo) a tal punto a lo largo de los evos geológicos, que sus fases se han dado en denominar “el drama cortical”.
Las aguas pluviales que arrastran materiales de la corteza hacia arroyos y ríos que transportan en conjunto toneladas de materiales en suspensión, forman deltas. Los ríos, a su vez, a lo largo de sus cauces, producen grandes cambios en el relieve del terreno, y junto con la erosión eólica contribuyen a la perenne transformación de la superficie planetaria. A todo esto hay que añadir los procesos internos del globo terráqueo que nunca está quieto, producidos en sus profundidades magmáticas, cuyos exponentes notorios son las erupciones volcánicas, y en mayores honduras otros cuyas manifestaciones no son visibles exteriormente.
También la posición geográfica de los polos es alterada a lo largo de los evos geológicos por causa de movimientos irregulares del eje de rotación terrestre.
Esta imagen telúrica, lejos de indicar una cierta “creación del mundo” de una vez, por el contrario, concuerda perfectamente con la idea de un “proceso planetario”, lejos, muy alejado de algún demiurgo creador de todo lo existente, hasta la última pulguita o elefante africano, por el contrario, concuerda perfectamente con la idea de “proceso planetario a ciegas” dentro del cual caben cambios de toda índole. Lo que puede quedar, queda, lo que no sucumbe indefectiblemente. No hay cuerpos definitivos como creaciones para quedar estáticos o luego envejecer, sino “procesos” en marcha que vienen desde lejos en el tiempo y que se proyectan hacia el futuro. Lo que puede quedar queda, lo que no, indefectiblemente sucumbe y la creación de la nada es un mito.
Si existiese una serie de fotografías de la Tierra vista desde el espacio hace millones de años atrás, o mapas continentales e insulares confeccionados por algunos ficticios habitantes inteligentes de hace muchos evos ecológicos, entonces hoy no reconoceríamos allí, ni por asomo a nuestro planeta y creeríamos hallarnos ante registros fotográficos o un mapamundi de algún extraño planeta inhallable en nuestro sistema solar.
También resultaría irreconocible en el aspecto actual para futuras generaciones, si llegaran a existir dentro de millones de años.
Todo esto que acabo de escribir acerca de nuestro querido (muchas veces malquerido) planeta, nos revela que lejos de ser una creación, como creen los pseudocientíficos creacionistas, se trata de un proceso que viene de lejos y se prolongará lejos infinitamente.
Ladislao Vadas