En un punto, a su vez de un punto (el macrouniverso de galaxias), centro del “señor azar”, se suscitó cierta vez, un proceso que se recortó del resto de los sucesos en desarrollo y pudo continuar adelante desde hace unos 4000 millones de años: el proceso vida.
La vida es entonces un proceso más del vasto universo, viable entre infinidad de procesos inviables que se originan a cada instante en el Anticosmos (desorden).
Más cerca aún: consiste en un proceso estructural de intercambio de sustancias químicas con producción energética. Más aún, se trata de un proceso de asimilación y desasimilación (metabolismo), de nutrición, formación de estructuras (tejidos orgánicos) sostenidos por el propio flujo de material químico, con generación de energías de combustión eléctrica y neuropsíquica. Y también es energía de fusión solar traducida en crecimiento, desarrollo actividad y reproducción.
Más profundo aún, consiste en caminos recorridos por la esencia del universo según guías “inscriptas” en un código genético (ADN).
Muchas más explicaciones podríamos ofrecer para responder a la pregunta: ¿qué es la vida?, pero la más acertada y simple según mi hipótesis, es que se trata de un proceso más complejizado, instalado en el universo entre múltiples otros, con éxito de perpetuidad por determinado lapso de la historia geológica. Un proceso de intercambio de sustancia universal en forma de átomos, moléculas; un flujo de material circundante hacia estructuras formadas con él mismo, que los anatomistas denominan “tejidos orgánicos”, pero un proceso tan ciego, mecánico y sin finalidad alguna como el proceso galáctico, el estelar, planetario, quasárico (de quasar, valga el neologismo), estallante galáctico colisionante, etcétera.
Surge el interrogante: ¿cómo puede ser esto último si vemos que en la naturaleza todo parece concurrir hacia algún fin?
Si continuamos desgranando el mundo, pronto comprobaremos que la única finalidad de los sucesos vivientes, es ¡la supervivencia!, lo cual analizado en profundidad, nos lleva a una redundancia, a un círculo vicioso: el “ser” vivo ¡vive para vivir!
Este resultado reflexivo (marca: Vadas) nos está indicando la ausencia de toda finalidad post mortem.
El motivo de vivir se agota precisamente en ¡el vivir! Por lo tanto, el proceso viviente planetario es tan ciego como todo tanteo, como cualquier otro proceso (siempre accidental) que se instala en el Anticosmos, cuyas manifestaciones, a la larga se agotan en sí mismas sin trascender. Ya sabemos que incluso este microuniverso de galaxias instalado en un colosal macrouniverso, en el que nos hallamos comprendidos, se agotará alguna vez (tanto sea cíclico o acíclico) absorbido por el Todo Universal.
¿Qué podemos esperar entonces, nosotros “piojitos” del espacio sideral sitos en un planeta “pulguita” irrelevante para el vasto Cosmos? Nada de ultratumba, por tanto, tratemos ser, en esta única vida que tenemos, en todo tiempo y lugar lo más perfectos posibles, llenos de bonanza, mansedumbre, comprensión, benignidad, dulzura, apacibilidad y todo lo demás relativo al bien, alejados de toda pseudociencia habida y por haber y de todo lo dañino para el cuerpo y la psique.
Ladislao Vadas