Señores esotéricos: debo adelantarles que la Ciencia Experimental (la auténtica ciencia) barre con todos los prejuicios e intentos de la mente de los pseudocientíficos con veleidades de detentar una auténtica ciencia.
Según cálculos astronómicos en boga, hace unos 15.000 millones de años, o quizás 20.000 millones, se produjo “la gran explosión” denominada big bang, o acaso una “silenciosa” expansión de la masa total del universo de galaxias concentrada en un principio en un supersol, o tal vez en un “átomo” primitivo, o “simplemente” en “un universo de tamaño nulo infinitamente caliente” (todo esto según las distintas hipótesis —algunas bastante descabelladas por cierto— que no tienen fin).
Luego de una prolongada evolución estelar, planetaria y galáctica a lo largo de esos miles de millones de años, aparece en un puntito del cosmos (según la jerga astronómica y la filosofía clásica, ya que para mí se trata de un Anticosmos dado que cosmos es sinónimo de orden y esto es lo que falta en el universo) la vida, y entre los seres vivientes una rama evolutiva autodenominada “de los homínidos” que toma conciencia del entorno y de sí misma. ¿Es entonces el Homo conciencia actual del universo? O en otros términos, ¿es el universo todo el que va tomando conciencia de si mismo en el hombre? ¡Rotundamente no!
¿Por qué esta negación tan rotunda?
Simplemente porque la conciencia que posee el hombre acerca del mundo que lo rodea, es apenas una débil lucecita comparable a la que emite una luciérnaga en una noche cerrada, y… ¡aún mucho menos que eso!: una pobre lumbre puntual en las tinieblas que abarcan un radio de unos 15.000 a 20.000 millones de años luz. No me refiero aquí a las tinieblas en el sentido de oscuridad, ya que el universo se halla iluminado por las estrellas, sino metafísicamente a las tinieblas de la ignorancia.
Es poquísimo lo que sabe el hombre a pesar de su vanagloria de conocer la naturaleza de las estrellas, quasares, galaxias etc., y haber arribado al ínfimo quark.
Pero eso no es todo, pues por otra parte, el ser humano posee una capacidad menguada para conocer la realidad que lo rodea, dada la desleída imagen que poseemos de dicha realidad y de nuestra ignorancia con respecto a otras posibles versiones del mundo entretejidas con la que percibimos malamente con nuestros limitados sentidos e interpretamos a nuestra manera con nuestro relativo cerebro. (Descartando todo esoterismo barato y pseudociencias “mil”).
Incluso el hombre desconoce su propio ser en su aspecto psicosomático, e inventa “mil y unas…” pseudociencias, ya sea para ganar dinero a costa de los incautos o ufanarse con sus brillantes “descubrimientos” acerca del universo, la vida, y el hombre.
Si no sabe cómo funciona su cerebro, si no se conoce a sí mismo en su naturaleza psíquica más íntima, mal podría ser entonces ésta, la humana, una conciencia actual del universo a través de la cual éste se conociera a sí mismo con toda su vastedad y complejidad.
Tampoco es dable suponer alguna clase de mundo intelectivo o “de la luz” separado, hacia el cual estaría arribando el hombre por evolución; un mundo aparte que habría estado esperando al ser humano consciente para que éste encajara en su seno y “se diera cuenta de su realidad”. Por el contrario, todo el psiquismo es una proyección del hombre.
El tema es vasto; por eso da risa leyendo a los esotéricos que creen dominar una auténtica ciencia, cuando es tan sólo la fantasía en su pureza la que adorna lo desconocido, alejada de toda experiencia científica, única garantía del saber auténtico a lo largo de los milenios y los que vendrán si es que la humanidad no se autodestruye en un rapto de idiotez extrema.
Ladislao Vadas