La reunión espontánea de cientos y hasta miles de personas, luego del partido del seleccionado de fútbol de la AFA, contra su similar del reino de Holanda, debió habernos hecho pensar, prevenir, los desagradables e innecesarios incidentes de violencia que se vivieron el domingo luego del partido final de
Hace poco más de 10 años tuvimos la oportunidad de entrevistar, informalmente, al quiosquero de Av. Corrientes casi Cerrito, el que se estaba yendo del lugar, vendía la parada, había sido saqueado en 2001, y luego de nuevo, y luego por un torneo que ganó Boca Juniors… “esto no se arregla más” nos resumió el pobre hombre. Nos quedamos pensando si era el tema de los saqueos e incidentes o nuestro país el que no se arreglaba más.
No es nada nuevo lo que nos pasa, no hay que ser muy ingenioso tampoco para darse cuenta de que vivimos un país en donde no solamente han dejado de funcionar las instituciones más elementales, sino, que las existentes toleran o fomentan deliberadamente a grupos que se escudan detrás del fenómeno del festejo popular.
Son los mismos (dirigentes o funcionarios, o punteros) que se estuvieron quejando porque la policía contuvo (tarde, lento, mínimamente) los cada vez más cotidianos cortes por huelgas, suspensiones, despidos, esto es, el reclamo social que va incrementándose a medida que se expande el parate económico a lo largo y ancho del país. Las instituciones, sus responsables de carne y hueso, no pueden permanecer inmóviles, tolerantes, impávidas, ante la barbarie que, repetidamente y sin solución de continuidad, se apodera de todos y cada uno de los festejos, reuniones, manifestaciones, ponga el lector la palabra que quiera.
¿Ejemplos? Redundan los ejemplos, no son necesarios, son siempre, en mayor o menor medida, los hechos de violencia, provocados, organizados, por bandas delictivas por un lado, chorros “free lance” por otro, y por supuesto las barras bravas fomentadas hoy más que nunca desde lo político y lo económico, liberadas al accionar, mientras que a la justicia y las fuerzas policiales se les ata las manos con reglamentaciones y directivas que llevan hasta el paroxismo el relato “abolicionista” logrando una acción por omisión de los violentos, quienes terminan, siempre, robándose también la fiesta.
No hay prevención, porque no hay inteligencia
Para el abolicionismo penal, ideología pos marxista anacrónica y periférica, los generadores de violencia son los policías, y no los ladrones. También son los “burgueses” (como les gusta repetir a los engendros juveniles de Cristina) Para los actuales funcionarios la violencia la ejercen los policías y los que tienen plata.
Habría que preguntarle a las 50 o 70 mil personas normales (léase chicos, jóvenes, mayores, mujeres) que querían festejar la actuación del seleccionado, y como siempre, le robaron la alegría con balas de goma y gases lacrimógenos, dado que como pasa siempre (repetimos, siempre) hay grupos de delincuentes que no tienen mejor idea que salir a robar indiscriminadamente, son los mismos que roban y esconden las cosas en aguantaderos o en los mismos clubes, muchos son barras bravas (delincuentes disfrazados de hinchas) y otros son simples rateros o pungas. Tal es el descalabro, que las cámaras de seguridad le juegan en contra a los desorganizados policías, no solo no impiden el desorden, además no impiden los saqueos, no impiden el robo a un teatro, no logran reconocer quien está implicado y quien no… claro, terminan “handeados” y detienen a cualquiera, tres horas después, demostrando que son una armada brancaleone, unos inútiles formados para serlo cada día más, seguirán quejándose (por lo bajo) que les atan las manos, sí, sus jefes inmediatos, cenando con los punteros y con los mismos jefes barriales de muchos que van a hacer los desmanes.
Es muy difícil cuando se negocia con el diablo, siempre se sale perdiendo….
La década robada
En la “década robada” no se puede hacer inteligencia interior, solamente, hay que esperar que a uno lo maten, lo roben, lo desvalijen, como a los dos periodistas —uno fotógrafo— que fueron asaltados en los hechos dominicales, por el solo intento de sacar fotos, lo mismo que las amenazas de muerte que sufrieron los que miraban como durante casi una hora se desvalijaba un bar de la calle Cerrito entre Lavalle y Tucumán. No entran, roban, y se van. No, entran se quedan 2 horas, salen se ríen, se sacan fotos… todo a
No es nada raro, en realidad, hace años que vemos que estas cosas nos pasan por encima de nuestras vidas. Uno ve las caras, rompen ladrillos para hacer piedras. En las mochilas llevan el arsenal para tumultos (también están preparados, no vayan a creer) Uno ve esas caras en las canchas, en los clubes, son las mismas caras de los pungas del subte y del tren, todo ocurre bajo la perversa complicidad dirigencial, que hace la “vista gorda”… como propuso alguna vez en un reportaje el mal designado Ministro de
Es la ideología refrendatoria de la turba, de la multitud, manejada y manejable, que transforma a las normas mínimas de convivencia y honradez en cosas vetustas y desechables, al derecho, a lo justo, en cosas que supuestamente son “anacrónicas”.
Mal pensado, muchachos, ahí estaba la gente más humilde de la sociedad, la que votó en contra de este modelo de permisión, la que quiere seguridad en los barrios pobres, cámaras y orden.
En los días sucesivos se discutirá si fueron “hechos aislados” o “grupos organizados” o si es la “naturaleza argentina” y un montón de pavadas más, que tendremos que soportar, agobiados, dicha maraña de explicaciones (innecesarias) de parte de sociólogos, psicólogos, notables juristas y abogados que quieren sus 3 segundos televisivos, y hasta hipócritas ex comisarios a los que no se les cae la cara de vergüenza, porque la tienen de piedra.
Así es el agobio cotidiano de los argentinos, incrementado por los medios de comunicación, no me cabe la menor duda.
Señores, no hay caballo verde.
Como dijo cierto filósofo: Argentinos, a las cosas…
José Terenzio