Descartes ha dicho que la alegría es “una emoción placentera del alma que consiste en el gozo del bien que las impresiones del cerebro le representan como suyo”.
En cambio Spinoza le imprime un sentido metafísico cuando dice: “El gozo es una alegría acompañada por la idea de una cosa pretérita que sucedió sin que se la esperase”, en cuanto a la alegría es una de las emociones fundamentales del hombre, que le permiten sacudir “la modorra” de los días siempre iguales, salir de la rutina de las tareas diarias y compensar los sinsabores como beneficios saludables para el sistema nervioso central y el resto psicosomático. Pero, ¿qué es la emoción? El diccionario la define como una agitación del ánimo caracterizada por una conmoción orgánica consiguiente a impresiones de los sentidos, ideas, recuerdos, lo cual produce fenómenos viscerales que percibe el sujeto emocionado, que con frecuencia se traduce en gestos, actitudes u otras formas de expresión”.
Es una buena descripción del fenómeno, aunque de carácter superficial, pues a su vez ¿qué es la agitación del ánimo? Es mover violentamente el ánimo. ¿Más qué es el ánimo? Es el alma o espíritu en cuanto al principio de la actividad humana, siempre de acuerdo con las definiciones de estos individuos es la hechura de circunstancias aleatorias heredadas muchas veces de nuestros ancestros y las circunstancias de los avatares que nos tocan vivir. Pero como el alma espiritual terminantemente no existe, toda emoción es en todo caso una agitación molecular, intracelular con acción psicosomática. Algo ocurre en el interior de las neuronas y a lo largo de los nervios durante una emoción, y la alegría es un proceso desencadenado por una estructura psicogeneradora dada para ello según el código genético encerrado en los gametos.
Luego, la alegría y las pasiones como el amor, el odio; sentimientos como la compasión, etc. que nacen durante el choque yo-entorno, son procesos físico-químico-biológico-psíquicos.
La alegría que salpica de optimismo a la existencia, es un factor más que aunado a los otros ya tratados, se relaciona con la supervivencia al evitar el pesimismo, la abulia, la enfermedad y el suicidio.
Todos los pesimistas, tristes, melancólicos, murrios, en estado permanente con características mórbidas, que no hallaron emoción placentera, gusto ni diversión en ninguna cosa de esta Tierra, dejaron de existir siendo aún niños sin dar descendencia proclive por herencia hacia la misma anomalía.
De ahí entonces, que la teología es una mera pseudociencia, ya que la índole de cada individuo es la hechura de circunstancias aleatorias, heredadas muchas veces de nuestros ancestros y los avatares que nos tocan vivir.
Ladislao Vadas