El enrarecido clima político, la devaluación del real brasileño, las interminables dificultades para conseguir financiamiento externo, el renovado enfrentamiento con un sector del empresariado constituyen un cóctel complejo para que la economía retome la senda de normalidad y crecimiento.
Algunos de estos factores se vislumbraban desde el año pasado y estaban en la agenda del Gobierno como obstáculos a superar, pero lo que nadie suponía era que el escenario iba a estar más complicado a partir de la cuestión política.
El hecho de que se trate de un año electoral es traumático para la Argentina y siempre termina condicionando la actividad.
El caso Nisman, sus repercusiones y su aprovechamiento político, vino a traer un nuevo condimento negativo al, de por sí complejo, panorama económico.
Pese a ese cielo con nubarrones y pronósticos de tormentas, el mercado cambiario no refleja ese clima preocupante, con un dólar planchado en la cotización oficial, pero también quieto en el circuito paralelo.
Más allá de esta "pax cambiaria", la falta de dólares se nota día a día y el Banco Central está conteniendo como puede los pedidos de bancos e importadores.
La semana pasada, el titular del Central, Alejandro Vanoli, les explicó a los importadores que las dificultades para conseguir dólares obedecía a una cuestión "estacional" por la menor liquidación de billetes de los exportadores.
Recién a fines de marzo --y con suerte-- los sojeros empezarán a liquidar los dólares de una cosecha que la Bolsa de Comercio de Rosario estimó en un nuevo récord de 58 millones de toneladas.
Teniendo en cuenta ese volumen de producción y las toneladas que todavía no se comercializaron, la expectativa es favorable aunque el precio esté planchado por decisión exclusiva del Gobierno.
El precio actual del dólar en el mercado oficial es de 8,70 pesos, y el paralelo en torno a los 13,20 pesos, por debajo de lo que para esta altura pronosticaban todas las consultoras privadas.
Ante la quietud del billete en la plaza local, la moneda de Brasil volvió a caer frente al dólar hasta los 2,867 reales, tocando el mínimo desde noviembre de 2004.
Para el economista, Dante Sica, la devaluación del real no afectará en lo inmediato el intercambio comercial con ese país, pero sí genera preocupación para el futuro.
Con esa devaluación, "aumenta la brecha competitiva entre los productos argentinos y los brasileños, y eso podría afectar al entramado local en el futuro", reconoció el director de abeceb y exsecretario de Industria y Minería de La Nación.
En los últimos días, no fue la devaluación del real lo que más preocupó al empresariado argentino, sino el acuerdo que el Gobierno firmó con China.
Los directivos de la UIA se quejaron amargamente por el convenio y por suponer que provocará una masiva llegada de ciudadanos chinos, cuestión que generó una dura respuesta de Cristina Kirchner.
"Les preocupa que venga mano de obra barata cuando están pidiendo todo el tiempo devaluación. Que no nos tomen de tontos", disparó la Jefa de Estado y apuntó directamente contra el grupo Techint.
En ese sentido, dijo directamente: "Salir a criticar a los chinos cuando son ellos los que les van a dar un crédito... yo si fuera China lo pensaría dos veces, y nosotros también vamos a pensarlo", en referencia a los 400 millones de dólares que aportarán para la construcción de una represa.
A los empresarios locales no sólo les preocupa la llegada de mano de obra barata, sino la creciente participación de productos manufacturados fabricados en el gigante asiático y eso conspira contra el siempre endeble proceso de industrialización.
El problema es la necesidad que tiene la Argentina de una mayor llegada de dólares y más inversiones para el desarrollo de infraestructura, como la prometida por el Gobierno chino.
Pese a que en el mundo continúa la tendencia a la baja de las tasas de interés, la Argentina no logra conseguir financiamiento barato.
Esta semana, YPF logró embolsar unos 500 millones de dólares, que bien podría haber sido mucho más --la convocatoria fue por 750 millones-- pero prefirió no pagar una tasa del 9,15% y si tomar billetes a 8,90%.
Dentro de todo ese cuadro de preocupación, una noticia positiva llegó a la Argentina desde un lugar inesperado para el Gobierno. Y lo inesperado no sólo está dado porque fue la Justicia británica la que falló a favor de la Argentina sino también porque le puso un límite a la competencia del juez neoyorkino Thomas Griesa.
El juez David Richards concluyó, en definitiva, que su par norteamericano no tiene facultades para restringir el pago de bonos emitidos bajo legislación del Reino Unido.
El fallo, ampliamente celebrado en el Gobierno, le dio la razón a Axel Kicillof cuando cuestionó los alcances casi planetarios que había tenido Griesa al bloquear todos los pagos de la Argentina.
A simple vista, la cuestión parecía una verdad de perogrullo, pero alguien tenía que decirlo y fue un juez británico el que esta vez favoreció a la Argentina.