“Smiters, estamos en guerra”, le dice Burns a su fiel ladero, cuando advierte que Bart Simpson ha robado un tanque Abrams y arremete por la calle con todo lo que se le pone a tiro. “Tomaré ventaja, señor”, le responde su seguro servidor. Si bien suele considerarse que toda ficción cualquier semejanza con la realidad, es mera coincidencia, en Argentina a veces no suele ser tan así.
Y el caso AMIA, en toda su extensión, posee ribetes en ambos sentidos.
“La bomba me la pusieron a mí”, dijo Carlos Menem no bien se enteró de la masacre de la calle Pasteur, y luego, por cadena nacional lanzó un enigmático “les pido perdón”, quizá elípticamente haciendo referencia a que entendía el brutal mensaje en forma de hongo de amonal que los perpetradores del suceso, le estaban enviando. Pero se cuidó muy bien de señalarlos: días después, cuando Hugo Anzorreguy, el Señor 5 de la SIDE, le informó el “hallazgo” del supuesto arrepentido iraní Manoucher Moatamer en Venezuela, puesto por la CIA para supuestamente empezar a desentrañar los vericuetos de dicho atentado. Interrogado por el entonces juez federal Juan José Galeano y los fiscales Barbaccia y Mullen, primero alegó que sabía todo, y luego empezó a desdecirse, lo cual no era descabellado, puesto que en realidad no se trataba de un agente de Inteligencia, sino de un simple técnico de televisión, especialista en elaborar antenas satelitales truchas confeccionadas con embudos.
“Cuando conozcan el resultado de mis revelaciones, se van a caer de espaldas”, dijo Galeano al bajarse del Tango 01. “Existe una semiplena prueba contra Irán en el atentado”, declaró Menem, mintiendo descaradamente, pues no poseía ni la más mínima para zafar de los recientes informes internacionales que sospechaban de la implicancia de agentes sirios de su entorno, como el de Gareth Potter o el de Gordon Thomas. Con la apoyatura implícita de los servicios CIA/MOSSAD, la SIDE, con el inefable “Jaime” Stiuso, el mismo que siguió y filmó a Moshen Rabbani cuatro meses antes del atentado, el Poder Judicial y Clarín, cuyo pacto Lavieri-Galeano so pretexto de acceder al expediente judicial si llevaba adelante “el relato de la trafic”, más el apoyo implícito e incondicional de Beraja al frente de AMIA/DAIA, Menem podía respirar tranquilo que su cuento persa permanecería incólume, alejando los fantasmas de aquellas promesas incumplidas al dictador sirio Hafez Al Assad, en 1988 cuando aún era candidato por el PJ ortodoxo.
El tercero
Natalio Alberto Nisman es invitado por José Barbaccia y Eamon Mullen al equipo de Galeano en 1997, cuando aún gozaban de prestigio y tenían aprobación en su accionar salvo las disidencias de Memoria Activa, y la titular de la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Atentados, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, disentía en disonancia con Elisa Carrió, quien defendía la pista iraní, aduciendo que adrede Galeano y su equipo invariablemente manipularon la investigación para hacer zafar a Carlos Menem de su responsabilidad indirecta de la masacre de la calle Pasteur. Particularmente, le sonaba más que extraño el interés del mandatario riojano por los acusados Alberto Edul y Nassib Haddad, amigos de Monser Al Kassar, el megatraficante de armas y drogas, agente a tres bandas, que a principios de 1990 había solicitado, y obtenido en tiempo record, la ciudadanía y residencia argentina. Y su presencia inquietante, el 17 de marzo de 1992 y el 18 de julio de 1994, cuando volaron la embajada israelí y la AMIA, no eran para nada casualidades permanentes.
El 18 de octubre de 2001, a un mes escaso del ataque contra el World Trade Center, la SIDE recibe información proveniente de la CIA sobre la presunta participación de Osama Bin Laden, y su fantasmal red Al Qaeda, en la masacre de la calle Pasteur, mediante una célula montada en la Tripe Frontera. Con estos elementos “probatorios”, elabora un informe y se lo envía al juzgado de Galeano, este compra de inmediato la idea y el terceto de la muerte se pone de inmediato a trabajar en esta hipótesis descabellada. Poco importaba que Menem haya sido sucedido por Fernando De la Rúa, y que su gobierno estuviera a escasos dos meses de huir en helicóptero, puesto que el cuento persa del relato de la Trafic se mantenía inalterable.
Al asumir el 25 de mayo de 2003, Néstor Kirchner, a pesar de las promesas de campaña de llegar al fondo de la cuestión de los atentados, se mostró vacilante hasta el punto que el domingo 18 de julio de 2004, al cumplirse el décimo aniversario del atentado a la AMIA, manifestó que se habían hallado 66 casetes de escuchas telefónicas que el ahora caído en desgracia Galeano había cajoneado. Pero el lunes siguiente salió a desmentir esta información, alegando que el titular de la AMIA/DAIA, Abraham Kaul había incurrido en un “error involuntario de interpretación”. Luego se supo la verdad, que en realidad los casetes existían, pero fueron desgravados por Stiuso.
También el año anterior, en el 9° aniversario, Kirchner prometió abrir los archivos de la SIDE. La entidad comunitaria judía también se lo creyó, pero sólo era una banalidad destinada a dilatar la cuestión y ganar tiempo.
Hasta el advenimiento del juicio del Tribunal Oral Federal N° 3, que el 2 de septiembre de 2004 declaró nulo todo lo actuado, desacreditando de plano las mentiras y las fabulaciones relativas a la conexión local y puso en entredicho las relaciones entre Galeano, la Casa Rosada y la SIDE.
Seguidamente, Kirchner crea una unidad especial de investigación de la causa que había caído en la nada, al frente de Nisman, junto con el inefable Stiuso, poniéndole a su disposición todos los expedientes: “Y llegamos a este tipo de situación que nos avergüenza, que es una vergüenza nacional; que lo explicó en forma meridiana el señor Canciller y que nosotros lo dijimos en el discurso de iniciación del año legislativo y hoy lo volvemos a reafirmar. El señor fiscal, doctor Nisman, tiene todas las carpetas del Servicio de Inteligencia (SIDE) para hacer la investigación y llevarla a fondo; todas y además todas las atribuciones para que el Estado esté a disposición de él para que Dios quiera puedan encontrar justicia definitivamente. Nuestro apoyo incondicional; apoyamos decididamente al éxito del doctor. Sufrimos lo que sufren los familiares más la vergüenza de tener un Estado que durante tanto tiempo no supo resolver o no quiso o encubrió. Porque no hay duda de que para llegar a tanto encubrimiento debió existir y esperemos que la justicia avance fuertemente en este tema. Néstor Kirchner”, según se desprende de Wikipedia.
Pero el exfiscal de Galeano siguió con la misma tesitura de su antiguo jefe, rechazó de plano todos los indicios que implicaban a Menem y a sus laderos sirios, y en consonancia con Kirchner, quien buscaba pactar con el gobierno de George Bush una salida para la renegociación de la deuda externa, mediante la aceptación a rajatabla de la “semiplena prueba contra Irán”. Esto llegó al paroxismo el 25 de octubre de 2006, cuando a instancias de Nisman, Kirchner acusó a Irán por el atentado, pidiendo la captura internacional de siete ciudadanos iraníes y un libanés.
Hasta la imprevista muerte de Kirchner, en octubre de 2010, duró este entramado, en el cual el fiscal sobreviviente iba y venía a EEUU e Israel, llevando y trayendo información acompañado por el enigmático “Jaime” Stiuso. Obviamente, lo que les motivaba no era la búsqueda de justicia, sino seguir encubriendo para no sólo hacer zafar a Menem, sino también a los EEUU e Israel, para evitar que se supieran las relaciones oscuras que tenían con Siria para montar operaciones de inteligencia bajo cuerda, financiadas con lavado de dinero del tráfico de heroína.
El 7 de noviembre, de acuerdo a esta tesitura, Interpol emitió circulares rojas para capturar a los supuestos culpables y llevarlos ante la justicia. Poco importa que la culpabilidad de los mismos haya sido guionada y digitada por oscuros intereses internacionales. A Nisman, todo lo venía bien.
Inexplicablemente, su sucesora Cristina Fernández de Kirchner, la misma que en 1997 abjuraba de la pista iraní, se montó al cuento persa y siguiendo los pasos de su difunto marido, intentó buscar un acuerdo con los supuestos culpables firmando en 2013 un memorándum de entendimiento con Irán. A cambio de un manto de olvido, Argentina se comprometía a mejorar las alicaídas relaciones comerciales con el país persa. Pero luego, al año siguiente, todo cayó en la nada pues Irán no formó la mentada Comisión por la Verdad, sino que la AMIA/DAIA manifestó su desacuerdo aduciendo que el victimario se ponía en el mismo lugar de la víctima.
En diciembre de 2014, CFK resolvió depurar la SIDE y sacarse de encima a Stiuso, obligándolo a aceptar su jubilación compulsiva. Esto pareció ser el detonante para Nisman, que desde el memorándum famoso estaba descontento, y comenzó a elucubrar una denuncia de encubrimiento contra CFK, para lanzarla luego de diciembre de 2015, con el gobierno que la sucedería.
Al mismo tiempo, mantenía llamadas constantes con el aludido agente, y con las diputadas del PRO Laura Alonso y Patricia Bullrich, con llegada dilecta a la embajada de EEUU, y su servicio de inteligencia exterior. No obstante, partió hacia Europa en un viaje prometido para festejar el cumpleaños 15 de su hija, hasta que el dudoso atentado del 7 de enero de 2015, a la sede del semanario satírico Charlie Hebdo en París, lo hacen pergeñar retornar al país.
No hay duda ahora de que la segunda de las nombradas, titular de la Comisión de Legislación Penal, que lo abrumaba con mensajes de texto constantes y sonantes, fue la principal propulsora de que presente anticipadamente la denuncia de supuesto encubrimiento y además, concurriera a la entidad presidida por ella el lunes 19 de enero. Pero el jueves se encontró súbitamente solo, no sólo la jueza federal Romilda Servini de Cubría se negó de pleno a levantar la feria judicial, sino que además se conocía un enigmático mensaje de su amigo Stiuso, desprendido de la entrevista que había concedido a la revista Noticias un mes antes: “Este teléfono lo tiene todo el mundo, los jueces. Menos una persona que lo tenía que haber tenido y prefirió no llamarme”. “¿No entendiste? Bueno. En un par de días vas a entender". Parecía a todas luces, una advertencia a alguien que había resuelto cortarse solo, pensando en algo que seguramente le habían prometido, que resultaría contundente como para voltear o debilitar al Gobierno, pero definitivamente, nunca ocurrió.
Como se sabe, su cuerpo sin vida apareció en la madrugada del mismo lunes 18, en el baño de su departamento del complejo Le Parc, en medio de un sinfín de conjeturas a un mes exacto del suceso.
Lo que sí puede inferirse, analizando todo lo anterior, desde aquella mañana del lunes 18 de julio de 1994, cuando la AMIA desapareció bajo una nube de amonal, es el tremebundo maridaje entre los tres Poderes del Estado, con el submundo de los servicios de inteligencia, que se empezó a entrever al mismo tiempo que se disipaba esa humareda. Y esto continúo durante dos décadas, siendo el mismo Nisman, un operador dentro de esa gran opereta, víctima de ese perverso juego.