La negación de los medios anti K a reconocer y analizar el potente fenómeno político que sigue constituyendo el kirchnerismo a seis meses del final del mandato de CFK es parte del problema. Para los grandes diarios, canales y radios, por ejemplo, en la zona de Plaza de Mayo no pasó casi nada el fin de semana largo del 25 de Mayo.
No circularon centenares de miles de personas por allí, apenas se generaron trastornos en el tránsito y hubo un festival de micros que arrastraron a gentes sin voluntad propia. Los medios K niegan esto último, que también ocurrió en parte. Pero qué se puede esperar de la prensa oficialista, organizada y paga desde arriba.
Tampoco se nota la más mínima disposición a reconocer la distancia existente entre la capacidad de liderazgo de la Presidenta y lo que provoca en amplias franjas sociales de abajo, el medio y arriba.
Solo se ven la corrupción, la manipulación del relato y la discrecionalidad en el manejo de los fondos públicos, lo cual, por cierto, es la parte más negra y laberíntica de la verdad.
El pánico opositor a que Cristina pueda seguir detentando cuotas de poder después del próximo 10 de diciembre genera actitudes lindantes con lo patético, que podríamos sintetizar en ciertas actitudes teatrales, desproporcionadas y hasta indocumentadas de Elisa Carrió.
Los K han sido hábiles articuladores de un mito de invulnerabilidad que la muerte de Néstor y el adiestramiento de Cristina como estrella televisiva contribuyeron mucho a instalar, propalar y consolidar.
Pero no existe mito sin antimito, es decir, sin esos detractores que, con argumentos bestiales, pueriles o directamente mentirosos, no terminan logrando otra cosa que engordar las fantasmagorías enhebradas desde el poder. La demonización de Máximo Kirchner a partir de cuentas bancarias en el exterior que no existen o la santificación del fiscal Alberto Nisman, quien sí tenía una economía personal negra fuera del país, fueron, por contraposición, dos de los últimos grandes aportes opositores a la recuperación de la imagen positiva presidencial.
En las supuestas antípodas del relato K se amasa el mito del otro fenómeno político de esta década: el macrismo.
Habrá que ver cuánto de cierto hay en la presunción de que, sin manejar la plata estatal, el kirchnerismo irá desapareciendo rapidito y si, ante la eventualidad de ganar, Mauricio Macri será una especie de nuevo Kirchner cheto que completará su construcción política en el uso de idénticos fondos.
Tiene razón CFK cuando acusa a quienes quieren cambiar el rumbo de no ofrecer ninguno muy distinto. La discusión está sobre todo en ciertas maneras.
*Edi Zunino es jefe de redacción de revista Noticias.