Cristina mide bien en las encuestas, ostenta alta aceptación social. Significa que, si hoy hubiera elecciones, si bien no ganaría, sacaría tranquilamente el segundo lugar. Holgado, tranquilo.
¿Cómo se entiende semejante valoración sobre una persona que ha mostrado representar lo peor de la política vernácula? ¿Qué hay en la cabeza de quienes eventualmente la votarían?
No es una cuestión ideológica, sino de la más básica observación: ¿Quién puede negar que Cristina se ha enriquecido como nadie? ¿Quién puede omitir que su gobierno ha mostrado algunos de los más escandalosos hechos de corrupción? ¿Alguien acaso puede dejar de mencionar la manera en que se ha perseguido a periodistas, jueces y referentes de la oposición?
Todo ello ha ocurrido, ciertamente, y se ha acumulado en el tiempo, pero se ve que no alcanza. Para muchos, son cosas que bien pueden dejarse de lado.
Nadie niega lo bueno que ha hecho la jefa de Estado, poco o mucho, bien o mal. Los logros sociales, la reparación histórica —a medias, pero reparación al fin— respecto de los crímenes cometidos durante la última dictadura militar.
Sin embargo, ¿alcanza todo ello para tapar lo mal hecho, para ocultar tanta mácula? ¿Es suficiente para compensar tanto desacierto?
Más allá de todo lo bueno que pudo haber hecho el gobierno de Cristina —y antes, el de Néstor— es imposible dejar de lado a los Lázaro Báez, los Cristóbal López, los Aníbal Fernández, los Amado Boudou, y tantos otros.
Todos ellos exponentes de una política de saqueo, donde nada ha quedado por robar, ni negocio por hacer al margen de la ley.
En ese contexto, cuando deje el poder, Cristina tendrá poco y nada para exponer: incontrolable inflación, creciente inseguridad, droga por doquier, y mafias dominando el territorio argentino. ¿Finalmente era este el tan mentado “modelo”?
Como se dijo, sorprende que a pesar de todo ello la jefa de Estado mantenga un alto índice de popularidad entre la sociedad. ¿Hay una especie de masoquismo en algún sector de la ciudadanía? ¿Qué más tiene que ocurrir para que todos abran los ojos?
Hay cosas que no tienen explicación, y esta es una de ellas. La popularidad de Cristina es algo imposible de entender.
Tal vez sea un llamado de atención, algún tipo de mensaje a la oposición, o simplemente conformismo. Puede ser algo de ello, o todo junto. Quién sabe.
No estaba tan equivocado Otto von Bismarck cuando sostenía que la política puede ser muchas cosas pero jamás será una ciencia exacta.