La aplicación de recetas graduales y no de shock para afrontar las múltiples asignaturas pendientes en materia económica y social es casi la única coincidencia entre expertos que asesoran a los candidatos del oficialismo y de la oposición.

Mientras Daniel Scioli habla de aplicar "continuidad con cambios para avanzar hacia el desarrollo", la oposición abandonó su discurso de aplicar un "shock" que permita ajustar rápido las distorsiones acumuladas en estos años.

En lo único que coinciden oficialistas y opositores es en la necesidad de introducir cambios, pero de a poco, en una economía que viene dando señales de cansancio desde hace al menos tres años.

Mucho contribuyó a crear este escenario el hecho de que el huracán de cola provocado por el boom de los commodities, en especial de la soja, haya mutado en un viento que sopla cada vez más de frente.

El escenario internacional adverso para la demanda de producción argentina, tanto de cereales y oleaginosas como autos, pero sobre todo la fuerte caída en el precio de la soja representó un golpe duro para una política gubernamental que necesita mantener vivo el mercado interno a través de subsidios a más de 11 millones de hogares.

Mientras los reportes en la Argentina y el exterior coinciden en que el país tendrá este año una cosecha récord de soja de entre 57 y 58 millones de toneladas -119 millones de toneladas de granos en total-, este cuadro presiona a la baja al principal producto de exportación nacional.

La tonelada de soja, que hace un año se pactaba en u$s545 en el mercado de Chicago, cayó a u$s349,62, una pérdida de 36% en doce meses, y de 6,2% en lo que va de 2015.

Los precios de los commodities van a contramano del fortalecimiento del dólar y la competencia de las exportaciones latinoamericanas, en especial la soja.

Mientras la actividad industrial soporta 15 meses de resultado negativo, el ministro de Economía, Axel Kicillof, sigue buscando focalizar los pobres resultados en materia economía más allá de las fronteras.

Tras advertir a principios de año que Europa dejaba de comprar productos argentinos, ahora el ministro advirtió que la crisis de Estados Unidos está "llegando a la estación de los países que menos tienen".

"Estamos, desafortunadamente, presenciando cómo la crisis se traslada y descarga sobre las espaldas de los países más pobres", aseguró el funcionario.

Pero no todo parece ser culpa del mundo, y en ese foco pretenden concentrarse los principales candidatos a suceder a Cristina Fernández el 10 de diciembre.

La inflación, la pérdida de competitividad de la economía argentina, la existencia de enormes bolsones de pobreza porque los planes sociales sirven para paliar la indigencia pero no mucho más, el hecho de que el 35% del empleo esté en negro, la presión tributaria creciente y las distorsiones cambiarias son algunas de las variables a corregir, según asesores de los principales candidatos.

El gobierno está convencido de la necesidad de profundizar el intervencionismo estatal y Scioli parece comulgar por ahora con esa lectura, si se tienen en cuenta sus elogios hacia Axel Kicillof, quien seguiría en su eventual gobierno.

Enfrente, Mauricio Macri considera que el gobierno metió mano en temas que deberían manejarse en la esfera privada, y critica, por ejemplo, la política agropecuaria, incluido el "elevado" nivel de retenciones a las exportaciones de soja.

El líder del PRO promete una "apertura" de la Argentina al mundo y considera que un gobierno suyo alentará la llegada de capitales.

Macri casi derrapa cuando lo superó el entusiasmo y prometió que el "día después" de asumir eliminaba el cepo cambiario, uno de los dolores de cabeza más grandes que este gobierno le heredará al próximo.

Nunca repitió esa promesa, tal vez porque sus asesores le explicaron que era incumplible, ya que abrir a pleno el grifo de la compra de divisas se llevaría puesto en pocos meses las reservas netas del Banco Central.

Por eso, tanto los equipos que asesoran a Scioli como a Macri insisten en la necesidad de impulsar una corrección "gradual" de las distorsiones acumuladas estos años.

Uno de los ejes pasará por la eliminación de subsidios a los servicios públicos, en especial la electricidad y el gas.

"Nadie que necesite un subsidio lo perderá", dijo el jefe de Gobierno porteño, en lo que fue una forma de adelantar que si llega a la Casa Rosada, quienes considere que no necesitan esa "ayuda" estatal, como las clases medias urbanas, dejarán de recibirla.

Algo similar sostuvo Miguel Bein, asesor estrella de Scioli, quien ve en los subsidios uno de los problema clave a atender.

Calcula que la carga de subsidios asciende a 4% del PIB, casi una tercera parte del aumento del gasto público registrado en los últimos años, y que se cuentan a miles los que reciben esa ayuda a esta altura innecesaria.

Achicar esa carga para el Estado y reducir el déficit fiscal, serían algunas de las claves de un gobierno exitoso en el que vuelvan a crecer las inversiones, según el economista estrella de Scioli.

Igual, el gobernador ya aclaró que las decisiones las tomará él, y lo mismo hace trascender Macri cuando se escuchan reclamos de "ajuste" por parte de economistas que comulgan con su candidatura.

Lo políticamente correcto a esta altura de los acontecimientos es hablar de "gradualismo" o correcciones".

Mejor no contarle al electorado que el festival de subsidios y distorsiones que ayudó a sostener la popularidad del kirchnerismo en estos años, alguien lo terminará pagando algún día (NA).