La polémica sobre si es necesario devaluar y aplicar un fuerte recorte de gastos se instala cada vez más fuerte en la medida en que se acerca el final del mandato de Cristina Fernández, quien parece decidida a sacrificar solidez fiscal y reservas del BCRA, con tal de sostener el consumo y cerrar su gestión con la economía en movimiento.
El retraso cambiario advertido desde sectores industriales y economistas que antes comulgaban con el modelo kirchnerista suma otro ingrediente a un debate reavivado en las últimas semanas.
Existe coincidencia entre los referentes económicos de los principales candidatos en qué "algo habrá que hacer" con el cepo cambiario, porque es una traba absoluta para la llegada de inversiones externas al país.
Mauricio Macri prometió que si gana, el 11 de diciembre eliminará las trabas cambiarias, aunque a los pocos días se llamó a silencio, tal vez advertido de que desarmar el entramado de regulaciones de todo tipo será más complicado de lo que muchos creen.
Sergio Massa sostuvo que en 100 días su eventual administración estará en condiciones en sepultar ese engendro cambiario, y destacó que tiene los equipos para lograrlo, empezando por el exministro Roberto Lavagna.
Daniel Scioli fue más cauto, ya que habló de un reordenamiento gradual del sistema cambiario.
Pero tal vez Scioli haya debido soportar la situación más incómoda, cuando uno de sus asesores económicos de cabecera, Miguel Bein, criticó el esquema de dólar ahorro y dijo que vería mal seguir entregándoles divisas a "10 millones de tipos que se quieren llevar al Banco Central a su casa".
El precandidato presidencial del Frente para la Victoria debió aclarar enseguida que el sciolismo estaba alineado con la política monetaria y envió al propio Bein a bajar los decibeles.
Es que ante la proximidad del fin de un ciclo de doce años y medio, especialistas más cercanos al neoliberalismo impuesto en los ´90 salieron a la luz con sus reclamos cada vez más fuertes de aplicar un ajuste de gastos y devaluar.
Referentes de amplios sectores empresariales y de los mercados financieros, como Miguel Angel Broda, José Luis Espert y Carlos Melconian, hablaron en un seminario y bajaron el ideario liberal ortodoxo que reclama un ajuste de las cuentas públicas, desbordadas durante este ciclo de subsidios a manos llenas.
La respuesta no tardó en llegar, ya que el ministro de Economía, Axel Kicillof, se ocupó de fustigarlos desde Washington, al señalar que estos especialistas se vienen equivocando desde hace rato.
"Viven en un termo", les endilgó Kicillof, al repasar una serie de profecías incumplidas que lanzaron estos economistas en distintos momentos de la última década.
Así, la puja entre el neoliberalismo de los ´90, que la propia presidenta Cristina Fernández apoyó, y la heterodoxia de esta década, que ya se podría calificar como "estatista", desnuda el péndulo al que los argentinos están acostumbrados tal vez desde la fundación misma de la República.
Nada de términos medios, la disputa como siempre es a todo o nada, y no existen grises a la hora de dirimir posiciones en el universo político.
Dicen que a Macri le disgustó cómo se expresaron los economistas liberales, porque dejaron un frente abierto para la crítica y la gente los identifica con él.
"Si vamos a hablar de ajuste mientras el gobierno reparte a manos llenas como si no hubiese un mañana, saldremos perdiendo", especulan cerca del líder del PRO.
Es que mientras los referentes identificados con el macrismo hablan de tirar el achique en forma permanente, la presidenta aparece periódicamente para anunciar un nuevo "beneficio" que se traduce en más presión para un Estado exhausto.
"Total, pagará el próximo gobierno", dicen en la oposición. "Quién les dijo que nosotros nos vamos", responden desde la Casa Rosada.
La estrategia tal vez deba ser revisada por la oposición, porque si sus economistas de referencia sólo hablan de ajuste y reducción de gastos, el recuerdo de la baja de jubilaciones y otros recortes impuestos por Fernando de la Rúa tras asumir en 1999, quedará a la vuelta de la esquina.
Cualquier fuerza política que aspire a vencer al kirchnerismo deberá ser capaz de explicar la hipoteca que la "fiesta del gasto" dejará para las próximas generaciones, y presentar una propuesta alternativa realista.
De lo contrario, el tiempo le terminará dando la razón a un oficialismo que aparece envalentonado porque considera que la oposición no tiene proyecto alternativo o, como ironizó Kicillof, "vive en un termo" (NA).