Quisiera ocuparme en esta oportunidad de Daniel Scioli, quien probablemente se convertirá en el próximo Presidente de los argentinos. Hace muchos años los candidatos en general discutían sus ideas en programas politicos. La virtualidad digital no existía aún y por lo tanto las plataformas electorales se imprimían papel y eran distribuidas para que los votantes las leyeran y compararan propuestas.

Recuerdo la de Raúl Alfonsín que con letras muy chicas detallaba lo que prometía hacer como Presidente (por si a alguien le interesa se venden ejemplares del documento original en Mercado Libre a 300 pesos).

Otros tiempos en los que se confrontaban ideas y se apostaba fuerte. Los politicos consolidaban su imagen en base a fuerza y la oratoria; Grondona y Neustadt eran el escenario de discusión y debate mientras Tinelli era todavía un gordito tímido que ensayaba sus primeros pasos en el periodismo deportivo.

Scioli no fue parte de esa etapa. Como todos sabemos proviene del mundo del deporte y llego al ámbito político de la mano de Carlos Menem. Como tantos otros politicos fue adaptándose a lo dictaban los tiempos y fue quien más maltrato y acusaciones soporto por parte de Néstor y de Cristina Kirchner.

A poco de asumir como vicepresidente en 2003, Scioli empezoó a mantener reuniones con empresarios y, a pesar de jurar y perjurar lealtad a los Kirchner y al modelo, nunca fue aceptado. En infinidad de situaciones fue desairado, destratado y enviado al ostracismo.

Pero nunca dejó que esas situaciones lo afectaran, o al menos siempre se cuidó mucho de reflejar su malestar públicamente. La cara de Póker y su habilidad para responder lo que quiere a los periodistas independientemente de cuál sea la pregunta que se le formula son algunas de sus características más destacadas.

Cada vez que sus acciones como generaron malestar supo descomprimir la situación, siempre con bajo perfil, “con esperanza, con optimismo, hacia adelante, etc”. En el programa de Jorge Lanata hubo un sketch donde fue caracterizado como un monje que meditaba y que no perdía jamás la calma.

Es interesante cómo su personalidad contrasta con la de Cristina, que desde el atril oficial no vacila en atacar a quien sea, y ha hecho cosas que el Scioli que hemos visto hasta ahora jamás haría, como por ejemplo tildar de amarrete a un abuelo que quería comprarle unos pocos dólares a su nieto o avergonzar a personas sentadas entre la audiencia que escucha su discurso.

Ante la ausencia de plataformas, de ideas concretas o al menos de algunos trazos gruesos que permitan inferir como sería el gobierno de Scioli, no queda más que aplicar la psicología y la historia para analizar la conducta del candidato e intentar prever cuál será su accionar a futuro, tanto en el corto como en el largo plazo. Es un ejercicio intelectual que debería resultar más sencillo tras treinta y dos años de democracia, pero la realidad impone sus reglas.

Antes de entrar de lleno en tema, quisiera recordar que en una entrevista Cristina Fernández de Kirchner le dijo a Joaquín Morales Solá que ella apuntaba a que la Argentina fuera como Alemania. Por otro lado, luego del gobierno de Néstor, caracterizado por el reforzamiento de la autoridad presidencial que requerían esos tiempos, se esperaba que Cristina hiciera eje en la transparencia y en lo institucional.

Aún no somos Alemania (aunque ellos tengan más pobres, según afirmó Aníbal Fernández).

Entre el honor y la cobardía

Se ha dicho sobre el suicidio que es un acto de cobardía. Sin embargo, en ciertos contextos históricos el acto de tomar la propia vida es visto como una acción que expresa un alto sentido del honor por parte de quien lo comete. Pensemos en la tradición Japonesa del Harakiri, o en ciertas mafias como la Yakuza, por solo dar un ejemplo.

Traigo a colación esta doble valoración del suicidio, esa ambigüedad, porque Daniel Scioli es alguien que transita por la vida política con un estilo que, según la opinión de algunos demuestra un gran manejo de poder, habilidad para mantenerse en el centro de la escena y conservar su cargo (se ha dicho que acompaña a todos sus jefes politicos hasta la puerta del cementerio) pero el sigue siempre activo.

Su aparente pasividad ante los ataques, los maltratos y las distintas confrontaciones en las que ha sido parte, son percibidos por parte de la sociedad como gestos de fortaleza.

Su discurso es monocorde, no desarrolla grandes ideas pero intenta mostrarse siempre activo, trabajando “por las necesidades de la gente”. Se lo ha visto en situaciones muy difíciles como cuando encontraron el cuerpo de una adolescente asesinada y en otros momentos igualmente complejos de su gestión, siempre al pie del canon. Ha tenido serios cuestionamientos como cuando hubo inundaciones y él estaba en un club viendo (¿Jugando?) un partido de futbol, pero siempre logra repuntar en las encuestas y su quietismo parece funcionar muy bien entre sectores de la población, donde hace rato que está instalado como candidato. Por otro lado, su figura tiene gran conocimiento público en lugares de la Provincia donde no llega Internet y otros candidatos como Macri no tienen llegada.

Actualmente, ante la designación de Carlos Zannini por pedido o presión —o imposición— de Cristina hay quienes recuerdan que a Scioli ya le plantaron a Gabriel Mariotto como vicegobernador para controlarlo, bloquearlo y contenerlo y que el con sus misteriosas artes de seducción política logró hacer que se pase a su lado. Pero Zannini claramente tiene un perfil muy distinto y no parece alguien permeable a tales movimientos. Ante este estado cosas, ¿podemos aventurar cómo será un hipotético gobierno de Scioli?

Es seguro que al menos en la primer parte de su gobierno (hasta que enfrente sus primeras elecciones legislativas), Scioli tendrá un margen de acción más que acotado en el cual deberá contar con la aprobación de Zannini/Cristina/La Cámpora para poder alcanzar cualquier nivel de efectividad que se proponga en numerosas áreas y reparticiones del Estado.

De hecho, no es casual que a medida que los días de la Administración de Cristina se acaban se siga incrementando el nombramiento de funcionarios afines. Será interesante leer los boletines oficiales del último año de este gobierno. Así que en la práctica no deben esperarse muchos cambios de fondo en los primeros tiempos. Scioli elogió a Axel Kicilloff y dijo que La Cámpora es el futuro. Además, por si esto fuera poco, tuvo su bautismo en las benditas aguas de 678 hace pocos días. Estos gestos hablan por sí solos.

Sí puede esperarse un lógico y necesario cambio de estilo comunicacional, y una actitud más abierta hacia la oposición y frente a otros actores de la vida política argentina con los que Cristina eligió confrontar en forma permanente.

Donde realmente las cosas se ponen más enigmáticas es durante la segunda fase de su gobierno, cuando ya empiece (como hacen todos los Presidentes) a buscar su segundo mandato. Ese escenario es aún más difícil de pronosticar y depende de muchísimos factores.

Qué hará Scioli, a quien hasta hace poco se atacó como candidato de los “Buitres” y la Embajada de USA con la errática política exterior de la Argentina. Es probable un abandone el eje Teherán-Caracas-Moscú aunque también habrá que ver cómo influyen los acuerdos que se han firmado con Putin. Lo mismo con China, potencia que gracias a acuerdos hechos en forma personal por Cristina está construyendo sus propias instalaciones militares en la Argentina. Curiosa forma de coronar un gobierno en el cual Cristina tiene a los pibes del Patio de las Palmeras cantando que están a su servicio para la “liberación”.

¿Cuáles son exactamente los compromisos que hereda Scioli y hasta qué punto él tiene información al respecto?

Viendo la historia reciente, es interesante que Kirchner castigo a su mentor —Eduardo Duhalde— al que Cristina llegó a llamar “Padrino”, pero este no tenía la estructura política que deja Cristina al irse, en palabras de Máximo: “Dejar el Gobierno sin dejar el poder”.

¿Puede esperarse una posición más rupturista de Scioli en el largo plazo? Si Scioli logra captar parte de los seguidores que deja Cristina en la administración, ¿puede esperarse un conflicto entre esas dos facciones? En mi opinión eso es poco probable por una simple razón: las personas (y los politicos son personas) tienden a repetir sus conductas, una y otra vez, particularmente cuando obtienen resultados que consideran positivos. Digamos lo que digamos de Scioli, el hecho es que se ha mantenido activo y no ha pasado nunca al Segundo plano en los últimos quince años lo cual parecería darle la razón con respecto a la eficacia de su método.

Por otro lado, habrá que ver qué sucede con la economía, cómo se tramitan los litigios internacionales que la Argentina aún mantiene con los tenedores de bonos. Le tocará a Scioli hacer un ajuste y reducir el gasto público. La inflación sigue siendo un problema y el tema del dólar en algún momento tiene que ser resuelto.

La idea de continuar con lo que está bien y corregir lo que se puede hacer mejor, la profundización del cambio y otros slogans por el estilo, le garantizan a Scioli el triunfo en una sociedad que evidentemente prefiere los gradualismos (o el statu quo) a los cambios en forma de shock, parcialmente porque la experiencia traumática del 2001 aún está fresca en la memoria y además porque no se ha producido la emergencia de liderazgos significativos desde 2001 a la fecha.

¿Estará Scioli a la altura de las circunstancias? Hay que ver. Probablemente él confíe en su habilidad. La misma habilidad que le permite hacerse el nudo de la corbata con una sola mano. Habrá que ver cómo, una vez elegido, logra proyectar su liderazgo en actos que le den la validación que todo presidente necesita.

Finalmente, es bueno recordar que Francisco no es Bergoglio. Si uno ve videos de distintos momentos, pareciera que son dos personas distintas así que siempre hay lugar para sorpresas. ¿Habrá con Scioli alguna sorpresa? Ojalá en algún momento la Argentina vuelva a tener plataformas electorales, debates en serio y discusión de ideas.

Así como la seguridad jurídica es la garantía de que las leyes y los contratos serán cumplidos y respetados, lo que otorga previsibilidad al país, algún día debería llegar el momento en que los ciudadanos gocen de Seguridad Electoral respecto a los compromisos asumidos por los candidatos, evitando especulaciones y sorpresas.

Menem dijo en su momento: “Ssi hubiera dicho lo que iba a hacer nadie me hubiera votado”. Entonces dijo lo que la gente deseaba escuchar. Lo interesante es que al menos decían que harían algo.

Hoy en día, Scioli parece destinado a ganar las elecciones sin decir nada. Corta la bocha.