Pedro Ávalos es contador, trabajé con él en la sede que tiene yerba mate CBSé en la Ciudad de Buenos Aires.
Es un tipo de pocas palabras, buenos modales y una sonrisa amigable. Jamás lo escuché gritar ni generar una situación violenta, de ningún tipo. Al contrario.
Dejé de verlo hace unos diez años —cuando me fui de CBSé— y volví a encontrarlo esta semana, aunque por televisión, en el contexto de una situación que nadie querría vivir.
Separado de la madre de sus hijos, se mostró literalmente quebrado frente a millones de televidentes por la presunta situación de abuso que vive Morena, su pequeña.
Pedro mostró en la televisión una filmación donde se observa a su niña, de apenas 6 años, contando cómo el novio de su madre, un tal Martín, le tocaba la cola. En la misma filmación, Morena jura que su madre la maltrata y que no quiere estar con ella.
Pero no es el único drama para Pedro: su otro hijo, Tomás, también refiere que sufre maltratos por parte de madre y padrastro. “La denuncia es vieja, la hice en marzo de 2014”, asegura Pedro con inusual elocuencia.
Los hechos están a la vista, hay varias filmaciones y documentos que prueban lo sucedido. Sin embargo, la Justicia persiste en su lentitud, como en los cientos de casos similares que ya ha denunciado este mismo portal hace más de diez años.
“En su momento no me querían tomar la denuncia, me decían que lo que yo buscaba era tener la custodia de mis hijos”, revela Pedro entre lágrimas, en un conocido programa de TV.
Yo lo miro a la distancia, recordando tantas anécdotas de trabajo. No puedo evitar sentir empatía con él, si pudiera iría corriendo a abrazarlo, a decirle que todo saldrá bien, que solo debe tener paciencia.
Por ahora, no puedo hacerlo, solo sigo mirándolo en la eterna caja boba, sin poder actuar con raciocinio. Soy apenas un imbécil sin reacción, indignado por lo que veo, sorprendido por lo mucho que ha envejecido Pedro en estos diez años.
No puedo dejar de impresionarme, mientras mi mente repite aquella frase de Thomas Hobbes, que no me canso de repetir: “El hombre es el lobo del hombre”. ¿Qué duda queda?