Las recientes inundaciones que afectaron especialmente partidos ubicados en las zonas productivas del agro argentino plantean un interrogante: ¿el sistema de siembra directa que se utiliza en el país impermeabiliza los suelos y empeora la situación?
La respuesta es compleja porque para que se cumpla la verdadera siembra directa es necesario respetar varias premisas y eso no sucede en el país.
Por ejemplo, no se debe mover el suelo con un disco, se tiene que utilizar una sembradora que implante la semilla casi quirúrgicamente sin remover la tierra.
Además necesita de forma imperiosa la rotación de cultivos, por ejemplo soja-maíz, trigo-soja, para poseer una buena cobertura en superficie que es condición imprescindible para que el sistema de siembra directa sea eficiente.
Lo que ocurre en la Argentina es que estas condiciones no se cumplen, por lo tanto no es siembra directa lo que se hace al sembrar soja tras soja, año tras año.
Al contrario hay una presión sobre el suelo que se ha acentuado en las últimas décadas que impide la absorción y distribución del agua en el espacio donde se desarrollan las raíces de los cultivos.
Como resultado, vemos que el agua de las lluvias pasa por arriba de los suelos y escurre, cuando puede, llevada por la pendiente hasta formar lagunas además de anegar caminos rurales y pueblos.
Los defensores de la siembra directa agrupados principalmente en la asociación Aapresid salieron rápidamente a aclarar los tantos estos días. No obstante se escucharon otras opiniones.
"Hay datos elocuentes: 20 millones de hectáreas de cultivar soja sobre soja no permiten que el agua se infiltre en el volumen del suelo, ya que su capacidad de esponja se ve limitada y disminuida según pasa el tiempo, por la desaparición de la materia orgánica, compactación sub-superficial, pérdida de estructura y porosidad", expresó a NA, el asesor privado Adolfo Guerrico, de la Zona Núcleo.
Muchos suelos han dejado de ser buenas tierras ganaderas para convertirse en agrícolas marginales, con las consecuencias del deterioro a la vista.
El especialista se remitió al concepto del técnico Rodolfo Gil del INTA Castelar quien dijo "el suelo es el silo del agua".
"Este mal manejo que ha acentuado esta forma de producir por la falta de una política pública agropecuaria que no deja que haya rentabilidad en los cultivos alternativos para rotar el monocultivo de soja, provoca el deterioro del ambiente agronómico acelerado en un contexto de cambio climático", explicó Guerrico.
Consideró que "no es lo mismo la frecuencia e intensidad de las lluvias medidas en milímetros por hora, hoy, que hace 30 años y en este 2015 se agrava por un fenómeno meteorológico, "El Niño", que según Estados Unidos es el más fuerte de los últimos cien años".
La violencia de la lluvia golpea sobre los suelos desnudos y los sella, el agua se desliza por la superficie sin infiltrarse; en una pastura para ganadería, esto sería menos dramático.
También contribuye al panorama la tenencia de la tierra que en su mayoría es arrendada por lo que quien alquila se preocupa en sacar la mayor rentabilidad en el día a día y en general no le importa el futuro.
"Las inundaciones son causas concurrentes, hay falta de inversión del Estado en la infraestructura, construcción de canales y diques, existe negligencia en la urbanización de distintas zonas y falta de control", sostuvo Guerrico.
Dos hectáreas en el mundo por minuto se sellan debido a las urbanizaciones, manifiesta la FAO.
En tanto, Aapresid (Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa), que dirige María Beatriz "Pilu" Giraudo, aclara que la utilización de la siembra directa en su pura concepción ayuda a evitar escurrimientos de agua e inundaciones.
José Luis Tedesco, de Aapresid Chacabuco (Buenos Aires), contextualiza la problemática al decir que el actual modelo productivo con la aplicación de Derechos de Exportación sumado a la aplicación de ROE s (Registro de Operaciones de Exportación) que limitan las ventas al exterior de trigo y maíz, dejaron como única alternativa viable el cultivo de soja.
"Recordemos que el problema no es la soja, sino que exista su monocultivo; es decir, que se realice año tras año este cultivo de manera prácticamente única", aclara Tedesco.
Las abundantes precipitaciones entonces "nos empujan a un desastre productivo, ambiental y agroecológico", manifestó.
Además se desaprovecha toda esa agua que podría haberse transformado previamente en producción, y se palpa el efecto negativo directo de estos desbordes sobre las poblaciones y cultivos, con pérdidas directas irrecuperables.
En la defensa de la siembra directa acompañada de un conjunto de Buenas Prácticas Agrícolas, la Asociación afirma que permite producir sin degradar el suelo, mejorando sus condiciones físicas, químicas y biológicas. Pero ya en el año 69, el famoso ingeniero agrónomo Jorge S.
Molina de la Asociación Amigos del Suelo escribía que "en condiciones promedio, cada 10 milímetros que caen sobre una hectárea de terreno equivale a 100 metros cúbicos de agua".
Así "en condiciones promedio" calculaba que "un tercio se infiltra en el suelo, un tercio se escurre y un tercio se evapora", sin embargo agregaba que "en casos extremos de mal manejo sólo se infiltra del 5 al 10% escurriéndose el resto".
La situación por lo tanto ahora 35 años más tarde es muy grave, ya que la verdadera siembra directa que promueve Aapresid tiene buenos propósitos, pero no se cumplen en su gran mayoría.