Desde el año 2003, Tribuna de Periodistas creció, y se ganó un lugar importante en el espectro del periodismo 2.0; antes por ser un medio valiente y objetivo, que por ser un medio meramente opositor al kirchnerismo.
Tribuna siempre tuvo un staff compuesto por informadores, cronistas, y editorialistas. Han convivido y conviven en esta publicación periodistas de opiniones diferentes entre sí, y no existe una determinada línea editorial que deba ser seguida.
Ocurre que, cuando ni siquiera Clarín denunciaba y mostraba la corrupción del gobierno K, Tribuna te explicaba la verdad sobre el caso Julio López, sobre las operetas oficialistas acerca de Papel Prensa, sobre la casi confirmada ausencia de un título universitario de la presidente Kirchner, y sobre todo lo que se detectaba respecto del proceso de 12 años, corrupto como ninguno, que nos estaba gobernando.
Eso no era periodismo partidario, y eso tampoco era periodismo opositor: Eso era, sencillamente, un periodismo lo más objetivo posible (ya que es imposible hacer periodismo 100% objetivo, a partir de que la subjetividad del cronista, desde su indignación, siempre termina de una u otra forma incidiendo en el mensaje escrito, y en el tratamiento de los temas).
Por aquellos tiempos era algo inevitable acudir casi cotidianamente a las perrerías kirchneristas, porque florecían por todos lados, y casi no existían medios que las documentaran.
Hablamos de un medio, Tribuna, que nació 5 largos años antes de que el gobierno y Clarín rompieran su sociedad originaria, y cuando el gran diario argentino repetía supuestas bondades de un proceso que, se advertía, nació con una corrupción aterradora, de la que prácticamente nadie hablaba.
Hablamos, incluso, de un momento en el que aún ni siquiera se había comenzado a conformar el conglomerado de medios oficialistas que hoy tantos integran, untados por la pauta oficial y las partidas millonarias, para que sus periodistas escriban bajo el mecenazgo del dinero oficial.
Eran Clarín y La Nación los que propugnaban las supuestas bondades de Cristina Kirchner para la campaña presidencial del 2007, mientras Tribuna permanecía ajena a esa complicidad.
Cuando las marchas ciudadanas de 2012 y 2013 sacudieron a la opinión pública y a la política, Tribuna de Periodistas estuvo allí, firme con ellas, porque estaba claro que luego del 54% de Octubre de 2011, del “Vamos por Todo”, del “Cristina Eterna”, del “ténganme un poco de miedo a mí”, de las leyes de democratización de la justicia, y de la búsqueda de despojar a Clarín de algunas de sus señales, el proceso kirchnerista realmente iba por todo, realmente se cargaba la libertad de prensa, y la división republicana de poderes.
Cuando el objetivo máximo de desarticular esos graves riesgos fue conseguido, dijimos claramente: “Ok, hemos defendido a Clarín porque esto era severo, pero que nadie se olvide lo que es Clarín. Si ahora les permitimos que se conviertan en la referencia clave de la política no K, hará lo mismo que hizo siempre, y terminará instalando al próximo presidente”.
Tribuna, entonces, continuó en su línea independiente, pero advirtió que ya existían indicios de corrupción y de manipulación mediática de la indignación popular, de parte de los medios opositores al gobierno, y no calló. Tribuna nunca calló ante los Kirchner, pero tampoco ante un Clarín fortificado por ganar su guerra contra el gobierno, y que contrató a Jorge Lanata, el mismo que desde Canal 26 decía que la ley de medios estaba bien, y que Clarín mentía diciendo que los iban a sacar del aire.
Solo hizo falta que el grupo oligopólico por excelencia lleve a Lanata a sus medios radiales y televisivos, para que se diera vuelta, y comenzar a desandar sus propias posiciones, terminando con aquella recordada frase “no sabemos si el domingo estaremos en el aire”.
Lanata dijo eso a las 23 hs del domingo 3 de Noviembre de 2013, escasas 10 horas antes de que Clarín le presentara al AFSCA su plan de adecuación a la ley de medios, que sentaba bases para terminar con la locura en la que todos estábamos inmersos.
No hace falta aclarar que la noche del domingo 3, Lanata conocía mejor que nadie que apenas unas horas después el grupo se adecuaba: Solo que omitió decírselo a su audiencia. Prefirió asustarlos y manipularles la indignación, victimizándose.
El público de Tribuna
A partir de todo lo enumerado, desde el nacimiento de este medio fue lógico que Tribuna encontrara un nicho de alcance periodístico, donde habitaban, en una enorme proporción, los lectores autoidentificados como antikirchneristas.
Eran tiempos donde nuestras notas recibían más lecturas que muchas de La Nación, Perfil, y el propio Clarín, donde nuestras cuentas twitter crecían cotidianamente, y donde facebook veía compartidos nuestros artículos en decenas de miles de muros.
Cuando los cronistas y editorialistas de Tribuna cumplieron con su deber de comenzar a mirar hacia las elecciones del 15, porque CFK no tenía ya forma de presentarse, y porque irremediablemente iba a ser reemplazada por Macri, Scioli, o Massa, resultó lógico comenzar a alertar, tal como se lo había hecho con Clarín, acerca de los errores que cometía la oposición política al kirchnerismo, y de las irregularidades que ya se comenzaban a advertir con nitidez de parte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en la persona de su líder, Mauricio Macri.
Y entonces criticamos aquella estrategia republicana de Carrió, Sanz y Aguad, cristalizada en Gualeguaychú, porque veíamos que hacer antiperonismo en este país era demencial, y casi que garantizaba una derrota electoral y lo dijimos.
Y entonces advertimos meses antes de las PASO que Massa y Macri debían ir juntos, para ganarle a la sucesión del kirchnerismo, y también lo dijimos.
Allí comenzaron a aparecer ciertos chispazos entre la opinión de muchos de nuestros lectores, y lo que nuestros escribas observaban y planteaban.
Una gran cantidad ya estaba definida como antikirchnerista y antiperonista. No perdonaron que nosotros no acompañemos esas posiciones fanáticas, y que siempre consideramos absurdas.
No era Tribuna la que había cambiado su línea editorial, porque seguía señalando todo lo turbio lo que le pasaba por delante, y editorializaba, advirtiendo sobre los caminos de la oposición, que consideraba erróneos.
Esta secuencia se demuestra con una realidad incontrastable, que cualquiera puede verificar con solo recorrer editoriales y notas. Luego de las elecciones de Octubre de 2013, Daniel Scioli perdía en cualquier escenario ante Sergio Massa y Mauricio Macri.
Estaba prácticamente garantizado que ese régimen corrupto de 12 años había llegado a su fin. Pero se equivocaron tanto con las estrategias, los caprichos, y los presuntos purismos, que, un año más tarde, Scioli ya era primero en cualquier encuesta, y tenía chances de ganar en primera, tal como acontece en este exacto momento.
Lo dijimos; a muchos no les gustó: Era verdad.
Y no solamente era verdad, sino que no era culpa nuestra que eso hubiera acontecido. Muchos lectores terminaron tirándonos a nosotros los agravios que, en realidad, merecían los políticos que hicieron las que hicieron.
No era culpa nuestra que Lilita, histórica defensora de la lucha contra la corrupción, se hubiera aliado a Macri, a quien definió como su límite moral por ser corrupto.
Nosotros dijimos claramente “Se equivocan, así pierden”. Y nos putearon.
Hoy es nada menos que Julio Cobos el que dice “si hubiéramos hecho un frente amplio incluyendo a Massa, la elección ya estaba ganada”.
Y luego aparecieron datos puntuales de la corrupción imperante en el gobierno porteño, encabezado por Macri. Algo que, al igual que aquella historia de Néstor, Báez, y las bóvedas llenas de dinero, se conocía desde muchos años antes, pero simplemente no habían aparecido las evidencias para volcarlas periodísticamente. Hasta que se desanudó la verdadera trama del decreto 556/10 que habilita al gobierno de la ciudad a destinar partidas de hasta 2 millones de pesos por vez, para contrataciones presumiblemente urgentes, pero que terminan en manos de gente cono Niembro y el resto de los corruptos como él. ¿Debíamos callarlo acaso? ¿En nombre de qué?
El periodista y el editorialista tenían la obligación de decirlo, simple y sencillamente, porque era lo mismo que se había hecho con Los Kirchner.
Pero fue ese segmento de lectores el que nunca recibió con agrado que, con su candidato preferido, se hiciera el mismo periodismo objetivo y valiente que se hacía con los Kirchner.
Así llegamos a la situación actual, donde muchos de nuestros lectores son, básicamente, antikirchneristas y antiperonistas, y quieren que en Tribuna se publiquen únicamente artículos que hablen mal de los K, y del peronismo.
La gran diferencia actual entre Tribuna y los medios grandes, es que nosotros continuamos diciendo lo que consideramos negativo, y seguimos denunciando actos de corrupción o de violencia, independientemente de quienes los cometan. Mientras, ese periodismo masivo, que maneja millones y millones en pauta, publicidades diversas, y compra lisa y llana de sus plumas, se refugia en la hipocresía de escribirle a sus lectores, casi exclusivamente lo que saben que ellos quieren leer.
Porque el periodismo argentino independiente ya casi ha desaparecido, y esto debe ser comprendido a la perfección.
Porque la campaña electoral terminó de encolumnar opiniones, e instaló también en el periodismo esa famosa grieta, y hoy leemos a periodistas que cobran del gobierno nacional, para hablar bien de ellos y mal de Macri, y a periodistas que cobran del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de los círculos de poder económico para defender a Macri, y hablar mal del gobierno nacional.
Ninguno de los que escribimos en Tribuna recibimos ni recibiremos un centavo de parte de ninguna agrupación política, gobierno, ni sector de poder.
Tanto el kirchnerismo en su momento, cuanto PRO más recientemente, le hicieron llegar a Christian Sanz propuestas de financiamiento, para no hablar mal del oficialismo, los unos, y para recibir folletines preredactados por las usinas PRO, los otros, y publicarlos.
Sanz los mandó a realizar un tour por el sitio desde donde se proyectaron al mundo, usted entiende.
Entonces la pregunta del millón es una sola, y bastante simple.
¿Debemos los que hacemos Tribuna de Periodistas, imitar a esos medios que cobran del gobierno de la ciudad y del círculo rojo, y callar todo lo referente a Macri? ¿Debemos aceptar dádivas del gobierno nacional para ayudar a que Scioli se convierta en ese estadista que nunca fue ni será? ¿Debemos mentir repitiendo operaciones de prensa que dicen que Massa ya tiene la misma intención de voto que Macri?
¿O debemos continuar en nuestra línea de independencia diciendo simple y sencillamente, lo que pensamos, sea malo o bueno para unos y otros, según el tema?
Si hiciéramos lo primero, estaríamos manipulando hipócritamente la bronca de nuestros lectores, escribiendo las mismas notas sobre los K que hemos escrito durante años, y, básicamente, desvirtuando el propósito primero y fundamental de este oficio.
Ojo, nos resultaría extremadamente sencillo hacerlo. Repetir métodos y costumbres de robo que les conocemos y que les hemos denunciado a los K desde hace 12 años. No cuesta nada, las notas salen solas. Se pueden escribir 5 por día. Y garantizan éxito.
El problema aquí es que a mucha gente la han convencido que PRO constituía una alternativa decente al kirchnerismo. No nos maten por demostrar que esto es una falsedad.
Cuando mucha gente deposita su esperanza en determinado sector, o candidato, no nos maten a nosotros por pensar y escribir que la política es sucia, y que todos los dirigentes buscan el poder tan sólo para hacer negocios. Que patriotas hace ya largo rato que no quedan, y que lo mejor que puede hacer el ciudadano es no ser defensor ni militante de ningún dirigente, sino su principal contralor.
La verdad es que uno escribe para decir lo que genuinamente piensa. Nadie busca recibir aplausos ni menciones de honor. Pero lo menos que uno pretende es que esos lectores que hoy nos maljuzgan, no caigan en acusaciones burdas como que algunos “nos hemos dado vuelta”, de que “nos han comprado”, o de que “somos operadores” de tal o cual politiquejo.
Tribuna siempre le dio importancia a su foro de lectores, y fue, probablemente, el primer medio de comunicación que habilitó un foro para que sus lectores participen con su opinión.
De hecho, en muchas ocasiones nuestros columnistas interactúan con los lectores en esos foros, (tanto en el medio, cuanto en Twitter, o Facebook), algo que jamás hicieron ni harán esos periodistas rentados que tanta popularidad, reconocimiento, y dinero aquilatan.
Carlos Pagni anuncia en La Nación, como si nada, que Mauricio Macri devaluará el peso un 75%. Pero ningún lector de Pagni puede interpelarlo para que explique cuántos millones de argentinos se caerían del sistema ante una medida como esa.
Ahora, desde este foro nuestro, se alternan opiniones objetivas y que nos sirven mucho para ejercer cada vez mejor nuestra tarea, con otras (por estos días la mayoría), que son lisa y llanamente insultos, agravios, acusaciones banales, y que lo único que logran es desanimar la idea de redactar y publicar un artículo.
Sabemos que son tiempos de fanatismo, de defensa a ultranza de posiciones aunque se carezca de mayores fundamentos para hacerlo (tanto desde sectores K, cuanto desde sectores PRO), pero estamos llegando a límites delicados, cuando la sola acción de publicar un promedio de encuestas de intención de voto merece insultos, si es que no está ganando el candidato que algunos quieren que gane
Nos resistimos a subirnos a una calesita de oposición ciega, que dictamina lo que se puede decir, y cuáles son los personajes de los que no se debe hablar.
Para consumir esa hipocresía rentada y especuladora, hay un montón de medios grandes, medianos, chicos, y comunicadores independientes.
Nosotros siempre nos hemos manejado de otra forma. Y continuaremos siendo fieles a ese estilo, ya sea con miles de visitas aprobadoras de nuestras notas, o recibiendo insultos y acusaciones gratuitas.
Cualquiera que analice la situación de fanatismo imperante, e interprete todo lo antedicho, comprenderá rápidamente que, por ser quienes fuimos, quienes somos, y quienes siempre seremos, no tenemos otro camino para seguir.
Un caluroso abrazo a todos nuestros lectores, el afecto y el agradecimiento de siempre, y una invitación a distendernos un poco, entendiendo que no son estos periodistas los que merecen cargar con la responsabilidad de lo que hacen, o de lo que no hacen los dirigentes.