Hace hoy exactamente 40 años, nos despertábamos enterándonos de que había ocurrido lo que todos sabíamos que ocurriría. El golpe de estado más anunciado de la historia, finalmente había acontecido.
Si el regreso de Perón para algunos era una etapa histórica inevitable, hay que decir que resultó ser una catástrofe.
En apenas 3 años demolieron el sistema económico del país, dispararon la hiperinflación, y terminaron reprimiendo salvajemente a sus mismos soldados, los que habían hecho la revolución para lograr el ansiado retorno.
El tercer peronismo fue un perro que se mordió la cola, y se terminó comiendo entero. Naturalmente, la historia de la democracia reciente necesita que este tipo de cosas no se digan, aunque así fueron.
Por eso estamos llenos de payasos mediáticos que, aún 40 años después, cobran para contar por TV el abrazo Perón - Balbín, el cuento del viejo sabio, el león herbívoro, y toda esa sarta de tonterías que lo único que ocultan es que Perón simplemente tomó revancha de lo que unos asesinos salvajes le hicieron en el ´55, y de su posterior proscripción, desatando una guerra de guerrillas demencial, que satisfizo su enorme ego regresando al poder, que no pudo controlar al demonio que él mismo había desatado desde Puerta de Hierro, y que se murió dejando a la Argentina en una crisis terminal, y a su esposa bailarina de cabaret, (pobre mujer, al cabo), como presidente en funciones, para que la terminen derrocando los mismos asesinos salvajes de 20 años antes.
Pero el proceso militar que los sacó del poder y los reemplazó durante 7 años, fue todavía mucho más siniestro para la Argentina.
Porque actuó sobre los dos flancos claves de la época: la economía, y la cuestión social.
Y cometieron un auténtico genocidio en ambos rubros.
En lo segundo, tomaron lo que ya venían haciendo a las órdenes de Isabel Martínez, y lo potenciaron hasta el paroxismo. Secuestraron gente, (probablemente sí haya habido unos 30.000 secuestrados y torturados), y asesinaron a miles de personas de las maneras más crueles e intolerables que puedan imaginarse.
Pero no se limitaron a combatir y derrotar al enemigo, sino que prosiguieron en una incesante puja por aniquilarlo, y eliminar cualquier vestigio ideológico en la sociedad. Y hay que decir que aún matando a más de 10.000 personas, (cifras serias e imparciales), y aún cometiendo los crímenes más atroces de que se tenga memoria en el país, también terminaron fracasando. Un genocidio hecho y derecho, aunque inútil.
Y en el primer renglón, el económico, probablemente fueron tanto o más dañinos que con las armas.
Aplicaron una política neoliberal (que es el máximo liberalismo que puede aplicarse en la Argentina sin que vuele por los aires), de toma de deuda constante, favorecimiento de los grupos empresarios amigos, destrucción de la industria nacional, apertura irrestricta de las importaciones, y volvieron a convertir a la Argentina en esa factoría exportadora de granos y carnes, que es el rol histórico que el poder económico internacional le ha asignado a nuestro país.
Cualquier parecido con las acciones e intenciones del actual gobierno de Mauricio Macri, no es coincidencia, sino consecuencia: De ahí es de donde vienen. En esa política nacieron, se formaron, y se hicieron archimillonarios. A eso van.
La familia Macri comenzó el proceso militar con 7 empresas, y lo terminó con 47. Ni hablar de los que eran aún más poderosos que los Macri. Hicieron fastuosos negociados y fugaron al exterior fortunas.
El proceso tomó la Argentina con 25 millones de habitantes, un PBI de 51.000 millones de dólares, y U$S 7000 millones de deuda externa. Es decir, en 1976 la deuda era el 13.5% del PBI, y cada argentino le debía al exterior U$S 280 dólares.
Apenas 7 años después lo dejó con 29 millones de habitantes, un PBI de U$S 100.000 millones, y una deuda externa de U$S 42.000 millones. O sea, para 1983 la deuda pasó a ser el 42% del PBI, y cada argentino le debía al mundo U$S 1450 dólares.
Y esta es la parte del "Proceso" que pocos quieren contar. Que el daño siniestro no lo hicieron solamente con las armas que disparan balas, sino también con las lapiceras que firman deuda.
Ese genocidio económico del que la Argentina nunca más pudo recuperarse, aún con 30 años de democracia ininterrumpida acumulada, y del que se beneficiaron muchísimo unos pocos, que, casual, o no tan casualmente, hoy están en el poder.
Ante tanta historia contada por los que alternativamente ganan, alguna vez tenemos que contarla los que perdimos siempre.