Hace algunas semanas que el tema de moda es la Ley Anti- despidos impulsada por varios sectores de la oposición, quienes proponen prohibirlos durante un plazo de 180 días bajo la pena de la doble indemnización. Así es, pareciera que un grupo de legisladores se reunió en una gran oficina y se preguntaron cuál es el problema que deben resolver ¿los despidos? ¡Los prohibamos! Pero que fácil era ¿por qué el gobierno de Macri no lo hizo antes, solucionando los problemas con leyes que prohibieran todo aquello que molestara al pueblo y dejaba a todo el mundo contento?
Pero quién mejor para responder esa pregunta que la mismísima presidente saliente, Cristina Fernández de Kirchner, ya que mientras ejercía el mando del ejecutivo, en más de una ocasión, las centrales obreras le pidieron que prohibiera los despidos y que hiciera aplicar una doble indemnización en caso del incumplimiento de la norma –exactamente lo que hoy sus súbditos proponen-, a lo que ella respondió que jamás tomaría esa medida por más que objetiva y discursivamente sonara muy bien y que todos estarían de acuerdo si la aplicara, ya que los efectos serían los opuestos a los buscados por los trabajadores. Dijo además en aquel entonces y de manera textual que “una ley semejante es la mejor manera de agudizar y profundizar una crisis”.
Eso debe desconcertar a muchos ya que el Frente para la Victoria –acompañado por otros socios- propone hoy lo que hace un par de años consistía en un suicidio económico que solo lograría empobrecer al país según su propia líder, dichos que además fueron apoyados por varios de sus seguidores que hoy ocupan una banca en el Congreso Nacional, aunque hay que dejar en claro que ese respaldo no se redujo solo a ellos ya que al momento en el que la expresidente refutó el reclamo de los gremios usando los argumentos que hoy le niega a Cambiemos, ningún funcionario ejecutivo ni legislativo de su partido atendió aquel pedido ni intentó llevarlo a cabo siendo que en aquel momento la propuesta estaba sobre la mesa.
Pero ¿es entonces bueno o malo el proyecto?
Si lo que se busca es la inversión y su consecuente expansión económica e incremento de la mano de obra empleada, esto implica ni más ni menos que uno de los peores antecedentes institucionales que pueda dar un país y se traduce en que el sector privado no podrá tener la seguridad de disponer de sus recursos para actuar con ellos de la manera que le sea económicamente más ventajoso. Los defensores del proyecto aducen que este no desalentará la contratación de nueva mano de obra puesto que prohíbe los despidos de aquellos que fueron contratados antes de la entrada en vigencia de la ley y no los de los que lo fueron una vez entrada en vigencia ésta, pero lo que están demostrando es que aquí la ley de un día para el otro puede prohibirte lo que hasta hace 24 horas te permitía. Entonces ¿quién podrá asegurar que una violación a la propiedad privada como esta no volverá a ser puesta en práctica el día 181? Por lo tanto, ¿para qué correría un inversor ese enorme riesgo? La opción más sensata que los prohibicionistas le están dando a los empresarios es la de armar las valijas y crear empleo más allá de nuestras fronteras.
El único método para luchar contra el desempleo, es mediante una expansión de nuestra economía a base de la inversión local y extranjera, y con alivio podíamos decir que se iba por el camino correcto saneando de a poco y en tan solo meses las instituciones tan golpeadas en estos últimos 12 años. Esto comenzaba a dar sus frutos y podíamos verlos en anuncios de inversión privada en el país por más veinte mil millones de dólares, lo que permitió ver el enorme voto de confianza del sector privado nacional e internacional para con este nuevo gobierno; pero nadie puede asegurar que con la ley anti-despidos estas se lleven a cabo, de hecho, es más lógico pensar lo contrario.
De seguro detrás de este proyecto existe un grupo de ingenuos que no entienden cómo diablos se crea riqueza y sinceramente suponen que todo puede solucionarse a las prohibiciones e imposiciones estatales aunque la historia haya demostrado que eso solo ha creado pobreza en numerosos pueblos alrededor del mundo. Ese sector del prohibicionismo puede ser criticado por su ignorancia que debería ser remendada si pretenden hacer del país un lugar más próspero. Pero lo que es realmente repudiable es que, teniendo en cuenta lo desarrollado en la presente columna, es totalmente factible afirmar que el mayor número de legisladores que apoyan el proyecto en cuestión, lo hacen a sabiendas de las nefastas consecuencias que trae consigo, por lo que no nos queda otra alternativa que pensar que su finalidad es sabotear las políticas del nuevo gobierno.
Cuando el filósofo ultra-kirchnerista, Ricardo Forster, afirmó hace algunas semanas que él no quiere que le vaya bien al gobierno de Macri, hubo una lectura errónea del significado de su testimonio, muchos pensamos que solo se trataba de un fanático aislado que no quería el bienestar del país a no ser que éste se dé a través de su gobierno, pero nos equivocamos, sus dichos representaban el pensamiento de un amplio espectro de la oposición, quiénes hoy encontraron en la Ley Anti-despidos una buena herramienta para llevar a cabo sus propósitos.