El despido de Alfonso Prat Gay del Gobierno obedeció a un mix de desgaste en las relaciones personales y diferencias de criterio con el propio Presidente, cuya secuela podría ser un cañonazo contra las políticas de "gradualismo" económico.
Desde su nombramiento, Prat Gay se sintió el forastero de un equipo económico moldeado con especialistas del macrismo y ex directores ejecutivos de empresas, pero no hizo demasiados esfuerzos para adaptarse y ceñirse al rol de ministro edulcorado que le asignó el Presidente.
Su incorporación constituyó un aporte de la Coalición Cívica ARI —fuerza por la que fue diputado nacional entre 2009 y 2013— al Gobierno de Cambiemos pero en sus doce meses al frente del Palacio de Hacienda se mostró incómodo con la opción de Mauricio Macri de parcelar el abordaje económico en varias carteras.
Macri no cree en un "superministro" de Economía y tras el despido de Prat Gay ratificó la línea compartimentada de gestión: ordenó la subdivisión de Hacienda y Finanzas, en donde ascendió al rango de ministro al hasta ahora secretario Luis Caputo.
El mayor encono del ahora ex jefe de Hacienda apuntaba contra el rol de los coordinadores de Gabinete, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, a quienes debía rendir cuentas y quienes junto a Marcos Peña conforman el primer círculo concéntrico del poder.
Dicen que si la convocatoria no era del Presidente, Prat Gay optaba por mandar a las reuniones del equipo económico a un colaborador porque no se sentía a su altura. La tarjeta roja es, al cabo, otro espaldarazo para los ex CEOs de Lan y Pegasus.
Esas actitudes y sus constantes críticas contra el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, un hombre respetado en el Gobierno y del corazón PRO, le mostraron la puerta de salida.
Con este último tuvo diferencias públicas por el nivel de las tasas de referencia del BCRA, que Sturzenegger mantuvo altas para domar a la inflación, pero que para Prat Gay contribuyeron a mantener frenada la economía este año.
El desenlace quedó a la vista hace algunas semanas cuando Macri decidió correr al ministro de las negociaciones con la CGT, los gobernadores y la oposición para reformar el impuesto a las ganancias, luego de que el proyecto oficial —atribuido a Prat Gay— naufragara en la Cámara de Diputados.
En el año, el ex JP Morgan y ex jefe del Banco Central (2002-2004) fue la cara de algunos goles oficiales, como la salida del cepo, el acuerdo con los holdouts y el blanqueo de capitales, pero también quedó expuesto por el salto de la inflación, el parate económico y la imposibilidad de cumplir con las metas fiscales.
Según fuentes oficiales, el rojo fiscal es una de las obsesiones del Presidente y si bien están fijadas las coordenadas -el objetivo es cerrar 2016 con 4,8% del PBI y reducirlo a 4,2% en 2017- había diferencias en el "cómo hacerlo".
Durante su año en Hacienda, Prat Gay destacó varias veces el ritmo gradual del ajuste económico en marcha, sobre todo a la hora de comunicar los vaivenes del aumento de tarifas en los servicios públicos. Así, su salida y la de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas con pocos días de diferencia pueden ser interpretadas como un volantazo de Macri para ordenar más rápido las cuentas.
Según las fuentes, no hay margen para reciclar a Prat Gay dentro del Gabinete. Eran conocidas su aspiraciones de convertirse en canciller. Elisa Carrió, su jefa política, salió rápidamente a respaldar la decisión de Macri para evitar fricciones.
Dujovne es precisamente un especialista en cuestiones macroeconómicas, surgido de la Fundación Pensar, la usina de ideas del PRO. "En materia fiscal, la principal duda de los inversores se refiere a la capacidad del Gobierno de reducir el déficit", escribió, quizá premonitoriamente, hace algunas semanas.