Luis Caputo, el ascendente ministro de Finanzas, cumplió esta semana a rajatabla con el pedido del presidente Mauricio Macri y aprovechó la avidez financiera por títulos públicos de la Argentina para realizar una sobrecolocación de deuda: tenía previsto U$S 5.000 millones y terminó tomando $ 7.000 millones.
El objetivo es blindar financieramente al país por si las inversiones demoran más de lo previsto o, aún peor, si el efecto Trump pone patas para arriba al mundo y los capitales empiezan a irse de los países emergentes.
Siempre el objetivo fue resolver las necesidades financieras para este año lo más rápido posible, sin perder de vista que se trata de un año electoral, y se va logrando.
Menos concretos, pero no por eso carentes de efectividad, los ministros de Hacienda, Nicolás Dujovne, y de Producción, Francisco Cabrera, hicieron denodados esfuerzos en el Foro de Davos para convencer al mundo de que la Argentina está de vuelta, con derecho a jugar en primera en el radar de las inversiones.
Cabrera, incluso, se trajo del frío de Davos una promesa de inversión de la automotriz japonesa Nissan por U$S 700 millones con destino a una planta en Córdoba.
Ambas gestiones describen el escenario que pretende construir Macri para este 2017, ante un Brasil que no termina de reaccionar, y un primer mundo que debe estar cada vez más alerta al terrorismo que a pensar en cómo crecer.
El terrorismo global, daño colateral del choque de civilizaciones descripto por Samuel Huntington, empieza a tener un impacto económico profundo, no sólo por su capacidad de destrucción, sino por su sentido desestabilizador, un elemento clave a la hora de ponerle obstáculos al desarrollo.
Dujovne habló en varios encuentros del tradicional Foro de Davos y repitió que la Argentina ya está creciendo, y se encamina a una recuperación del 4% este año.
El mismo guión utilizó el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger.
Dijo ante financistas que ya en diciembre se confirmó que la caída de la economía argentina tocó fondo y empezó a crecer, y que ya se nota en el consumo y la actividad económica.
Sturzenegger ponderó, además, que la inflación empieza a aplacarse y dijo que existen chances cada vez concretas de cumplir con las metas de 17% para todo 2017.
El rol activo en el megaencuentro en Suiza, y el road show financiero por Londres y Nueva York, representaron también una prueba de fuego para los funcionarios, luego de las fuertes señales emitidas por Macri de que de ahora en más no habrá más oportunidades de salirse del libreto y todos deberán tocar la misma sinfonía y trabajar en equipo.
El desplazamiento de Alfonso Prat Gay del ministerio de Hacienda, de Isela Costantini de Aerolíneas Argentinas y de Carlos Melconian del Banco Nación dejaron en claro que el derecho a disentir en un gobierno macrista tiene sus límites.
Queremos trabajo en equipo, alineados y con una estrategia cada vez más homogénea, fue el mensaje transmitido por la Jefatura de Gabinete.
Dujovne y Javier González Fraga, quien reemplazó en forma sorpresiva a Melconian en el Nación, saben que no tendrán oportunidad de juego propio, y que de ahora en más todas las decisiones económicas deberán pasar por el tamiz de Marcos Peña, alter ego de Macri.
El ministro de Hacienda es optimista: sabe que este año habrá un rebote de la economía, que los analistas más optimistas ubican en el 5 por ciento.
Para Dujovne, esto no hubiese sido posible sin normalizar la economía y reconstruir el esquema de tarifas y de precios en los sectores regulados.
El mayor optimismo a nivel inversiones está vinculado con el sector energético: el ministro de Energía, Juan José Aranguren, le informó a Macri que se alcanzó un récord en combustibles renovables.
Pero el optimismo se diluirá rápido si la Argentina no da señales de avanzar en viejos obstáculos que esmerilan su competitividad.
Las empresas siguen soportando niveles de presión impositiva altísimo, y ya entidades como la UIA y la Cámara de Comercio han presentado propuestas para reformular el sistema tributario.
Sin dejar de mirar el gasto público, Dujovne está de acuerdo con la necesidad de introducir cambios en materia impositiva.
Cree que el sistema productivo es "caro", y que se necesitan más acuerdos entre empresas y sindicatos para reducir el costo de fabricar en la Argentina.
El camino no parece ser un lecho de rosas: el gobierno pretende replicar rápido en otros sectores el convenio excepcional firmado con los petroleros para Vaca Muerta.
Los próximos en la lista son los metalúrgicos, un sector de mano de obra intensiva que tuvo su época dorada durante el kirchnerismo, y donde los cambios deberán enfrentar fuertes resistencias.