En el marco del debate por el uso de la planta de cannabis medicinal y sus derivados a efectos de tratar puntuales dolencias, el sitio Chequeado se animó a hacer un relevamiento del tema, como suele hacerlo. Siempre con profesionalidad y basándose en evidencia científica.
Este ha sido el resultado, publicado en su propio portal:
Los fundamentos utilizados son, casi siempre, el reporte de experiencias individuales de pacientes o familiares que han utilizado los cannabinoides con éxito cuando otras alternativas no les habían dado buenos resultados. Los reportes individuales no deben ser subestimados y, de hecho, fueron escuchados en el contexto de la sesión en el Senado de la Nación que culminó con la aprobación de la ley en cuestión, que fue promulgada esta semana por el Poder Ejecutivo Nacional.
Sin embargo, no son la única ni la mejor fuente de evidencia para determinar la efectividad de las intervenciones porque se encuentran expuestos a infinidad de sesgos, entendidos estos últimos como variables que hacen una estimación menos válida o creíble.
De hecho, por cada persona/paciente que reporta buenos resultados podrían existir varios que reportasen malos resultados, si alguien les preguntara. Otros aspectos muy relevantes son el efecto placebo (fenómeno por el cual los síntomas de un paciente pueden mejorar por una sustancia sin efectos directamente relacionados con el tratamiento de la enfermedad) y el sesgo de memoria (cuando un paciente recuerda hechos atravesado por su sensibilidad, lo que puede generar que estos sean erróneos), que hacen que la información que entregan los casos individuales sea poco confiable.
Para definir entonces la eficacia de una intervención como la de los cannabinoides, evitando los sesgos, son necesarios estudios adecuadamente diseñados que comparen dicha intervención contra otras alternativas o contra el placebo. A continuación, analizaremos la información existente sobre la efectividad de los cannabinoides en el manejo de diferentes condiciones médicas. Para ello realizamos un análisis riguroso de los estudios científicos aleatorizados publicados hasta la fecha.
Como se detalla en el documento técnico, que contiene un relevamiento de cerca de 80 ensayos clínicos que evaluaron a alrededor de 6.500 pacientes, no existen pruebas confiables sobre la efectividad de los cannabinoides en el manejo de la mayoría de las condiciones en las que fueron estudiados.
Esto significa que los estudios realizados en general no muestran beneficios relevantes o tienen problemas metodológicos que hacen que sus resultados no sean confiables.
La aseveración anterior incluye a los pacientes con síntomas de ansiedad, autismo, con convulsiones, náuseas y vómitos generados por la quimioterapia de los pacientes con cáncer, la depresión, el glaucoma, los síntomas en pacientes con enfermedad de Parkinson y los síntomas psicóticos, los trastornos del sueño, el síndrome de Tourette, y la estimulación del apetito y ganancia de peso en pacientes con infección por VIH en etapa avanzada.
En cambio, sí existen pruebas confiables de la eficacia de los cannabinoides para el tratamiento de pacientes con dolor crónico. En este último caso, sin embargo, no queda claro cuál es la magnitud del beneficio.
Por último, existe evidencia científica confiable que indica que existe un aumento del riesgo de sufrir efectos adversos, incluso graves, por los cannabinoides a corto plazo. Los más frecuentemente reportados son gastrointestinales (vómitos, diarrea), neurológicos (recaída de esclerosis múltiple), renales (infección urinaria) y respiratorios (disnea, neumonía).
En conclusión, existen pruebas científicas confiables sobre la eficacia de los cannabinoides para el tratamiento de espasticidad y el dolor crónico, así como también de un aumento en el riesgo de efectos adversos. Para todas las demás condiciones médicas para las que los cannabinoides fueron estudiados, la efectividad de los mismos es dudosa.