Lo que ocurre en la actualidad en Venezuela llama la atención por la perversidad de un gobierno que quiere por todos los medios mantenerse en el poder, pese a la crisis que ha desatado. Sin embargo, si uno se pone en la tarea de reconstruir la política interna de ese país, se da cuenta de que este caos absoluto no es otra cosa que el final inevitable de un populismo sin límites.
En efecto, al terminar la dictadura de Pérez Giménez en el año 1958, los venezolanos se dieron a la creación de un sistema que, en teoría, tenía mucho que ver con el de la Alemania de posguerra. Se reconocieron dos partidos (ADECO, un socialismo democrático, y COPEI, una democracia cristiana) y se estableció una imposibilidad legal de crear partidos contrarios a la democracia (o sea, partidos nazi-fascistas o comunistas). El acuerdo también se refería a que los dos partidos legalizados se sucederían en el gobierno del país, impidiendo así que uno de ellos se eternizara en el poder.
Quizás los que idearon este sistema creyeron que era suficiente garantía que estos dos partidos cubrieran un 70% del padrón electoral. No tuvieron en cuenta la efervescencia que caracteriza a la política de Latinoamérica, así como tampoco su poca institucionalidad y las relaciones clientelares que en nuestro continente, durante mucho tiempo, le restaron eficacia a la democracia representativa. Por último, puede decirse que no se tuvieron en miras los constantes intentos marxistas por instaurar dictaduras afines a la llamada Revolución Cubana.
Todo esto facilitó que, en el año 1992, el teniente-coronel Hugo Chávez Frías se levantara en armas para dar un golpe de Estado contra el presidente constitucional Carlos Andrés Pérez. Si bien el golpe fracasó, desnudó las falencias del llamado régimen de “Punto Fijo”. Chávez fue encarcelado pero luego sería indultado y, tras una inesperada visita a Cuba, se daría a la creación de un movimiento político autoritario y anti-sistema. Éste tendría como ideología un singular cóctel de marxismo (por sus permanentes reclamaciones contra el imperialismo capitalista), nacionalismo militarista (por su exaltación de la figura de Simón Bolívar y de la identidad venezolana) y populismo (por su decisión, tras el fallido golpe, de intentar legitimarse electoralmente para construir una dictadura desde el Estado, apelando a un concepto de “pueblo” abstracto y homogéneo que no dejaba lugar a la disidencia). Así surgió el llamado “socialismo del siglo XXI” o “bolivarianismo”, que parecía olvidarse de que tanto Bolívar como su antecesor, Miranda, habían sido declarados admiradores del modelo inglés.
Llegado al poder, Chávez firmó importantes convenios con la Federación Rusa para la compra de armamento con el objeto de modernizar el ejército y hacerlo uno de los más poderosos de América Latina. También apoyó a las FARC cuando éstas buscaban refugio en el territorio venezolano y estrechó lazos con Irán, en momentos en que los ayatolás desarrollaban un programa nuclear contra lo prescripto por la ONU y brindaban protección a una rama del terrorismo islamista que ya se había hecho presente en nuestro continente. Los medios de comunicación independientes, de a poco, iban siendo comprados o silenciados con multas arbitrarias o privilegios extorsivos, preparándose el terreno para una dictadura.
La corrupción, lejos de disminuir, aumentó al amparo de una creciente concentración del poder, dando origen a una nueva aristocracia de los llamados “boliburgueses”. La corrupción y el despilfarro de dinero por toda América Latina, apoyando fuerzas políticas autoritarias afines, superaron lo imaginable. Basta recordar que en nuestro país, al llegar un avión con funcionarios argentinos y venezolanos, a Antonini Wilson se le descubrió una valija con 800.000 dólares que luego reconocería que eran para la campaña de Cristina Fernández. Investigaciones posteriores darían a entender que dichos vuelos eran bastante asiduos, y que lo que se encontrara habría sido apenas un “vuelto” dada la magnitud de las cifras que se manejaban. El entonces embajador argentino en Venezuela afirmaría desconocer las operaciones que se mantenían, por canalizarse ellas a través de canales informales y directos con el ministro de planificación Julio De Vido, en una especie de “embajada paralela”.
Con todo esto, queda claro que Chávez nada hizo por mejorar la estructura económica de su país. Ella permaneció dependiente de la venta de petróleo a elevados precios internacionales e incapaz de garantizar siquiera un mínimo de autoabastecimiento de alimentos, provenientes los mismos en su mayor parte de Estados Unidos y Colombia. Todo el orden social dependía básicamente de la buena situación financiera de PDVSA, la empresa petrolera venezolana. Sin embargo, aunque parezca increíble, Chávez fue capaz de asesinar a la gallina de los huevos de oro. Como siempre ocurre en estos casos, un dictador, o alguien que aspira a serlo, no busca a los más capaces como colaboradores, sino a los más obsecuentes. Desde el momento en que Chávez estatiza PDVSA y la llena de acólitos, sumado a que con los años los precios del petróleo, aunque siguieron altos, ya no estaban tan por las nubes, el gobierno perdió buena parte del soporte financiero que lo mantenía en el poder.
Al fallecer Chávez, Maduro llega a la presidencia para capitanear la última fase de la “revolución bolivariana”, con una crisis en ciernes y un Estado cada vez más opresivo y autoritario. Y bastante bien hizo su trabajo si lo juzgamos por la medida en que profundizó y potenció ambas tendencias. Aunque, si bien la matriz era la misma, desde un principio se pudo advertir que la situación empeoraría más aceleradamente, cuando comenzó a afirmar que recibía mensajes de Chávez a través de un pajarito. Sí, quizás, nadie pensó que su obsesión por el poder llegaría a tanto, como para hacer sufrir y padecer hambre y violencia a un pueblo en la forma en que hoy ocurre. El caos es sencillamente escalofriante, sin libertades, con bandas criminales contratadas por el gobierno que atacan y atemorizan a la población, con desabastecimiento de los productos más básicos, con una inflación galopante, con personas que mueren de hambre o por falta de atención en las colas de los hospitales, con presos políticos con penas en potencia de hasta 25 años y muertos por la represión que se cuentan de a cientos, etc.
En definitiva, el populismo no es una forma distinta de democracia, como algunos pretenden decir, sino una variante del autoritarismo. Nada nuevo. Aunque ahora parece aflorar en los países más avanzados, acaso por el impacto social de la transición de la globalización, suele ser más común y profundo en los países pobres, con masas sojuzgadas, desinformadas y manipuladas por el Estado. En el populismo los habitantes no son ciudadanos, sino súbditos que le deben un total acatamiento al gobierno. No hay en él una verdadera división de poderes, sino un dictador que cree poder hacerlo todo, y que todo lo que hace lo hace mal. ¿Qué le agregó Maduro a todo esto? Una extraordinaria alienación patológica por el poder. Por eso decimos que este final no es algo que deba sorprendernos. Todo populismo tiende, a la larga, al mismo caos.
Lo del pajarito es mínimo comparado con la del hijo " si EE UU interviene en Venezuela entraremos en NY con nuestros fusiles" El padre habla con un pajarito y el hijo habla boludces.calle
Para evitar un fraticidio y derrame de sangre entre hermanos, deberian copiar la hazaña de los Hondueños, que derrocaron en medio de la noche, y siendo escoltado en pijama y chancletas al fuerte de Zelayas, siendo esta una operacion perfecta. Lo derrocaron, sin pena ni gloria y asi se evito una guerra injusta con un pueblo desarmado.
Que no se equivoque el autor; Venezuela no es "el final inevitable de un populismo sin límites", ES EL COMIENZO DE "CUBA 2", comunismo sin límites...
Que no se equivoque el autor; Venezuela no es "el final inevitable de un populismo sin límites", ES EL COMIENZO DE "CUBA 2", comunismo sin límites...
Gracias a todos por los comentarios. Ottavio casio: coincido. Quizas debi explicitarlo mas. El fin del populismo es el comienzo de una dictadura totalitaria. Aunque venezuela, en esas condiciones, no podra tener el apoyo de la ex urss ahora inexistente, el cual necesita por las contradicciones de su modelo.