El peronismo no sabe qué hacer con Cristina. Creían que podían guardarla en ese depósito de expresidentes en desuso que es el Senado, pero se resiste con uñas esculpidas y dientes postizos. En la Casa Rosada cada ex presidente tiene su busto. En el Senado, en cambio, los expresidentes son sus propios bustos de carne y hueso. “¡¿Vivos?!”, preguntaría Susana. En el caso del riojano sería bueno que alguien se acercara a su banca a comprobarlo de tanto en tanto.
Hace un tiempo se repusieron las esculturas que adornan el Congreso Nacional. Muchos turistas que se acercaron a admirar los grupos escultóricos se sorprendieron por su pésimo estado de conservación, pese a que fueron recientemente colocados. “No, esos son los senadores, las estatuas estaban en la entrada”, tuvo que aclarar el guía que conduce las visitas.
Cristina y Cristina desearía devorarse al PJ como quien se come un matambre suturado con hilo grueso. De hecho, ahí estaba Gioja, flanqueándola en esa conferencia de prensa a la que sólo faltaron los presos, los impresentables y los Aníbal Fernández. El PJ y Cristina se odian mutuamente, pero se siguen necesitando.
El peronismo es caníbal. Si no puede devorarse a sus enemigos se termina engullendo a sus amigos.
El peronismo tiene hambre. Después de las últimas elecciones en las que sacó un resultado magro, amargo, está famélico y no tiene qué comer.
Estamos asistiendo a un acto de canibalismo brutal. Como cada vez que el pueblo decide ponerlos en la oposición, los peronistas necesitan devorarse a quien tienen enfrente. Siempre lo han hecho así: se han devorado a todos los gobiernos que no pertenecían a su signo. Se fagocitaron a Illia, a Alfonsín, a De la Rúa y ahora, desesperados por el hambre de poder, como no pudieron devorarse al gobierno, impotentes, se están comiendo entre ellos.
Ya encendieron el fuego y pusieron la olla en el Senado; se acaban de atar la servilleta al cuello para entregarse al viejo ritual del canibalismo. ¿Quién se comerá a quién?
No es casual que uno de los nombres más emblemáticos del peronismo sea Aníbal. Recordemos que Aníbal fue el cocinero de Menem, de Duhalde, de Néstor y de Cristina. Todos ellos protagonistas principales de la cena que se hicieron con Alfonsín primero y con De la Rúa después. Hoy Aníbal es un cadáver político. Pero muerto Aníbal, hoy los peronistas pueden decir “todos somos Aníbal”… Aníbal Lecter, el protagonista de la novela de Thomas Harris, The Silence of the lambs, publicada en 1988 y que años después se llevó al cine en una versión que no le hace justicia al libro original. Y entonces, una vez más, la literatura nos explica la realidad.
Hace unos meses hablamos del “El silencio de los insolventes”. Hoy voy a comentar la secuela, “El silencio de los insolventes II”. En esta versión, Aníbal se declara insolvente para ocultarle bienes a la justicia que le viene pisando los talones.
En la novela de Harris, la joven detective Clarice Starling, debe acercarse al caníbal, el Dr. Lecter, internado en un manicomio, para encontrar un criminal que asesina mujeres y se viste con la piel de sus víctimas. En nuestra versión, la bella y joven detective está interpretada por Mary Eugenie Vidal, quien debe entrar en la mente del caníbal. De hecho, no sólo se mete, sino que incluso, le saca un par de jugadores que le quedan y, paradójicamente, ella se los termina devorando.
En el original, el Dr. Lecter y Búffallo Bill, el asesino, se comprenden porque ambos son criminales psicópatas aunque provienen de lugares diferentes. En la nuestra, en cambio, provendrían del mismo lugar y no serían criminales psicópatas sino todo lo contrario: psicópatas criminales.
Para no caer en la olla humeante del peronismo, Cristina empujó a sus antiguos socios, lugartenientes, ministros y testaferros: ya lanzó al agua hirviendo a Lázaro Báez, acompañado por un delicioso plato de Manzanares, el contador de Cristina; la vajilla y los vasos para beber la sangre humana la aportará Julio De Vidrio. Está el toque de la cocina francesa aportado por Aimee Boudou. Los condimentos chinos corren por cuenta de Zannini; el infaltable toque de Medio Oriente lo puso Yussuf Khalil, el queso lo aporta el Pata Medina, la mortadela el “Caballo” Suárez y ahí los siguen en el fondo de la olla Jorge Chueco, Daniel Pérez Gadín, Manuel Vázquez, José María Nuñez Carmona y Claudio Minicelli.
Ese es hoy el alimento con el que se nutre el PJ mientras descarta lastre. O lastra descartes. La pregunta queda abierta: ¿El PJ se comerá a Cristina o Cristina al PJ? Hoy son todos “cenadores”, pero con “C”. Hoy el caníbal se comió a Aníbal. Buen provecho.