Sabido es que al presidente Mauricio Macri le encanta el fútbol. Él mismo lo admite y lo demuestra. Es un hombre "futbolero", un amante del deporte más popular de la Argentina. Incluso, movilizado probablemente por esa pasión, se permite ciertas licencias, como su comentario burlón -y desubicado por cierto- a un niño que lucía indumentaria de River durante una visita a Mendoza esta semana: "Te fuiste a la B", le dijo Macri, reconocido simpatizante de Boca, al pequeño.
Aun en plena corrida por el dólar, que mantuvo su tendencia alcista en los últimos días hasta acercarse incluso a los 25 pesos por unidad para la venta, y en medio del sismo generado en la opinión pública por la decisión del Gobierno de volver a solicitar dinero prestado al Fondo Monetario Internacional (FMI), el jefe de Estado se permite ese tipo de bromas, más allá de que Boca acaba de consagrarse bicampeón argentino.
Los "futboleros", por otra parte, saben que en ese deporte que tanto exalta sus emociones las estadísticas suelen ser determinantes para garantizar, o no, la continuidad de un proyecto de trabajo y conocen bien de qué se está hablando cuando se dice que algunos resultados lisa y llanamente son "saca-técnicos".
Por ejemplo, perder un clásico o caer por goleada tras una seguidilla de actuaciones poco convincentes son generalmente "resultados saca-técnicos".
Los amantes del fútbol así lo entienden, y Macri también.
Una decisión radical, de "cirugía mayor"
Frente a un nuevo revuelo cambiario en la plaza doméstica, la Casa Rosada volvió a reaccionar con celeridad, pero en esta ocasión, tomó decisiones más radicales, como gestionar de urgencia un crédito con el FMI.
De esa manera, el Gobierno buscó calmar las turbulencias internas y acallar también ese murmullo externo que se había generado producto de los brincos del dólar y la consecuente devaluación del peso.
En ese contexto, firmas influyentes en el universo financiero internacional casi como que sugerían a inversionistas extranjeros abandonar sus posiciones en la Argentina.
La semana anterior, la gestión macrista había dispuesto una serie de medidas coyunturales para tratar de bajarle la fiebre al billete estadounidense, como por ejemplo, subir al 40% la tasa de política monetaria.
Aquel paliativo no alcanzó y entonces la Casa Rosada optó por acudir al FMI en busca de auxilio.
Se trató de una medida de "cirugía mayor" aplicada en un momento de máxima complejidad para el Gobierno, más allá de que en sus planes de "apertura al mundo", probablemente en la cabeza de Macri y compañía merodeaba la idea de regresar al Fondo en el corto o mediano plazo.
¿A qué se debió la urgencia? ¿Por qué salir a pedirle ayuda al FMI, ese organismo cuya simple mención provoca urticaria en amplios sectores de la población nacional, cuando quizás aún era posible sortear la tormenta con instrumentos de navegación propios, "made in Argentina"? Tal vez porque Macri, así como conoce de los resultados "saca- técnicos" por su condición de "futbolero", sabe que cuando las hienas del mercado financiero comienzan a olfatear sangre, el riesgo de inestabilidad económica y política para los gobiernos de países emergentes puede llevar a tornarse significativo.
El ex mandatario Fernando de la Rúa bien puede dar cuenta de ello.
La pelota, ¿en campo del Gobierno?
Macri entiende de qué se trata y seguramente es consciente del peligro latente. Es un hombre de negocios convertido en dirigente político y, ahora, en Presidente de la Nación.
Incluso en su gabinete cuenta con funcionarios que han estado "del otro lado del mostrador" y en estos momentos lo acompañan en la gestión pública, así que no deberían ser considerados como "improvisados" cuando se enfrentan al desafío de lidiar con ese tipo de intereses financieros, con los "gangsters de la timba" que tanto daño le han causado a la Argentina en otros tiempos.
Una "timba" que, dicho sea de paso, se reanudó con fuerza en el país tras la llegada de Cambiemos al Poder, en diciembre de 2015, y si bien hasta el momento el Gobierno parecía mantener la pelota bajo control, y en su campo, los recientes saltos del dólar, el engorde sistemático de la deuda externa por parte de la Casa Rosada y el regreso al FMI comenzaron a agitar cada vez con mayor intensidad los fantasmas de 2001.
Macri y compañía insisten en que no deberían existir motivos para alarmarse (más), después de las medidas tomadas en los últimos días.
Pero en la intimidad, los estrategas de la alianza Cambiemos, incluido al jefe de Estado, seguramente tienen presente que las crisis financieras agudas suponen para los Gobiernos el mismo riesgo fatal que algunos resultados "futboleros" para directos técnicos cuestionados por malos desempeños.
Por el momento, han tomado decisiones en consecuencia o al menos, eso parece.
"Ruido político interno"
Si bien la fundadora de Cambiemos Elisa Carrió ha vuelto a cargar con dureza contra el "gurú" ecuatoriano Jaime Durán Barba, a quien le reprocha su estrategia comunicacional en momentos de notoria adversidad para el Gobierno -la imagen de Macri se sigue deshilachando e incluso está empezando a arrastrar a la de María Eugenia Vidal-, el Presidente se empeñó en estos días en pedir calma, prudencia y racionalidad.
El ex alcalde porteño se reunió con funcionarios, incluido al ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en su regreso al país tras su encuentro con la cúpula del FMI en Washington, también con empresarios y con gobernadores peronistas, a quienes les solicitó expresamente que "no boicoteen" la decisión de la Casa Rosada de acudir al Fondo.
Según averiguó la agencia Noticias Argentinas, Macri -que también se mostró junto al gobernador mendocino, Alfredo Cornejo, crítico de la política tarifaria del Gobierno, y a la bonaerense, Vidal, cuya imagen positiva se desplomó en las últimas semanas- le pidió a los mandatarios del sector "dialoguista" del Justicialismo que eviten el "ruido político interno" durante las negociaciones con el FMI.
Si bien trascendió que no les solicitó un "apoyo explícito", sí les remarcó la importancia de que, en este contexto, "sumen racionalidad y prudencia".
De todos modos, la disputa en el Congreso entre oficialismo y oposición en torno del sostenido aumento de tarifas de servicios públicos en el país supone otro dolor de cabeza en continuado para el Gobierno, en especial, tras la media sanción otorgada en la cámara de Diputados.
El próximo miércoles, el proyecto empezará a ser discutido en el Senado y en caso de ser aprobado, Macri lo vetaría.
Y volviendo al ámbito de la "timba" para terminar, el vencimiento de Letras del Banco Central (LEBAC) por unos 674.000 millones de pesos podría ocasionar entre lunes y martes nuevas tensiones con el dólar en la plaza doméstica, allí donde las hienas, cuando huelen sangre, pueden terminar condenando a un Gobierno a irse a "B", por más indignación y daño que su voracidad financiera vaya a producir en la sociedad.