Tanto la señora Elisa Carrió como Néstor Kirchner en su momento, y Cristina Fernández ahora, se esforzaron -y lo siguen haciendo, obviamente- en diferenciarse unos de otros. En especial, Lilita.

¿Pero son tan distintos? En realidad, parecería que tienen más similitudes que diferencias, a saber: emocionalmente inestable, Carrió nada tiene que envidiar a los Kirchner.

Como ellos, cree que la ley escrita está por debajo de sus sublimes creencias.

Así el estado de derecho se transforma en una cuestión sujeta a sus caprichos.

La anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, también significó un punto de coincidencia entre ellos.

Fervientes, pero tardíos defensores de los derechos humanos de los terroristas que asolaron nuestro país, afirman con sus ideas que justicia es condenar a las fuerzas armadas y elogiar la lucha de los jóvenes idealistas que asesinaban a quienes pensaban distinto.

Mientras una de las etapas más sangrientas de nuestra historia se desarrollaba, los apellidos Kirchner y Carrió se ligaban en un objetivo común: el personal.

Todos ejercían su actividad profesional, que por casualidad era la abogacía, profesión que nunca pusieron al servicio de la defensa de los derechos humanos, vocación que extrañamente les brotó treinta años después.

Kirchner-Carrió, Carrió-Kirchner, y la firme creencia que son enviados por un poder sobrenatural para dirigir el país, salvadores providenciales de la Nación que tienen el sagrado designio de violar la Constitución para lograr su destino de casi dioses.

Otra coincidencia es su admiración por el ex dictador cubano Fidel Castro, extraño sentimiento compartido por quienes dicen respetar la vida humana y protectores de la democracia.

Lo cierto es que dentro de una ambigüedad moral, de una fe cristiana acomodada a sus necesidades, de una visión parcializada de la justicia, las vidas de los Kirchner y Carrió recorren un camino común, el de lograr el poder máximo.

Para ello la falta de escrúpulos, la mentira y el engaño les son un instrumento compartido, el cual utilizan para lograr sus fines personales.

Las alianzas con quienes piensan diametralmente opuesto también son válidas para sumar adeptos.

Vale recordar que Lilita se alió con Margarita Stolbizer primero, Pino Solanas después y, finalmente, con Mauricio Macri y la UCR para conformar Cambiemos. Claro que le dicen transversalidad o puntos coincidentes para el bien común.

Otra coincidencia es el odio a los Estados Unidos, cuando ambos dependieron de ellos.

Los Kirchner, infinidad de veces fueron a los Estados Unidos a hacer “marketing” para sus respectivas campañas presidenciales y lobby para los capitales transnacionales a los que tanto “combatían”, pero los invitaron a invertir en nuestro país.

Carrió, por su parte, esperó durante meses y meses, e imploró al Senado de los Estados Unidos para que le envíen los informes de corrupción y lavado de dinero y comenzar así su maratónica carrera de “denunciante profesional”, en aquel acto en el Congreso Nacional, en noviembre de 2001, donde utilizó esos mismos informes conseguidos gracias a los parlamentarios estadounidenses para lanzar su campaña política a poco tiempo de romper con la UCR.

Y la pregunta es: si ambos los odian, ¿por qué los buscan?

Pero no todas son coincidencias, también tienen una diferencia sustancial, y es que a Lilita de ninguna manera se la puede acusar de corrupta o ladrona, sino todo lo contrario.