El más regresivo, despreciado y vapuleado impuesto que se conoce, el que más pataleos despertó entre la gente y que nació “por un tiempito nomás”, para solventar un problema de caja transitorio en las cuentas públicas, cumple hoy 35 años desde que empezó a manotear los bolsillos de los argentinos.
Estamos hablando del odioso Impuesto a los Débitos y Créditos bancarios, o como se le dice de entrecasa, el Impuesto al Cheque.
Aunque todos le echen la culpa de esta creación infame a Domingo Cavallo (que culpas no le faltan) el primero en perpetrar tamaña maldad fue Jorge Wehbe, quien fuera ministro de Economía bajo la presidencia de facto de Reynaldo Bignone.
En 1983, Wehbe estampó su firma en este engendro que se quedaba con el 1 por mil que fijaría la ley 22.947 y que desde ese momento se iba a agarrar de los contribuyentes como una tenaz garrapata que no hay pipeta que pueda exterminar.
Esta ley se sancionó el 14 de octubre de 1983 –hoy se cumplen 35 años- y contra todas las críticas por distorsivo, por injusto, por favorecer los pagos en la informalidad y blá, blá, blá, se aplicó y a llorar todos a la iglesia. Con los años se fueron introduciendo distintas modificaciones hasta que en 1992 se suspendió.
Pero esta malévola alícuota, como el bacilo de la peste -que según Albert Camus está escondido en algún lugar olvidado del mundo esperando que algo lo despierte para salir a matarnos-, se quedó a la espera de que llegara algún otro gobierno argentino desesperado por agarrar algo de plata.
Fue así que 9 años más tarde, cuando se veía venir la hecatombe económica de fines de 2001, el entonces Presidente Fernando De la Rúa convocó a Domingo Cavallo para que volviera al Palacio de Hacienda como un superministro remixado que pudiera frenar la tragedia. Cavallo anunció en agosto de ese año fatídico que se establecía el Impuesto al Cheque a través de la ley 25.413 con la obvia promesa de ser transitorio. “Por un tiempito”, se escuchó otra vez.
Concretamente, ese “tiempito” iba a ser de un año y medio, hasta fines de 2002, aplicando una tasa del 0,6% que permitiría afrontar pagar gastos corrientes al gobierno de la Alianza.
El mismo Cavallo admitió que se trataba de un gravamen despreciable, pero alegó que transitoriamente era necesario para paliar la situación y evitar que hubiera un estallido. Estallido que finalmente llegaría igual, después de que el superministro fuera despedido del Palacio de Hacienda.
Pasaron los años y con la emergencia económica el impuesto al Cheque siguió vigente y se fue prorrogando y prorrogando hasta que en diciembre de 2017 la Reforma Tributaria (Ley 27.430) le dio una luz de esperanza a los contribuyentes. Esta normativa establece que se podría ir ampliando gradualmente el porcentaje que se computaba de este tributo contra el Impuesto a las Ganancias. La idea era llegar a un 100% en el año 2022.
Hace pocos meses, en una nota publicada por Clarín, el economista Nadin Argañaraz explicó que de esa manera, el Impuesto al Cheque dejaría de tener incidencia para todos los que paguen Ganancias. Pero también señaló que con el acuerdo firmado entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional hace poco, deberían tomarse recaudos para evitar que la urgencia de reducir a cero el déficit fiscal ponga en riesgo la disminución de impuestos que promete la ley 27.430.
Cómo seguirá la historia del Impuesto al Cheque, es una incógnita. Hoy, en épocas de ajuste, este tributo es uno de los que más crece –en septiembre pasado aumentó más de 36% respecto al mismo mes de 2017– y en el acumulado enero-septiembre le aportó al fisco $ 165.832 millones. En el mes, representa más o menos el 7,52% de la recaudación.
Quizás veamos el día en que el Impuesto al Cheque quede derogado, aunque habría que sentarse cómodos para ver llegar ese día glorioso. Pero recordando al maestro Camus, hay pocas dudas de que, como el bacilo de la peste, tarde o temprano se las arreglará para volver.
¡El impuesto al medio de pago! Es lo mas absurdo y no se comprende COMO todavìa subsiste, cuando precisamente se debería INCENTIVAR el uso del cheque. ¿Acaso no se ha pensado que hasta ahorraría COSTOS y generaría incrementos fiscales compensatorios por la mayor utilizaciòn de ese medio de pago? Es cierto que los usuarios han reemplazado el cheque con las tarjetas de crèdito y debito, por lo que el uso es mayoritariamente entre actores comerciales, por lo que con mayor razòn, se produciría una reducción del costo administrativo de todas las transacciones y de paso evitar el uso de efectivo con el riesgo que ello implica. Hoy ante la emergencia, es sabido que no se pueden eliminar tributos, pero desde ya SE TENDRIA QUE PONER FECHA DE FINALIZACION ya sea para terminar definitivamente con ese COSTO ABSURDO o reemplazarlo por otro tributo.