“Cambiar algo para que nada cambie” parecería ser siempre la consigna y en ese contexto se inserta el criterio de “aparentar” que lo que se hará será diferente, mientras se siguen utilizando las mismas herramientas que en detrimento de la población, siguen siendo funcionales al poder político de turno.
El “Impuesto al cheque”, o más propiamente dicho “Impuesto a los créditos y débitos bancarios”, fue “re-inventado” por el ex Ministro Domingo Felipe Cavallo como otra medida más para explotar y someter a gran parte del pueblo de
Se trata de un tributo, además de todos los que ya soporta la ciudadanía inserto para colmo en un sistema tributario regresivo, cuyo objeto fue el de incrementar la recaudación fiscal, por el cual, por cada cheque emitido, el titular de la cuenta debe pagar un porcentaje adicional que se le debita directamente.
Sin embargo, independientemente de la metodología que se utilice para debitar o acreditar en una cuenta corriente, el Impuesto al cheque, a Ud. se lo cobran igual.
Si bien se ha previsto la mecánica del llamado “Pago a cuenta” en relación al Impuesto a las Ganancias y Ganancia Mínima Presunta, ya desde su origen tiene sus trampitas, “como corresponde” a todo país gobernado por “gente seria y confiable” como el nuestro, en casi todas sus gestiones, a lo largo de la historia.
La excusa de su implementación fue la “emergencia socio-económica” por la que atravesaba el país, por lo que estaba previsto suprimirlo en cuanto la situación se estabilizara. Emergencia socio-económica que, claro está, no generó el pueblo, sino los que lo miran siempre desde arriba de los palcos y a los que hay que creerles todo, aplaudirlos y elegirlos aunque sepamos de antemano que hasta que no cambiemos las figuritas seguiremos repitiendo la misma historia de traiciones y decepciones.
En virtud de que las empresas y comercios en general se manejan con cheques, este impuesto reduce sistemáticamente el capital de los mismos, lo que viene a constituír lisa y llanamente una de las estafas más grandes creadas en el marco del sistema tributario argentino, introducida en 2001 con
Si bien no es un impuesto nuevo en nuestro país ya que de una u otra forma está presente desde
El problema está en que el ingreso que representa para el Estado es considerable y ningún gobierno –éste mucho menos– estaría tan abiertamente dispuesto a dejarlo sin efecto.
Si ahora se lo quitase, la inflación escalaría mas, habría mayor aumento de precios en virtud de un cierto margen incremental (relativo) de la capacidad de ahorro, y eso seguiría perjudicando a las clases de más bajos recursos.
Ahora bien, como dije más arriba, este impuesto va descapitalizando a las empresas, y por ese motivo, sumado a la baja tasa obtenida por los plazos fijos, muchas de ellas optaron por llevar el efectivo ocioso que tienen en sus cuentas corrientes al mercado de capitales, a invertirlo en
Este servicio genera beneficios a las empresas otorgándoles un retorno más alto que el que puede ofrecer un depósito en un banco, mediante algunos de los instrumentos bursátiles más convenientes a corto plazo, y eximiéndolas del pago del Impuesto al cheque.
Pero retomando el argumento por el cual fue creado este Impuesto, en rigor de verdad habría que decir que la sociedad argentina mucho no se ha beneficiado en obra pública por este impuesto (y otros), y que la idea que tiene la oposición de coparticiparlo suena muy buena en tanto logren que el esposo de la Sra. de Olivos quede esposado, incomunicado y a disposición de la justicia.
Hace unas horas, varios medios refieren en su portada, la rotunda negativa del Diputado Nacional Néstor Carlos Kirchner de tocar ese impuesto para distribuír a las provincias como parte del paquete coparticipable; claro que todos sabemos que en caso de que el milagro se produjera, las únicas provincias que recibirían ese beneficio serían las incondicionales al gobierno, aunque esos fondos ya estarían previstos para despilfarrar en clientelismo político local, si y sólo si, al Ejecutivo Nacional le es útil.
A veces se me cruza la idea de si esta historia que nos quiere contar la oposición sobre su “heroica” lucha contra la demencial embestida K y todos sus secuaces no tienen altas probabilidades de incluir algún nefasto episodio como el que alguna vez protagonizara en
Si, sé que suena al colmo del disparate, pero la esperanza es lo último que se pierde. Alguien debe quedar para quien “hacer política” no sea sinónimo de “delinquir”.
Nidia G. Osimani