El argentino, por suerte o por lo que uno crea, en su minoría, posee una arraigada idiosincrasia cavernícola, existen muchos antecedentes que dan muestra de ello, y entre los más recientes, se puede mencionar el ataque al micro del Club Atlético Boca Juniors en la previa al partido que disputaría con River Plate el fin de semana pasado, lo que derivó en malestar social y en la representación de complicaciones para muchos hinchas. Incluso generó la eyección del ministro de Justicia y Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires Martin Ocampo.
Lamentablemente poco le importa al argentino de qué forma puedan afectar sus acciones al resto de sus pares, no por nada se realizan marchas que cortan completamente la 9 de Julio, obstaculizando a los cientos de miles de trabajadores que utilizan esa céntrica avenida como vía indispensable para movilizarse.
Sin embargo, lo que más demuestra ese comportamiento cavernario es el patético latrocinio que tuvo como protagonista al diplomático canadiense John Kirton en la previa a la Cumbre del G20.
En la esquina del Luna Park y a tan solo 200 metros del Centro Cultural Kirchner, lugar donde se realizará uno de los cónclaves entre los principales líderes del globo, asaltaron a Kirton, y mientras la ministra de Seguridad Patricia Bullrich define al operativo como “potente, fuerte y adecuado” y tras las declaraciones de Hernán Lombardi, coordinador de la Unidad Técnica G20 quien determinó que se viene “demostrando una gran capacidad organizativa”, el diplomático redacto en su cuenta oficial de twitter: “Paseaba con dos colegas cuando dos jóvenes me atacaron. Los periodistas que visitan la Argentina por la Cumbre del G20 no deben desplazarse solos o confiar en que la policía local los mantendrá seguros”.
Casi al unísono puede oírse propagándose por las urbes una frase bastante discutible: “Esto en un país serio no pasa”.
Lamentablemente, tanto en el norte como en el sur, tanto en el este como en el oeste, las protestas y los repudios por el G20 suceden, es algo casi inevitable.
Vale rememorar que a pocos días de que se celebre dicha cumbre en Hamburgo en Julio del año pasado, grupos de manifestantes alemanes se concentraron para protestar en repudio hacia el evento bajo consignas tales como “Bienvenido al infierno” o “Golpeen al G20”. En aquella oportunidad se registraron 159 uniformados con leves, moderadas y graves heridas.
En el mismo país, solo que esta vez en Rostock, en junio del año 2007, durante la previa a la Cumbre del G8, cientos de encapuchados rechazaron la reunión mediante bombas molotov, piedras y botellas, e incluso una decena de manifestantes tomaron por asalto un automóvil de la policía al cual le rompieron el parabrisas y las ventanillas. En esta ocasión se registraron 17 detenidos y nuevamente una suma mayor a 150 policías heridos.
Otro antecedente radicó en Génova, Italia, en julio del año 2001, la protesta fue feroz, a tal punto que un gran grupo de manifestantes asaltaron una gasolinera para proveerse de combustible con el propósito de utilizarlo para la fabricación de bombas molotov y la generación de fuertes desmanes.
En el año 2009, durante la celebración del G20 realizado en Londres, capital inglesa, se generaron serios disturbios que derivaron en el asalto a una sucursal del Royal Bank of Scotland e incluso en la muerte de un hombre (manifestante) de unos 30 años.
Como se puede observar, no es únicamente la Argentina quien tiene una mentalidad cavernaria, sino que alrededor del mundo pueden encontrarse una importante cantidad de estos personajes antisistema.
La lista de los desmanes cometidos durante estas conmemoraciones continúa, aunque de nada sirve seguir ejemplificando, lo que sí está claro es que cualquiera puede oponerse, aunque no incumplir las normas que conforman las sociedades.