No es la primera ocasión que el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, se dirige a la población de su país con retórica esotérica y paranormal. Esta vez ha ido demasiado lejos y de manera vergonzosa. Los prosélitos de la revolución bolivariana dirán que ha sido una provocación al capitalismo demoníaco o con animus iocandi (ánimo de broma).Lo cierto que este tipo de discurso apropiado por “la izquierda feng- shui” (así bautizada en Europa, por el amor que profesa la izquierda al pensamiento mágico, como retorno al charlatanismo), es visto como algo natural. Así, Maduro asumió su segundo mandato en un país dividido en medio de un fuerte rechazo internacional: la ONU, el Grupo de Lima (GL), La UE, EE.UU., no reconocieron su investidura y legitimación democrática.

En este contexto internacional, el lunes 15 de enero del corriente, dio un discurso ante cientos de soldados y jefes castrenses a quienes arengó con promesas de prosperidad. En esta oportunidad, sin recurrir al ardid de invocar al enemigo interno y externo – como buen izquierdista radical – sino en tono serio y adusto, sentenció: “Tengan la certeza que todo saldrá bien y que saldremos más fuertes y sabios de toda esta coyuntura. Tengan la seguridad. Se los digo con certeza. Ya, yo fui al futuro y volví y vi que todo sale bien y que la unión cívico-militar le garantiza la paz y felicidad a nuestro pueblo” (Sic). Su mesianismo y exaltación mística no fue acompañada de risas o ironía. Lo expresó sin inmutarse. Lo insólito es que su auditorio lo tomó muy en serio.

Antes de su viaje “astral” ida y vuelta al futuro, el parapsicólogo-mandatario, presentó su Plan de la Patria 2019-2025. Un relato difícil de creer en el reinado de escasez de alimentos, medicamentos, exilio de miles de sus habitantes, violación sistémica de los derechos humanos y una hiperinflación única – medida por el FMI para todo el 2019 – que alcanzará el 10.000.000 %, con una reducción del producto bruto interno de un 5% y proyecta que la economía caerá este año un 18%.

Por motivos profesionales, quien escribe, trata con decenas de ciudadanos venezolanos que escapan azorados de la situación política-social-económica del país bolivariano. Todos tienen la misma lógica discursiva: “acá en Argentina se come, se puede trabajar y progresar. En mi país no”. Siempre les expreso mi solidaridad humanitaria a los desdichados migrantes.

La mitología de Maduro tutela la prosa del realismo fantástico (como Gabriel García Márquez, amigo y defensor de Fidel Castro): en 2013 dijo que se encontró face-to-face con la reencarnación de Hugo Chávez. Claro está, en su versión ornitológica, con un lindo pajarito: “De repente entró un pajarito chiquito, y me dio tres vueltas acá arriba... […]... el pajarito me vio raro, ¿no? Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de él”, sostuvo días antes de las elecciones a modo de épica romántica y victoriosa.

Conclusión. Si Nicolás Maduro posee actividad paranormal manifiesta, es decir el poder de la mente sobre la materia y el tiempo, ¿por qué no baja la inflación de su país? ¿Por qué no da alimentos y medicinas a su pueblo? ¿Por qué no gana elecciones sin recurrir al fraude y a la proscripción? ¿Por qué no frena el exilio de miles de sus compatriotas? O algo más sencillo para él: ¿por qué no logra un desarrollo científico tecnológico sostenido para Venezuela? Con esto último, simplifica las hipótesis u observaciones anteriores.