“… hasta el hondo bajo fondo donde el barro se subleva”. Cátulo Castillo
Resulta curioso el paralelismo entre dos regímenes que, en plena bonanza de precios de las materias primas, se habían convertido en aliados ideológicos pero, sobre todo, en socios en el saqueo más descarado.
En la década pasada, Hugo Chávez Frías y Néstor Kirchner construyeron una asociación ilícita que reportó ganancias enormes a ambos, y hoy a sus sucesores los defienden extrañas guardias pretorianas: a Nicolás Maduro lo sostienen ya exclusivamente los militares, y a Cristina Elisabet Fernández sólo la mantienen fuera de prisión sus colegas del H° Aguantadero.
Nuestro fallecido mandatario obtuvo de Venezuela los fondos necesarios para cancelar la deuda que Argentina mantenía con el FMI. Nada importó entonces que la tasa de interés que nos cobraba fuera casi el doble, ya que el gesto político lo justificaba y, además, les permitió a ambos repartirse la diferencia.
Por su parte, el también fallecido tirano caribeño actuó como intermediario para vender a Irán tecnología y materiales atómicos, que los persas necesitaban con desesperación y que pagaron a un alto precio; de más está decir que también terminó en los amplios bolsillos de los organizadores, así como el producido por el extraño fideicomiso para la importación de productos argentinos. Hoy sus respectivos herederos enfrentan un futuro inmediato complicado y similar, el mismo que sirve de título a esta nota.
Mucho se especula, en todo el mundo, acerca de las posibilidades de solución de la horrorosa crisis humanitaria y económica a la que ha llevado el “socialismo del siglo XXI” a su país, que tiene las mayores reservas de petróleo de la tierra: la aceptación por parte del régimen de elecciones libres y supervisadas, la fuga de Maduro o su resistencia en el poder a sangre y fuego.
Contra la opinión mayoritaria, lamentablemente me inclino a creer que la última es la más probable: las cúpulas de las fuerzas armadas, cleptómanas y controlantes de todos los negocios (petróleo, alimentos, medicinas y narcóticos), saben que no tienen ni obtendrán, pese a la amnistía ofrecida por Juan Guaidó, algún refugio internacional seguro; Rusia, Irán y, quizás, México están dispuestos a recibir a los más notorios personajes pero no a todos, y son demasiados.
Por su parte, nuestra ex-Presidenta viuda está obligada a competir por la primera magistratura ya que no hacerlo significaría no solamente el fin de su liderazgo político sino la certeza de un futuro carcelario para ella y para sus hijos, que seguramente se agravará cuando se investigue el tema de la base militar china en el sur. Pero es consciente de sus escasas posibilidades de triunfar ante Mauricio Macri, aún en este presente tan económicamente complicado.
Precisamente ha sido su desesperación la causante de la barrosa chapucería de la operación montada para alejar al fiscal Carlos Stornelli -y, por elevación, al juez Claudio Bonadio- de las causas judiciales que más le preocupan. Los tragicómicos personajes que la organizaron han sido tan, pero tan torpes, que resulta increíble que Horacio El Perro Verbitsky la hiciera suya; este impresentable individuo, convertido por el kirchnerismo en el censor por antonomasia, sostuvo luego que no había chequeado la información falsa que, con premeditación y alevosía, publicó en su blog.
Si bien, hasta ahora, las encuestas dicen que el núcleo duro del voto cristinista no ha disminuido por la expuesta corrupción, a partir de este mes se verá a su líder sentada en el banquillo en una multitud de juicios orales, acorralada por las confesiones de sus cómplices y testaferros más cercanos y por la enorme cantidad de pruebas en su contra; creo que entonces, cuando los medios exhiban las miserias compartidas de los “arrepentidos” y más fotografías de los frutos del saqueo, y se comprenda que el dinero robado fue, además, convertido en inmuebles y cuentas en el exterior, sí se sentirá el impacto sobre el ánimo de sus votantes.
Por último, resulta indispensable recordar que los argentinos, como siempre, hemos sido originales a la hora de establecer las reglas para el ballotage: entre nosotros, a diferencia del resto de los países, no es necesario llegar al 50% más un voto para evitarlo, sino que basta con el 45% y, más aún, con el 40% más 10% de diferencia con el segundo más votado. Y digo que es indispensable, toda vez que, muy probablemente, así se resuelva el intríngulis en octubre próximo.