Si lo del viernes 1° de marzo en la Asamblea Legislativa pudo ser un auspicioso arranque de la campaña electoral de Cambiemos -más allá de que no haya habido anuncios, ni mucho menos precisiones sobre un rumbo económico, pero sí se vio a un Presidente mostrando “garra” y conectado con el momento especial que enfrenta-, bastaron dos días para derrumbar expectativas. Volver a empezar, como de costumbre en la era Cambiemos.
No es que los números de la economía sean lapidarios en tiempos preelectorales; se sabe que todas las comparaciones seguirán dando mal hasta bien entrado 2019. El derrumbe de la industria verificado en más de diez puntos en enero, según la comparación interanual, era previsible, aunque la señal positiva fue la suba de 4,6% respecto de diciembre. La construcción, el crecimiento y el consumo van en el mismo sentido descendente, y así será en el futuro mediato.
“Hay que tener en cuenta que estamos comparando con el mejor primer trimestre de los últimos siete u ocho años”, advertía el miércoles un conocido analista bursátil. En efecto, el año pasado fue bueno hasta que a fines de abril estalló la crisis cambiaria y el país se precipitó en una espiral devaluatoria.
Lo que nadie esperaba esta semana era que el dólar volviera a ser noticia. Máxime cuando todas las fuentes consultadas reconocían que la principal obsesión del gobierno es mantener al dólar en caja hasta las elecciones. Es verdad que hay cierto temor respecto de lo que pueda llegar a suceder a mediados de año, cuando se confirme la candidatura de CFK, y sobre todo cuando cerca de las primarias las encuestas la exhiban muy competitiva. Pero hasta ahora existía la sensación de que quienes en este gobierno hicieron tanto por recrear este escenario electoral habían tomado las previsiones suficientes para que llegado el momento la situación no se descontrole.
Esas garantías ya no existen. Desaparecieron esta última semana, cuando el dólar volvió a pegar un brinco. Se veía venir que no la pasaríamos bien cuando durante el feriado de carnaval los bonos y acciones de empresas argentinas que cotizan en Wall Street comenzaron a desplomarse, y los dos días hábiles siguientes fueron casi un deja vu del año pasado. Impresiona que con apenas 8 millones hayan hecho subir un peso el valor del dólar en el último minuto del jueves; el Banco Central tuvo que elevar las tasas a los niveles de enero para bajar el dólar… un peso.
En rigor, la divisa norteamericana debiera acompañar a la inflación, para evitar un nuevo atraso cambiario. Si así fuera, $43 estaría bien hoy. Y si el dólar fuera acompañando a la inflación, para fin de año tendría que superar los $50. Pero es impensable que el gobierno quiera convalidar semejante incremento en plena campaña.
Es el huevo y la gallina: el valor del dólar debería acompañar a la inflación, pero eso retroalimenta precisamente el alza de precios.
Una inflación que es el peor fantasma de un gobierno que prometió bajarla de manera sencilla y no ha podido encontrarle la vuelta. Sorprendió el índice de febrero, inesperado, pero más las perspectivas para marzo. La profunda recesión no frenó el incremento de los precios, contra lo que dice la historia; a más de un economista se le quemaron los libros.
El incremento de las tarifas sigue haciendo su aporte principalísimo. El senador Pichetto, para quien este gobierno no debiera tener el más mínimo reproche, cuenta que les preguntó a los funcionarios con los que dialoga si realmente quieren ganar las elecciones. Porque los tarifazos presionan sobre los sectores medios que son el núcleo del votante de Cambiemos, y esos aumentos tendrán un efecto “suicida” en términos electorales.
En Corrientes, los radicales volvieron a pedirles a sus socios “revisar los aumentos de tarifas”, pero el gobierno mantendrá el esquema previsto. En cuanto el Congreso se ponga en marcha, la oposición intentará reinstalar el tema en el recinto. El oficialismo tendrá que hacer esfuerzos gigantescos para impedir que le impongan la agenda.
Por eso el objetivo principal de Cambiemos es que los recintos abran sus puertas lo mínimo indispensable. Solo interesa al gobierno -y también a la oposición, por obvias razones- el proyecto de financiamiento político, porque es indispensable para la inminente campaña presidencial. Este miércoles podría tener media sanción en el Senado. Cuando se trate en Diputados, intentarán concluir el debate en particular del proyecto sobre barrabravas. La oposición buscará por su parte incluir los DNU que el Presidente firmó este verano, entre ellos el de extinción de dominio. Si lograra voltearle alguno sería la primera vez que eso sucede. Con la mayoría que la oposición en su conjunto puede lograr y los ánimos como están, todo puede suceder.
El oficialismo está inmerso en sus problemas, que exceden la economía, aunque eso es lo que ha puesto en jaque su futuro. La conducción de Diputados está con la mente en otra cosa: el presidente, Emilio Monzó, que cuenta las horas para irse, agradecería si pudiera adelantar los tiempos e instalarse ya en la embajada de España. Pero el gobierno aún no lo habilita. El presidente del interbloque Cambiemos, Mario Negri, inmerso en una pelea con Ramón Mestre que difícilmente termine bien, y que le demanda el 100% de su tiempo. Y el titular del bloque PRO, Nicolás Massot, jugando aparentemente para el bando contrario en la interna cordobesa, cuando se sabe que Macri prefiere a Negri.
El fastidio radical con el gobierno es por momentos evidente. Se ilusionaban tras el resultado de las legislativas con sumar entre seis y siete provincias. Pero la economía se desbarrancó, la imagen presidencial se fue a pique y con eso las expectativas. Hoy se conforman con retener lo propio, de ahí que los gobernadores radicales desdoblen sus elecciones. Gerardo Morales -que confiesa en público y en privado que es clave que Mauricio Macri siga siendo presidente, pues él no podría gobernar Jujuy con Cristina en el poder- adelantó sus elecciones a junio. Ya se lo había anticipado personalmente a Macri cuando se reunió con él en la tarde del 1° de marzo en Olivos.
Los radicales sienten que el gobierno central se desentiende de la suerte de sus candidatos y prefiere en muchos casos que sigan los gobernadores que están. Río Negro por ejemplo, donde Cambiemos ha denunciado al gobernador Alberto Weretilneck porque buscará la re-reelección, pero la Rosada lo prefiere porque es el único que puede impedir que el cristinista Martín Soria se imponga. Lo mismo pasa en Neuquén, que este domingo inaugura el cronograma electoral. Era una de las provincias donde se ilusionaban con ganar, luego de imponerse en las legislativas de 2017, pero por las razones ya expuestas Horacio “Pechi” Quiroga se estancó en el tercer puesto y el que escaló y pelea la gobernación con serias chances es el kirchnerista Ramón Rioseco. En ese contexto, en la Rosada no dicen nada pero cruzan los dedos porque el gobernador del MPN Omar Gutiérrez sea reelecto, y no sea cosa que “Pechi” Quiroga le reste votos y termine ganando Rioseco.
El gobierno se ha desentendido del intendente de la capital neuquina, que ha contado eso sí con un respaldo total de su partido: el miércoles pasado fueron a ponerle el cuerpo a la campaña Martín Lousteau, Alfonso Prat-Gay, el ganador de la interna pampeana Daniel Kroneberger y Eduardo Costa, que también tiene reproches para el gobierno nacional en sus aspiraciones de ganar la gobernación santacruceña. Los de la UCR se enojaron con Nicolás Dujovne, de origen radical, cuando semanas atrás el ministro pegó el faltazo a una cena de recaudación de fondos para el “Pechi”.
Sí asistió en cambio la ascendente ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, jugadora “todoterreno” y con aspiraciones grandes para su futuro político.
Con menos de 500.000 electores, Neuquén no mueve el amperímetro a nivel nacional, pero la elección de este domingo es determinante para el gobierno, al que desvela la posibilidad de que se imponga Rioseco. Expiquetero de Zapala, municipio en el que luego fue intendente -y no tuvo mala gestión, afirman-, su eventual triunfo sería un gran espaldarazo para Cristina Kirchner, que en la semana hizo un spot para apoyar a la fórmula que completa el diputado ultraK Darío Martínez, denunciante de Mauricio Macri en la causa Panamá Papers.
Y que el kirchnerismo duro se imponga en la provincia que aloja Vaca Muerta sería un dato inquietante para los principales inversores que ha conseguido este gobierno en sus dos años y medio de gestión.
Si los mercados amagaron con volver a dislocarse la última semana, en parte por lo que consideran el “riesgo electoral” de que vuelva Cristina, un triunfo K en la cuna de Vaca Muerta podría generar un desbande este mismo lunes.