Parafraseando nuevamente a mi amiga: “En la Argentina pasa hambre el que quiere, o mejor dicho el que no quiere laburar. Contame si los miles de venezolanos que vinieron están pasando hambre. No, porque llegan, agachan el lomo y trabajan, así que a mí no me vengan con ese verso.”
A partir de esa reflexión hay que esbozar las diferentes posibles causas del voto que emitió la ciudadanía este 11 de agosto pasado. Estas cuestiones deben analizarse a la luz de ciertos datos de la realidad que son irrebatibles.
Los planes de asistencia social fueron aumentados durante este gobierno tanto en número (se otorgaron varios millones más en estos 4 años) como en montos.
El dinero girado a las organizaciones sociales ha sido también cuantioso y siempre en crecimiento.
Se han multiplicado los comedores y merenderos en la provincia de Buenos Aires cuando durante el gobierno anterior eran inexistentes y se implementaron replicando el modelo que Vidal había desarrollado exitosamente en la Ciudad Autónoma.
En ningún momento el gobierno de Macri censó la enorme cantidad de recursos que entregaba a los fines de diferenciar a los que necesitaban verdaderamente asistencialismo de aquellos que lo recibían para ascender socialmente sin necesidad de sacrificio ni esfuerzo alguno.
Es más, el control sobre esa ayuda social los funcionarios lo fueron delegando en los operadores y/o intermediarios nucleados en las organizaciones y que no respondían al gobierno.
Para esa dirigencia los planes constituyen un enorme negocio toda vez que los dota de un poder enorme como representantes de importantes grupos de presión.
Estos colectivos se encuentran encolumnados en una ideología enfrentada con el orden normativo y la racionalidad. No importa el signo del gobierno de turno, mientras impere la anomia ellos manejan la situación.
Estos dirigentes saben, mejor que nadie, que Argentina es un país pobre e inviable y que con financiamiento externo más temprano que tarde el ajuste se impondrá.
Entonces, para mantener su negocio los votos deben dirigirse hacia un partido que, en principio, no transitará en lo inmediato un proceso de achique del gasto social.
Prevaleció el interés en el beneficio propio tanto para esta dirigencia como para cada uno de los que reciben planes ya que es más sencillo cobrar sin trabajar.
En otros segmentos hemos visto que miles de inmigrantes se quejan porque no pueden girar a sus países la misma cantidad de dólares que antes “fugaban”. El concepto es el mismo, no se trata de problemas económicos sino el impedimento financiero de continuar con su “negocio”.
También es dable observar que a pesar de la urbanización de las distintas villas de Caba y la asignación de servicios públicos en cientos de intendencias en el conurbano bonaerense, el voto le fue esquivo al oficialismo.
Nuevamente vemos que se privilegian negocios propios e intereses egoístas. Mientras los ocupantes ilegales de las villas puedan construir cientos y cientos de metros cuadrados sin supervisión ni control, pueden seguir viviendo de suculentas rentas que obtienen de la explotación de hospedajes y comercios clandestinos que no son inspeccionados por las autoridades. Resulta sencillo colegir que privilegian su negocio ya que la urbanización le restringe el mismo.
Mención aparte merece el gran negocio inmobiliario que les significa a esos constructores marginales la venta de propiedades a precios similares a los inmuebles ubicados en los barrios más caros de la ciudad.
Es una obscenidad que a esos ocupantes ilegales les entreguen departamentos a pagar a 30 años por $6.000 mensuales y que encima se quejen por no obtener ayuda estatal para cancelar la cuota y por eso votan a la oposición. Siempre es el interés en el propio negocio el que aparece una y otra vez.
Otro tanto ocurre con la llegada de los servicios en varias provincias, ya que la conexión, habilitación, uso y consumo deben ser abonados por los beneficiarios.
¿Se entiende? La opción es entre mantener cada uno “su negocio” o que el mismo se les interrumpa. En dicho objetivo coinciden dirigentes, punteros, intermediarios, operadores y quienes reciben planes o beneficios de cualquier índole. Y el oficialismo no les garantiza que se mantendrá el “status quo”.
No se trata de hambre, ni de pobreza extrema, ni de necesidades urgentes ni de una situación económica asfixiante.
He señalado en otras notas que la corrupción y el narcoterrorismo son factores de poder sociales muy poderosos. El juego, la prostitución y la trata, también lo son. Si esos grupos no pueden trabajar libremente se les termina el negocio y quien los termina combatiendo no puede obtener sus votos.
Dichos grupos poseen lazos importantes de movilización y comunicación para imponer latiguillos que suenan emotivos aunque no se compadezcan con la realidad: hambre, ciudadanos que padecen frío, los indigentes, los desnutridos, los excluidos, etc. y todo eso por la insensibilidad del grupo gobernante.
Como si fuese poco todas esas consignas se replican a través de los medios de comunicación que vienen sufriendo bajas importantes en sus pautas. Entonces, generan psicosis para defender su negocio.
Para muestra basta un botón: acompañaron casi en cadena el operativo de la campaña Frío Cero propiciada por Juan Carr, clubes de fútbol e instituciones que se plegaron a la movida un par de días, pero que luego nada mencionaron ni hicieron semanas posteriores con temperaturas mucho más bajas que la de esos días. Un operativo de prensa.
Los empleados públicos de muchos organismos y docentes comenzaron a observar que se impulsaban controles más estrictos (licencias por enfermedad, por exámenes, por trámites, horarios de ingreso y egreso a través de huellas dactilares, seguimiento de actividades, etc.) para lograr una mayor eficiencia, pero que atentaban contra sus intereses o sus propios negocios. Y votaron por la oposición.
El gobierno de Macri nunca se destacó por mantener una comunicación fluida con la sociedad a través de los medios convencionales de comunicación.
Siempre corrió detrás de los acontecimientos, se dejó marcar la agenda y con un “buenismo” inusual NUNCA confrontó las falacias que esgrimía la oposición a la cual le bastó con ir acrecentando el dramatismo sobre las mismas cuestiones de las que ellos fueron generadores y responsables en gran parte, y con eso les alcanzó para quedarse con la voluntad social.
En las PASO del año 2015 Cambiemos obtuvo un poco más del 30% de los votos (24,5 % del Pro, 3,5% del Radicalismo y 2% de Lilita).
Este año obtuvo casi el mismo porcentaje a pesar de haber obtenido más cantidad de votos.
Teniendo en cuenta que se había planteado una elección polarizada y tratándose de una instancia decisiva previa a la primera vuelta a disputarse el 27 de octubre, se nota una importante fuga de votos hacia otras opciones.
Considero que un punto sustancial, no mencionado por los medios ni por los analistas políticos, ha sido el acuerdo del gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La sociedad argentina vive permanentemente sobregirada, claramente por encima de sus posibilidades económicas y le cuesta admitirlo y corregirse. Y a pesar que muchos disfrutan del modelo capitalista se encuentran siempre enfrascados en criticar a las potencias donde el sistema funciona correctamente, acusándolos de “imperialistas” a los que hay que enfrentar.
Paralelamente lucen orgullosamente vestimentas con la cara del “Che Guevara” y hablan pomposamente de la revolución castrista, de las maravillas del sistema cubano y denostan a los organismos de créditos internacionales señalándolos de usureros y buitres. Es una constante que ha calado hondo en un discurso falso progresista.
Es una rara paradoja, porque no advierten que somos los argentinos los generadores del endeudamiento y las crisis, y que gracias a ese asistencialismo externo podemos seguir sosteniendo nuestro propio sueño, asistencialista interno, de subsistir sin trabajar. Un absurdo absoluto que solamente se explica a través de la teoría de la “disonancia cognitiva” que ya expuse detalladamente en otras notas.
Y es aquí donde aparece otra causa que pesa sobre las decisiones y el corrimiento de votos: la ideológica.
Muchos radicales que acompañaron a Macri desde el 2015 y que han respondido siempre a la social democracia Alfonsinista detestan al FMI y a los organismos internacionales de crédito.
Recordemos que Néstor Kirchner pudo armar su llamada “transversalidad” gracias a este cúmulo de votantes que se le sumó después de haber asumido en el 2003.
Esa dirigencia política y sus votantes, que reniegan de aquellos a quienes descalifican llamándolos “imperialismos” y “organismos que responden a esos intereses” le quitaron, sin más, el apoyo al gobierno de Macri y redirigieron sus preferencias hacia un sector que se auto califica como “nacionalista”.
Insisto, no se trató de un voto castigo al actual gobierno por su política económica sino, en un caso para mantener sus privilegios y/o negocios; y en el otro para defender una ideología que nos hundió en la miseria actual.
Mientras no advirtamos que tenemos un Estado grande y bobo que sostiene beneficios que ningún país otorga y se lo sigamos brindando a los inmigrantes que no lo obtienen en sus propias naciones, no vamos a avanzar.
El Estado no genera empleo productivo y cuando intenta intervenir en el sector privado provoca más injusticias que si se mantuviese ajeno. Cada vez que le da a uno, previamente se lo quita a otro.
Nuestro país se encuentra dónde está por el monstruoso gasto público y la enorme deuda estatal, así como por la continua manipulación que el Estado hace contra la propiedad privada. No hay prosperidad sin libertad económica.
Así lo comprendió uno de los mejores presidentes de EEUU: Ronald Reagan. Él generó una notable era de prosperidad en esa nación.
En 1981 Reagan declaraba: "El crecimiento, la prosperidad y el desarrollo humano son creados de abajo hacia arriba, no del Estado hacia abajo. Solo cuando se le permite al espíritu humano inventar y crear, cuando se le otorga a los individuos un interés personal en decidir las políticas económicas y beneficiarse de su éxito —sólo entonces podrán las sociedades seguir siendo económicamente activas, dinámicas, progresistas, y libres".
Hace casi 40 años marcó un claro derrotero que nosotros seguimos cuestionando. Y así nos va.