La comunidad financiera internacional permanece en un cono de sombra a la espera de tener una propuesta formal del gobierno argentino, ante lo que consideran un inexorable default de la deuda.
Esto podría evitarse si la Argentina presentará una propuesta de reprogramación de vencimientos -con quita o sin ella, ya se verá-, pero que le de forma a la relación con los acreedores y que permita al país volver a los mercados financieros.
“Así como están las cosas, el default aparece como un camino inevitable”, deslizaron de algunos bancos de inversión.
Pero a esta altura, los inversores en títulos y los administradores de cartera consideran que lo más importante no es una propuesta sino un plan integral antiinflacionario que corrija los desvíos fiscales que presentan las cuentas argentinas.
“Es necesario que el nuevo gobierno presente un plan a los acreedores y al FMI porque de lo contrario no habrá renegociación posible y el default será el único camino“, arrojó un inversor argentino con años de experiencia en Nueva York.
Para los economistas locales con el mix de ajustar algunos impuestos y las retenciones no resulta suficiente. Ahora el kirchnerismo en el poder va a modificar el mecanismo de ajuste de las jubilaciones luego de que votara un cambio de claúsula de ajuste en diciembre de 2017 y que diera lugar a las protestas callejeras.
El apoyo que dio el kirchnerismo en aquella época fue a cambio de dinero para las provincias y la sanción del impuesto a la renta financiera, hechos que desataron la segunda ola devaluatoria en 2018.
Ahora, el kirchnerismo llegó al poder y pretende nuevamente licuar los ajustes a los jubilados frente a la inflación, volviendo los ajustes de manera semestral y en función de las expectativas de inflación y no de la suba de precios pasada.
En sentido contrario, a sus promesas electorales, los jubilados serán la variable de ajuste fiscal. Entre esta alquimia fiscal, los ajustes impositivos y el efecto devaluatorio inicial, la flamante administración va en busca de una brusca licuación del gasto público, lo que le permitirá mostrar mejores saldos fiscales al FMI y a los acreedores y acceder a plazos más laxos para el pago de la deuda.
Sin embargo, la matriz del gasto no cambia y el ajuste por inflación que propone el nuevo gobierno, es sólo una huida hacia adelante.
Al fin y al cabo, si no hay un cambio en el gasto real, el ajuste sólo producirá efectos inmediatos dejando intacto el motor de la inflación.
De todas las experiencias de negociar con la Argentina, los inversores ya están curados en salud y ahora exigen un plan integral de baja del gasto público en términos reales, algo que no está ni en la liturgia del peronismo y muchos menos en el ADN del kirchnerismo.
¿Negociar con los acreedores u optar por una declaración de default unilateral?