Si el gobierno no se pone como prioridad una baja en la tasa de inflación, con una suba de precios anual del 55%, es imposible que la economía argentina pueda tener una mínima chance de mejorar.
Si la prioridad, por el contrario, es fomentar el consumo por medio de la emisión monetaria, las probabilidades de una megadevaluación son altísimas.
La Argentina es una economía bimonetaria. A pesar del voluntarismo pueril de los políticos, los cepos, los “impuestos solidarios” y los controles cambiarios, en la Argentina se ahorra en dólares y se gasta en pesos.
Esto significa que se cumple a pie juntillas, la denominada ley de Gresham según la cual la moneda mala desplaza a la moneda buena. En otros términos, la moneda mala circulará y la buena irá al tesoro de cada habitante.
Si a esta moneda, el gobierno aumenta su cantidad de circulación mediante una emisión espúria -sin respaldo-, también aumentará su velocidad de circulación porque la gente querrá “sacársela” de su bolsillo cuanto antes, al tiempo que se acelerarán los tiempos de cambio de mano.