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¿Cómo será el reordenamiento mundial después del coronavirus?

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Rogando que Dios demuestre "ser argentino"
Rogando que Dios demuestre “ser argentino”

Aislados y mareados por el torrente de informaciones —falsas en una gran mayoría— que circulan por los medios audiovisuales, hemos estado reflexionando sobre una pregunta que nos hizo un lector amigo de los Estados Unidos en estos días respecto de las incógnitas que nos acechan.

 

Ésta nos fue formulada en el contexto de una charla que mantuvimos sobre la globalización y sus consecuencias para un país fundido y descapitalizado como el nuestro, y surge del más puro sentido común: “¿After all this, are you planning from now on to get together in an overnight?” (¿después de esto, están planificando desde ahora mismo el unirse unos con otros de la noche a la mañana?).

Luego de haber terminado nuestro intercambio epistolar, llegué a la conclusión que allí estaba la clave del futuro. Para nosotros y, por supuesto, para todo el mundo en general.

Algo de ello están evidenciando en su camino progresivo China y algunos otros países asiáticos, Nueva Zelanda, Suecia y Australia, entre otros.

A los Estados Unidos y Alemania no los incluimos en este grupo general, porque han dado pruebas suficientes y concretas de cómo puede recuperarse una nación después de un desastre, y, además, de qué manera la entereza de su imperativo moral los ha movido siempre para socorrer a quien estuviese en apuros (los estadounidenses al entrar en la Segunda Guerra y los alemanes arrepentidos, “echándose al hombro” a la parte oriental de su país luego de la caída del muro de Berlín).

Que nos perdonen los detractores de los “yanquis”, pero la historia, es la historia. Nos guste mucho, poco, o nada. Y cualquier intento de deformarla durará lo que un suspiro.

Extendiendo el concepto de la pregunta de nuestro amigo, estamos convencidos que aquellos países que pospongan sus diferencias ante la tragedia más rápidamente y comiencen ya mismo a planificar su futuro próximo, se recuperarán más pronto.

¿Qué morirán muchas personas en el mundo? Pues sí. Ya lo saben y aceptan desde ahora. De esto no saldrá nadie indemne. ¿Que nos puede tocar hasta a aquellos que no nos sentimos en peligro en este mismo momento? Pues también.

Porque estas desgracias tan impredecibles tienen un aspecto cruel: la velocidad con que desde el inicio dan por tierra con los primeros aprestos realizados para el combate. Ni las “fintas” de Cassius Clay resultarían efectivas frente a un rival invisible.

¿Qué ocurre mientras tanto en nuestro país? La troika directiva del Frente de “Todes”, después de ciertos cabildeos gaseosos del inicio, se reúne casi diariamente acongojada por las consecuencias que pueda acarrearle al gobierno la explosión de la peste, habida cuenta del estado sanitario y social calamitoso creado por ellos mismos antes de ahora, sin formular un solo plan de cara al futuro próximo.

Su única apuesta es la cuarentena y se abrazan a ella como un náufrago en alta mar. ¿Test y reactivos? En veremos. ¿Mascarillas? Sí o no, según convenga a los caciques distritales. El dilema se concentra en las camas disponibles para terapia, para evitar ser recusados por su inexistencia negligente poniendo en jaque su actual poder político.

La excusa: “esto es un día a día” (sic). Y en el mientras tanto, se reúnen, sin pensar que habría que considerar razones alternativas sesudas para ir construyendo desde ahora mismo un plan económico integral que abarque a todos, comunicándolo detalladamente para dar tranquilidad a la gente que vive angustiada este juego que remeda al de “la gallina ciega”.

En línea con el abrazo desesperado a las gestiones del ministro Guzmán – un discípulo de “escritorio” del contestatario Joseph Stiglitz-, a quien se confió (¿por imposición de Cristina?) la misión de arreglar nuestra deuda externa y se paró frente a los acreedores como si tuviera un as en la manga dilatando la negociación “sine die”.

“Los Fernández” demuestran así no saber bien qué les espera al final del túnel, La respuesta para nuestro amigo estadounidense es, entonces: no. Los argentinos no estamos viendo más allá de nuestras narices y solo parecemos obligarnos a oír, con suspenso incluido, los “briefings” de Alberto Fernández sobre “picos” máximos y mínimos de la pandemia en nuestro país, cuya autenticidad parte de meras suposiciones.

Un Presidente que intenta presentarse como un Noé posmoderno, colgándose de un ucase cuasi napoleónico que causa escozor: “entre la salud y la economía, he elegido la salud” (sic).

Nuestra opinión, es que saldremos seguramente de los atolladeros que se presenten “a los ponchazos”, rogando –como siempre-, para que Dios demuestre “ser argentino” alguna vez, como suelen pedir algunos ante las dificultades, sin que hasta hoy su clamor haya sido jamás atendido por el Altísimo.

Nos apoyamos al decir esto en unos dichos de Fernando Savater que sintetizan nuestros temores: “Los populismos no tienen por lo común otro resultado que obstaculizar el desarrollo de la voluntad responsable en los ciudadanos, adormeciéndoles con la supuesta eficacia de su autoridad expeditiva, que ofrece lo mejor aquí y ahora, exigiendo como contrapartida la unanimidad obediente”.

A buen entendedor, pocas palabras.

 

3 comentarios Dejá tu comentario

  1. Excelente articulo, no apto para defensores a ultranza del actual modelo. "Cuando entra la ideologia por la puerta, le realidad sale por la ventana"

  2. Como de costumbre, maria, tu comentario es vacio y sin sentido; y pateticamente intenta restar legitimidad a cualquier cosa que no caiga dentro de tu minusculo cerebre y alimente tu torcida alma.

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