Recién ahora los medios masivos se están convenciendo de que la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero, fue intencional y no producto de la recurrente casualidad permanente menemista. Pues por la misma habrían pasado nada menos que las estrellas del firmamento del ex hombre fuerte riojano, Al Kassar y Alfredo Nalib Yabrán.
Uno que apunta a la frente del sirio es el abogado mediático Ricardo Monner Sans. El letrado, quien se adjudica el destape del escándalo de la triangulación de las armas a Ecuador y Croacia en 1995, denunció ante Urso que Fabricaciones Militares le había vendido, en 1992, 8500 ametralladoras FMK-3 y 5000 fusiles FAL, que habrían terminado en Croacia.
Por su parte, el diario chileno El Mercurio denunciaba en 1996 que “Al Kassar estuvo en una de las dársenas del puerto de Buenos Aires en 1995, en coincidencia con uno de los embarques de cañones a Croacia”.
También para el distinguido investigador García Lupo Al Kassar estuvo implicado en la triangulación, según le cuenta a Clarín en junio de 1998: “Al Kassar visitó la Fábrica Militar Río Tercero en compañía de Alfredo Yabrán, en el verano de 1990. Allí realizó un relevamiento del stock y elaboró un programa de exportación continuada, a partir de producción y del reciclaje de proyectiles vencidos mediante el adecuado maquillaje externo.
El interés de Al Kassar pasaba por la enorme demanda de los combatientes en los Balcanes. La urgencia del comprador es una de las reglas de oro de los traficantes de armas, en el momento de fijar el precio. Uno de los vestigios de aquellas operaciones apuradas, son los 6 millones de dólares que los jueces de Suiza retienen desde hace seis años, y que corresponden a embarques de armas a Croacia, aunque Al Kassar insiste en que se trató de azúcar y café.
Hubo un momento de la guerra en los Balcanes en que el abastecimiento a croatas y musulmanes para contener a los combatientes serbios contó con la protección de Washington, como lo ha revelado una investigación del Congreso de los EEUU. Al Kassar había sido probado ya cuando la operación secreta Irán-Contras en la que contribuyó para armar un ejército irregular y lanzarlo en Nicaragua. Solamente el ojo del traficante de armas descubre en el mapa dónde han quedado saldos de guerras que pueden servir para otras, y Al Kassar demostró que no había perdido la vista. Las fábricas de Río Tercero, Rosario y Villa María agotaron el stock y hasta el ejército negocio sus cañones".
Precisamente, alrededor de las 9.00 del 3 de noviembre de 1995, una violenta explosión sacudiría a la fábrica militar de Río Tercero. Justo unos días antes que una comisión investigadora del Ejército, mediante una orden secreta, investigara allí mismo la triangulación de armamento a Croacia y Ecuador.
Motivos para volar un pueblo
Pese a que el juez federal de Río Cuarto, Luis Martínez, a cargo de la investigación del confuso suceso, se trató de un “accidente”, existen claros indicios que pudo tratarse de un atentado. Esto lo asevera Walter Spengler, un contador cordobés que se dedica en Panamá a la venta de armas tácticas. En una entrevista concedida a Clarín en junio de 1998, asegura que lo sucedido“fue demasiada casualidad. La Fábrica estaba involucrada en una operación de venta encubierta de material bélico procedente de la misma Río Tercero, de Villa María y Buenos Aires. Yo creo que hubo alguien que no cobró el dinero que tenía que cobrar, y sintió que lo dejaban fuera del negocio. Sé que antes de las explosiones de Río Tercero hubo amenazas, que en este tipo de negocios se cumplen. Pero también creo que se les fue la mano, que no imaginaban que iba a saltar la Fábrica Militar por los aires, porque el objetivo del atentado era parar el segundo envío (a Croacia y a Ecuador) o al menos cobrar lo que no se había pagado. Con sólo ver donde empezó el fuego que desató la explosión, se nota que estaba preparado. Parte del cargamento que salió de Río Tercero llegó con certificado de uso final de Panamá, cosa que no se consigue fácilmente”.
No hay duda que se les fue la mano, pues intentaron encubrir una truchada y casi vuelan un pueblo entero. Esto es realmente como si hubiera habido una guerra en esta ciudad. Elementos dispersos por todos lados e incrustados en las paredes, en los techos y esparcidos en la calle. Es un panorama realmente desolador”, relataba una cronista en medio de la localidad cordobesa que a las 9:20 remedaba al infierno de Dante. Precisamente a esa hora, una segunda explosión arrojaba 25.000 proyectiles sobre las cabezas de los infortunados lugareños, muriendo 7 de ellos mientras que unos 300 resultaban heridos. Esto levantó la primer sospecha, puesto que dentro de la fábrica militar todos sus operarios resultaron milagrosamente ilesos. No sufrieron ni siquiera un rasguño.
“Este no es un dato más. Los organizadores del atentado, si así lo fue, conocían la rutina interna de la planta militar de Río Tercero y supieron colocar las municiones para que cayera únicamente en el pueblo que se estaba despertando”, según una investigación realizada por Román Lejtman, en el documental Río Tercero, la sombra de un crimen, emitido por el canal de cable Infinito en 2002.
La abogada querellante Ana Elba Gritti, tampoco tiene ninguna duda que se trató de un crimen. “Quien programó y realizó esto, tuvo el cuidado de evitar que los proyectiles llegaran a la cadena de fábricas que hay hacia el oeste. Porque si la mitad de proyectiles que cayeron en la ciudad, hubieran caído hacia el oeste, yo no estaría hablando con usted hoy. Porque si había un sitio donde se encontraban pruebas efectivas de todo el armamento despachado ilegalmente a Ecuador y Croacia, esa era la fábrica militar de Río Tercero. La misma fue el centro de acopio, de reacondicionamiento, de adulteración de la mayoría del material explosivo que fue a Croacia”, aseveró la letrada a Lejtman.
Pese a estos indicios abrumadores, Carlos Menem se alineó inmediatamente con la hipótesis del accidente. “En principio, de acuerdo a la información que yo he recibido, se trataría de un accidente. A punto tal, que el operario que estaba ahí (o un capataz de la fábrica), en el montaje de los explosivos hizo sonar la alarma y a los 15 minutos que se dio la advertencia, se produjo la explosión. Es decir, que no hubo más víctimas porque la alarma funcionó, y muchos tuvieron la oportunidad de abandonar la zona siniestrada”, enfatizó en una conferencia de prensa horas después del desastre.
A su lado se encontraba el entonces gobernador cordobés Ramón Mestre, quien pálido como un papel solo atinaba a mirar fijamente hacia delante. Ante el locuaz presidente, el cordobés era la imagen del patetismo incrédulo.
La posición de se basaba exclusivamente en las hipótesis de los peritos oficiales. La primera de ellas, aseguraba que la explosión se debió a la negligencia de un empleado de la fábrica que chocó un montacargas, con un barril repleto de trotyl provocando un incendio imposible de controlar. Esta afirmación, a todas luces ridícula, es refutada de plano por Emilio Ostera, ex operario de Fabricaciones Militares de la malograda fábrica militar: “para mí la explosión fue algo preparado, fue un atentado porque el trotyl no prende de la forma que prendió eso.”
La segunda conjetura es más de ciencia ficción aún, ya que el infortunado operario en cuestión "habría arrojado un cigarrillo encendido adentro del citado barril de trotyl". Si se trata de gente entrenada en la manipulación de explosivos letales, en qué cabeza cabe pensar que alguno de los mismos cometería semejante disparate. Al menos que intente suicidarse, montando un espectáculo digno del Apocalipsis.
Pero hay más. La tercera hipótesis, directamente es para arrojarse al piso tomándose el abdomen con ambas manos, y dejarse llevar por un ataque de risas volcánicas. La misma afirma seriamente que la explosión no se debió ni al choque ni al cigarrillo, sino al efecto lupa producido por el sol sobre el tambor.... cuando los empleados se hallaban fumando en otro lado.
El citado contador cordobés aseguró a Clarín haber visto a Monzer Al Kassar al menos tres veces en el país, una de ellas en el edificio Cóndor de la Fuerza Aérea, donde también conoció a Alfredo Yabrán, aunque no le constaba que existiera una relación entre ambos. Pero acusó a Domingo Cavallo -a quien dijo haber visto junto a Yabrán en el Cóndor- de “haber sido el autor intelectual de los negocios del suicidado empresario con la Fuerza Aérea. Después se dedicó a destruir a Yabrán porque lo dejó afuera del negocio”.
Demasiado sugestivo.
Fernando Paolella