No se necesita ser clarividente para pronosticar un futuro complicadísimo para el gobierno del Frente para Todos, a medida que se vayan extinguiendo las urgencias de la pandemia provocada por el coronavirus.
Sobre todo, porque sus partisanos mantienen las mismas ideas obsoletas que fueron convirtiendo a nuestro país en un auténtico prototipo de involución y subdesarrollo estructural, que afecta inveteradamente a quienes dicen saber cómo contribuir a ejecutar una justicia social abarcadora, mientras se llenan los bolsillos de los “vueltos” que les generan sus negocios corruptos a costa del Estado.
Es fácil sospechar que sufrirán una dura prueba, de la cual quizá no alcancen a reponerse con facilidad como para reflotar las preferencias sociales que los llevaron al poder. Especialmente por su diseño de una economía con impuestos asfixiantes, déficit fiscal, emisión monetaria, dificultades crecientes de recaudación y aumento de la plantilla de empleados públicos, que provocarán un aumento inflacionario insoportable para la tolerancia de mucha gente.
Si el gobierno no alienta decididamente y sin estúpidos prejuicios ideológicos la actividad privada, dotándola de recursos de excepcionalidad de parecidas características a las que dio curso durante los dos últimos meses, cuando comenzó a derramar millones de pesos sin respaldo para quienes debían atender sus necesidades básicas, su gestión sufrirá un seguro colapso.
¿De qué magnitud será éste? Imposible saberlo con exactitud, pero seguramente por las consecuencias que oscilarán entre lo improbable materialmente y lo imposible desde el punto de vista moral.
Todo esto lleva a pensar que si el actual Presidente “por encargo” insiste en aplicar las recetas tradicionales del peronismo populista, los acontecimientos subsiguientes sufrirán el fracaso propio de su impostura esencial; porque aumentar impuestos y sostener al mismo tiempo una enorme tropa burocrática enquistada en el Estado y sus adyacencias, resulta inviable como herramienta para lograr un futuro desarrollo social armónico y sostenido.
Tenemos la impresión de que esta sensación “térmica” comienza a sobrevolar los dos cerebros –bastante elementales-, de la Hydra gubernamental, provocando su apresuramiento para instalar extravagantes reformas políticas, algunas de las cuales sufren la visible embestida de la “faraona egipcia”, quien ha salido “a todo o nada” con un ímpetu desproporcionado, porque su situación judicial está muy complicada.
Dichas reformas, en medio de la plaga que nos acecha, parecen concebidas como cortinas de humo anticipadas por lo que sobrevendrá, poniendo a la sociedad a tener que atender dos teléfonos al mismo tiempo.
Se observa así el redoble de tambores de su tropa más audaz y desprejuiciada, para sugerir, redactar, presionar e infiltrar procedimientos que permitan declararla inocente lo antes posible, sacando del escenario la espada de Damocles que pende sobre su cabeza.
Es muy probable que algunas de estas acciones hayan sido consensuadas con Alberto (también apurado para imponer sus propias muletillas “académicas”), pero da la impresión de que es la Vicepresidente quien está en realidad apretando el acelerador “hasta la tabla”, como suelen decir los corredores de automovilismo.
Sospechamos que gran parte de la ciudadanía, que ha sido amordazada transitoriamente por la cuarentena, reaccionará contra ella cuando advierta en qué consisten los afanes que la conmueven –sobre todo quienes la detestan, que son muchos-, y rechazará el concepto que encierran las palabras de infinita soberbia espetadas en su momento a los magistrados que la están juzgando: “Uds. deberán dar cuenta de su conducta, porque la historia ya me absolvió” (sic).
Como CFK ya ha demostrado ser algo inoportuna con sus evaluaciones políticas (por decir lo menos), priorizando instintos primarios y una gran arbitrariedad para elaborar juicios de valor, es probable que encuentre innumerables tropiezos para consumar sus planes, y el sentido común permite colegir que si el gobierno que integra pretende imponerlos a como dé lugar, entrará en serios problemas.
En efecto, algunas veleidades que la obsesionan tendrán dificultades para ser llevadas a cabo porque: a) no hay dinero disponible para financiar aventuras demagógicas; b) la economía quedará destrozada después del Covid-19 y c) será imposible recrear la confianza nacional utilizando nuevamente un discurso maniqueo.
El daño que dejará tras de sí la epidemia y la falta de “timing” del gobierno para construir un plan económico equivalente a la dedicación que le prestó a la emergencia médica, puede dejar a “los Fernández” traste al viento antes de que cante un gallo. ¡Y cómo!
A buen entendedor, pocas palabras.