No hace mucho, en una gran columna escrita para el diario El Mundo de España, Luis Maria Ansón, catedrático de la Real Academia Española, describía (casi se podría decir “transcribía”) el plan de la ultraizquierda castrista para hacerse del poder en cuanto rincón del mundo se lo permitieran pero, especialmente, en America Latina.
El plan fue escrito en la ciudad de San Pablo en 1990 y dio origen al Foro que lleva el nombre de la ciudad brasileña.
Fue la respuesta a la estrepitosa caída del comunismo a nivel mundial con el vergonzoso colapso de la URSS y la humillante caída del Muro de Berlín. Cuba, México, Argentina, Venezuela, Nicaragua son algunos de los países que alientan el Foro, con ramificaciones en España, decía Ansón.
En aquella nota explica el español: “Para los años 2019 y 2020, el Foro, al que pertenecen más de cien partidos y agrupaciones, ordenó los siguientes objetivos: someter los poderes legislativo y judicial al ejecutivo; modificar los mandatos constitucionales para manejar el dinero de los presupuestos del Estado; desmitificar la religión, introduciendo elementos que confundan sus principales celebraciones con leyendas y frivolidades; incrementar el manejo de los medios de comunicación; defender a ultranza la relatividad de los valores establecidos; controlar la educación y dedicarla al adoctrinamiento político; introducir en el Ejército a personas afines al partido”.
Muchos de los objetivos suenan como actualizaciones-hasta por la terminología imperativa con la que se expresan- del famoso “decálogo de Lenin”, el ponzoñoso desideratum del facineroso ruso instigador de la revolución bolchevique a principios del siglo XX.
El plan, según lo escribe Ansón, continúa así: “Estos son los objetivos para 2021 y 2022: control de las redes sociales; magnificar la «corrupción» de los sectores neoliberales; perseguir a los grandes empresarios para que huyan del país; control total de internet; multiplicar los gastos de la Administración, creando puestos en favor de los miembros de la izquierda comunista; establecer estructuras paralelas para diluir las administraciones públicas hostiles; control de los Bancos, de los cambios y las divisas”.
Cómo se ve los jerarcas comunistas establecieron metas, estrategias y tiempos para su realización, tal cual lo piden todos los sistemas de autoayuda individual: “tengan un sueño, diseñen un plan, piensen una estrategia, establezcan tiempos escalonados para las metas y no se desvíen del camino”.
Hasta parece que los integrantes del Foro de San Pablo son entusiastas adherentes a las teorías de la ultra liberal “Ley de la Atracción” y a las enseñas de una de sus más famosas mentoras, la australiana Rhonda Byrne.
Cómo sea, la tercera etapa del plan del Foro de Sao Paulo, según explica Ansón, “especifica en su agenda para 2022 y 2023 lo siguiente: expropiaciones masivas de terrenos y empresas otorgando su gestión a los líderes de la extrema izquierda comunista; reparto de las viviendas en favor de los afiliados; reforma de las Constituciones y de las leyes electorales para garantizarse la reelección; colocar en manos del Estado todos los bienes de producción, y, finalmente, sí al trabajo, fuera el capital”.
El catedrático español termina su columna para El Mundo así: “No se trata de especulaciones. Este es el programa escrito de la ultraizquierda comunista para los próximos cuatro años. Los sectores liberales pueden mirar hacia otro lado y pensar que aquí no pasa nada. La España sanchista está ya de hecho en la letra del Foro de Sao Paulo. Y la que se avecina, lo que nos espera, salvo que el liberalismo democrático ponga freno, aparece claramente especificado en el programa del extremismo comunista”.
Lo mismo podría decirse, casi con las mismas palabras, para nosotros: no son especulaciones, algunos podrán mirar para otro lado y decir “aquí no va a pasar”, algunos podrán tratar de locos, incluso, a los que lo adviertan, pero si lo que Ansón llama el “liberalismo democrático” no hace nada para detenerlo, terminarán imponiendo su voluntad.
¿Y cual es la diferencia entre ellos y el liberalismo democrático? Pues sencillamente que ellos tienen un sueño y un plan (como pide Rhonda Byrne en “El Secreto”) y el liberalismo democrático por ahora solo tiene un sueño; no tiene un plan estratégico con metas, fechas y tácticas concretas para seducir a las mayorías sociales.
Pero aquí hay que reconocer que el comunismo totalitario tiene una ventaja respecto del liberalismo democrático: este entrega y al mismo tiempo reclama una responsabilidad protagónica individual de cada uno para que la vida de cada uno mejore: el comunismo totalitario vende la ilusión de que él entregará esa solución terminada.
Y la gente, últimamente al menos, parece más dispuesta a creer ese delirio que a tomar la aventura de vivir en sus propias manos.
Si el liberalismo democrático no logra recrear esa mística de desafío, esa idea de estimular a la gente a lanzarse al riesgo de la libertad, mucha parte de la batalla estará perdida.
Si no se logra trasmitir ese activo inasible de la aventura de vivir la vida de cada uno en cooperación constante con la aventura de los demás, el yugo comunista nos aplastará a todos.