Sin estridencias, más bien con tono calmado pero rasgado por el dolor, el actor Marcelo Mazarello detalló en el programa de Alfredo Leuco, por TN, la crónica de una muerte anunciada: la de su padre. Octogenario, producto de un accidente doméstico quedó en coma durante 18 días. Al despertar, lo trasladaron a una clínica de cuidados intensivos, adonde él iba todos los días para participar de su proceso de recuperación, algo clave según coincidían los médicos. Pero a los dos meses, ese proceso se vio interrumpido por la pandemia, ya que se activaron los protocolos y él no pudo entrar más.
Ya se sabe que el Covid-19 se ensaña particularmente con las personas mayores, sector donde uno de cada cuatro contagiados muere, según ha descripto el jefe de Gobierno porteño. Por eso en los geriátricos y centros de salud se han tomado medidas tan extremas como la de aislarlos, para reducir la posibilidad de contagios. Sin tener en cuenta las consecuencias mentales para aquellos que, puestos a elegir, preferirían arriesgarse a tener que pasar meses -que para ellos son años- alejados de sus afectos.
Mazzarello terminó sacando a su padre de la clínica: ya estaba muy disminuido y solo vivió una semana más. Pero no murió de coronavirus; las estadísticas no lo sumarán. ¿Ese es el objetivo de una cuarentena tan severa?
Las cifras son el dato que desvela las autoridades, fundamentalmente lo que sucede en el AMBA, donde progresivamente ya se ha iniciado la curva ascendente. En una semana se duplicaron los casos y todos hemos aprendido en este tiempo que ese era el dato esperado para activar las alarmas. Por eso el Presidente llegó a advertir la necesidad de volver a la fase 1. Que no es algo que esté pensando seriamente en implementar, según admiten hasta los epidemiólogos que lo asesoran. Sería muy grave después de tantas semanas de aislamiento volver a cerrar todo. En rigor, los protocolos están funcionando, por ejemplo en las industrias, cuyos directivos se ocupan de garantizar el transporte de sus empleados. Los episodios que han desencadenado rebrotes son en general producto de gestos de desatención individual, rayanos en la estupidez. Como la ronda de mate que hizo retroceder a fase 1 a Colón, Entre Ríos; o el baby shower de Necochea.
Lo de Alberto sonó entonces más como revulsivo ante una flexibilización de hecho que se está dando en el ánimo de quienes llevan 3 meses de aislamiento. No es el caso de las autoridades bonaerenses, sobre todo las sanitarias, convertidas en talibanes de la cuarentena. El ministro de Salud y aun más su segundo no pasan día sin alertar sobre la gravedad de lo que se viene, y echar culpas hacia la Ciudad de Buenos Aires. Saben del riesgo enorme que se corre en la provincia, donde ahora se testea más y en consecuencia se detectan más casos. Y donde los barrios populares son un factor de peligro muy serio e inédito: como ya hemos dicho, los países que han atravesado esta pandemia no han tenido que lidiar con semejante componente.
Con todo, situaciones como las planteadas en el Barrio 31 o Villa Azul han sido controladas, lo que ha tranquilizado los ánimos. Pero el testeo es clave. De eso habló el exministro de Salud Adolfo Rubinstein cuando estuvo la semana pasada en una reunión de comisión de Diputados: “Deberíamos estar haciendo 30 mil test diarios y estamos haciendo entre 4 y 5 mil”. Así y todo, esa búsqueda de casos que se está acelerando es la que hace subir el número de contagiados: la positividad es producto de la búsqueda activa de casos, precisó Rubinstein.
Mientras sube el número de contagiados, disminuye el porcentaje de muertes, que se mantiene más o menos constante, según tranquilizó el infectólogo Eduardo López. Hay que tener en cuenta además que en función de la cantidad de asintomáticos, el número de contagiados siempre es mucho mayor que el que señalan las estadísticas oficiales. Rubinstein calcula que “si tenemos 25 mil casos en el país, probablemente podríamos estar en 150 mil casos reales”.
El dato al que hay que auscultar permanentemente es el de las camas de terapia intensiva ocupadas. Ahí Eduardo López también aporta tranquilidad: están no mucho más por arriba del 40%, y en CABA un poco debajo. Un dato que considera tranquilizador.
Más allá de sus prevenciones, el Presidente quisiera ir saliendo de la agenda de la pandemia, por eso busca mantener el ritmo de visitas al interior, aunque el viernes tuvo que suspender el viaje a Catamarca, cuando el contagio del intendente Martín Insaurralde encendió las alarmas. Ya había tenido que postergar un día las visitas programadas originalmente para el jueves, cuando debió atender un problema mayúsculo en el que se metió de lleno al anunciar la intervención y próxima expropiación de la empresa Vicentin.
En el gobierno no esperaban la reacción generalizada que desató la medida, luego de que la semana anterior el Presidente tranquilizara al sector empresario al afirmar que el Estado no pensaba quedarse con empresas y sobre todo lo que se conversó durante la reunión que mantuvo en Olivos con los dueños de las empresas más importantes del país. Podía prever, sí, la reacción de la oposición, aunque se ilusionaba conque el tenor del anuncio generara en el Congreso grietas a la hora de votar, atento a antecedentes tales como Aerolíneas e YPF.
Pero el empresariado en general se manifestó crítico, y el frente interno es el que se le agrietó. El propio Eduardo Duhalde, que suele apoyar todo lo que Alberto hace, le pidió rever la expropiación. No era para menos, luego de que Roberto Lavagna -a quien Fernández siempre quiere tener de su lado- expresara sus reparos. Al hacer el anuncio, Fernández sentó a su izquierda a la ascendente Anabel Fernández Sagasti, presentándola como la ideóloga de la medida. Esta senadora mendocina es la predilecta de Cristina Fernández de Kirchner, que la quería presidiendo el bloque oficialista del Senado, aunque finalmente dejó en ese puesto a José Mayans y la entronizó al frente de la Comisión de Acuerdos, clave para CFK pues es por donde pasan los pliegos judiciales.
Anabel tiene vuelo propio, pero instrumenta lo que piensa y desea Cristina, cuyo rol en el tema Vicentin Alberto Fernández minimizó durante una entrevista con Ernesto Tenembaum, pero está claro que no fue tan así. Desde el término “soberanía alimentaria” aplicado durante la presentación. Por eso sonó extraño cuando el gobernador santafesino Omar Perotti anunció que el Presidente esperaba escuchar “alternativas superadoras” a la expropiación. Sobre todo luego de que el kirchnerismo se abrazara a la bandera de la expropiación.
Está bien que para recibir al CEO de Vicentin, Sergio Nardelli, ya no convocó a Fernández Sagasti, sino esta vez sí al ministro de Agricultura, Luis Basterra, al gobernador Perotti y a la secretaria de Legal y Técnica Vilma Ibarra, pero lo cierto es que al día siguiente desde Gobierno aclararon que la expropiación sigue firme: “El único recurso jurídico que tengo es la expropiación. Y por eso lo voy a usar”, deslizó Alberto Fernández, aunque desde la otra vereda insisten en que la medida es, como mínimo, inconstitucional.
Si la medida avanza en el Congreso, como todo parece indicar a esta altura que será, entrará por el Senado. Tiene sentido: su promotora es la vicepresidenta del bloque oficialista. Y allí el Frente de Todos tiene mayoría amplia y el proyecto pasará. En Diputados las cosas están más ajustadas: el bloque que conduce Máximo Kirchner reúne 119 votos, una decena menos que el quórum. En realidad necesita 11, pues Sergio Massa no vota.
Más que este tema, en Juntos por el Cambio la embestida K que viene desarrollándose en el último tiempo parecería haber galvanizado espíritus y no se esperaran grietas. Es clave entonces la postura de los bloques que conducen el mendocino José Luis Ramón y el bonaerense Eduardo “Bali” Bucca. El primero ya ha adelantado su apoyo: son 8 y cercanos al gobierno; del interbloque Federal no puede esperar apoyo el oficialismo de los tres diputados que responden a Lavagna. Probablemente tampoco los santafesinos Luis Contigiani y el socialista Enrique Estévez. Como su gobernador, Juan Schiaretti, los cuatro cordobeses mantienen silencio. Su postura estaría cercana a la de Perotti, que nunca quiso la expropiacio´n y de hecho debe sentirse desautorizado tras lo que dijo el jueves. La suerte de la ley de expropiación estaría atada en ese caso a los dos diputados del bloque Justicialista, Eduardo Bucca y Andrés Zottos. Y así y todo le faltaría al Frente de Todos un voto más para aprobar la ley. Con lo justo.