Son legión los que hablan de predestinación y no menos los que creen en un sino ineluctable. Destino es: "La acción necesaria que el orden del mundo ejerce sobre cada ser particular del orbe. El concepto implica: 1) la necesidad casi siempre desconocida, y por lo tanto ciega, que domina a un ser particular del mundo en cuanto parte del orden total; 2) la adaptación perfecta de cada ser particular a su puesto, a su parte o a su función en el mundo, ya que como engranaje del orden total cada ser es hecho para lo que hace". (Según el Diccionario de Filosofía de Nicola Abbagnano; editado por Fondo de Cultura Económica, México, 1963).
Este concepto es antiguo, muy difundido y aceptado por aquellas filosofías que admiten cierto orden necesario en el mundo. Son legión aquellos que aceptan hoy día la predestinación.
Casi no hay revista sensacionalista ni diario, que no contengan el popular horóscopo basado en el antiguo Zodíaco de los 12 signos, para aleccionar al creyente acerca de su destino fatal en diversos temas: amor, dinero, trabajo, etc.
Como es sabido, el zodíaco, al juicio de la mayor parte de los arqueólogos y mitólogos, fue una creación de los sacerdotes astrónomos de Babilonia. También fue objeto de culto en las religiones astrales que divinizaban a las entonces doce constelaciones. Viene a cuento citar aquí un poema de Francis Thompson, en favor de la astrología que reza así:
"Por un inmortal poder todas las cosas,
cercanas o lejanas,
ocultamente,
están ligadas entre sí,
de modo que no puedes arrancar una flor
sin perturbar las estrellas."
Esto nos hace pensar a Grosso modo que todo, absolutamente todo está ensamblado como un rompecabezas, y basta con mover con un dedo una pieza, para que las cosas se ensamblen de otra manera, pero siempre según lo predestinado.
Pero he aquí que la "señora" física cuántica, con sus últimos adelantos nos tira por la borda todo determinismo fatal, para señalarnos que todo, absolutamente todo es relativo. Si no, "pregúntenle al sabio Einstein, rey de la relatividad".
Por supuesto que si hoy tuviéramos a Einstein cara a cara para plantearle la veracidad o mentira de un horóscopo, nos esbozaría una compasiva sonrisa ¡por no mandarnos al diablo!
Pero lo del sabio Einstein no sería nada comparado con lo que vino después. Cuando se comenzaron a utilizar los gigantescos aceleradores de partículas como el Betatron, Cosmotrón, Ciclotrón, Sincrotrón, el LEP y otros artefactos "infernales" de la ciencia física moderna para arribar a los ultramicroscópicos quarks, ¡todo se vino abajo! El mundo del "determinismo fatal" se desmoronó y la física de nuestros días le hace pito catalán a todos los "augures" habidos y por haber.
De modo que, los horóscopos de toda especie junto con el antiquísimo Almagesto del "sabio" Claudio Ptolomeo (escrito en el reinado de Antonio Pio, allá por los años 125 a 150 después de J.C.) queda "hecho papilla" ante la física nuclear de nuestros días.
Los fracasos de la astrología han sido resonantes, aunque pronto olvidados para volver a las andadas. Nostradamus, por ejemplo, ante la realidad actual quedaría reducido a un simple "chanta".
Es de notar que tanto las predicciones astrológicas, como las no astrológicas sin fundamentación cientíica alguna, se hallan redactadas al estilo de los antiguos oráculos, como por ejemplo el de Delfos con su pitonisa a la cabeza.
En primer lugar se toman en cuenta hechos probables, por ejemplo de cuestiones políticas. Un anciano estadista colmado de achaques tiene altas probabilidades de fallecer en el curso del año y constituye un motivo para confeccionar el correspondiente horóscopo. El astrólogo hace la tentativa incluyéndolo entre los personajes que morirán durante el periodo anual contemporáneo. Si acierta, este éxito lo catapultará hacia la fama, pues su seudoprecognición será sin duda publicada con bombos y platillos en los medios periodísticos populares (sus aliados). Por otra parte, si fracasa, cosa que les ocurre a la inmensa mayoría de los vaticinadores del mundo, el desacierto es pronto olvidado y así por el estilo la superstición sobrevive.
Lo aconsejable es no tomar en serio los horóscopos, sino tan sólo como un entretenimiento pasajero sin trascendencia alguna para nuestro destino y continuar con nuestros planes usando la sana razón y la prudencia.
Ladislao Vadas