Mientras el oficialismo permanece bajo el vaho del triunfalismo por la renegociación de la deuda, la agenda del ajuste amenaza con empañar la fiesta. Las urgencias son innumerables y vienen tanto del Tesoro como de la necesidad de mostrar signos de reacción para confirmar que era necesario renegociar la deuda para dinamizar la economía.
El primer ajuste será para los combustibles para arreglar el balance de YPF que fue “destrozado por la cuarenterna” y por la guerra de precios del petróleo a nivel internacional y para poder arreglar su pasivo financiero, heredado de la gestión de CFK y Kicillof. Ni siquiera el precio sostén del barril criollo sirvió para paliar el grave problema de extracción de petróleo y gas de la compañía y mucho menos sirvió para mantener activo el megayacimiento de Vaca Muerta.
El sueño de la soberanía energética se desvaneció y la cifra multimillonaria que pagó CFK y Kicillof por la estatización del 51% de la compañía es un verdadero escándalo desde donde se lo mire. Todo ello sin contar los pasivos contingentes que tiene la empresa por los juicios que enfrenta en Nueva York, de perder el litigio, YPF pasaría a tener un patrimonio neto negativo y podría entrar en proceso de quiebra.
Pero en Olivos y en el camporismo se está pensando en extender el ajuste al gas y a la electricidad para que el dolor del tarifazo se sienta de una vez en la población y no de manera consecutiva. Esto disminuiría el peso de los subsidios en la contabilidad del Tesoro y mejoraría los ingresos vía impuestos. Pero al mismo tiempo, puede producir un deterioro del poder de compra de los salarios, lo que se va a traducir en menores ventas de combustibles.
El problema no es el precio de los carburantes, el problema es la cantidad de impuestos que contiene la tarifa final al público. Trasladar el peso del ajuste en las tarifas de los servicios esenciales al bolsillo del consumidor, en momentos, en que miles de personas han perdido su empleo o que han disminuido sus ingresos por la cuarentena, no va a mejorar la contabilidad del Tesoro y reducir su déficit.
Mientras el gobierno no presente un plan de ajuste de gastos que permita no sólo reducir las alícuotas impositivas, la reactivación será una quimera y más pronto que tarde habrá que hacer un nuevo ajuste del tipo de cambio, para corregir las variables, lo que abre las puertas a un universo inflacionario.
No es un tema menor. Los especialistas indican que la inflación para todo 2020 rondará el 40%, sin contar los efectos de un eventual ajuste de tarifas.
dejen de entregar subsidios boludos si es esencial para empresas y trabajadores esta bien pero para los vagos que usan ese subsidio para comprarse falopa esta mal
Los que dicen que no hay un plan económico, es por que quieren un plan de ajuste. Eso es para que lo haga Macri.