La moneda es una unidad que representa el precio de las cosas. Se desempeña como equivalente general en todas las transacciones económicas en un determinado tiempo y lugar. Y la moneda es una mercancía.
En las economías de mercado, las transacciones se realizan en moneda de curso legal, cuya producción tiene un costo conformado por los elementos que ésta requiera, y cuyo valor lo establece el Estado a través de su Banco Central, en función del respaldo que tenga de las llamadas reservas, por ejemplo, en oro o en dólares.
El valor de la moneda representa el poder de la economía de un país, esto es, lo que es capaz de producir de acuerdo a su capacidad productiva y tecnológica, y eso explica por qué el precio del dólar es superior al del peso, por la capacidad productiva y tecnológica del país que lo emite, en contraste en este caso con la de la Argentina.
Sin embargo, hasta principios de los ´70 el dólar, entre otras divisas, valía según el precio de los commodities, y el volumen de dinero circulante era directamente proporcional a las reservas en oro o plata que poseía el Gobierno.
En 1971 Estados Unidos decidió reemplazar esa equivalencia transformando al dólar en dinero financiero, por lo que los fenómenos inherentes a su comportamiento pasaron a depender de las políticas económico-monetarias sobre la cantidad de dinero a imprimir, a partir de lo cual, quien establece cuanto dinero habrá en circulación y los parámetros previstos de inflación en ese país es la Reserva Federal.
En Argentina, desde 1970 le quitamos 13 ceros al peso.
El otro factor importante es la interacción entre la Oferta y Demanda, proceso medular de las economías de mercado. En estos modelos, el nivel de precios se determina en función del grado de utilidad que se obtenga por el intercambio de un bien o servicio.
Tanto la oferta como la demanda son directamente proporcionales a la sumatoria de preferencias de los actores involucrados. Los determinantes fundamentales de los niveles de oferta son: la cantidad de competidores (de oferentes del mismo bien o servicio), el nivel de tecnología con la que se cuenta para producir, las expectativas de beneficios de acuerdo al momento en que se realicen las operaciones comerciales, y los costos de los factores de la producción (recursos con los cuentan las empresas para producir o brindar un servicio).
Para el caso de la demanda, los elementos que regulan su comportamiento son: el precio (hasta cuánto están dispuestos los compradores a pagar por un bien o servicio), el precio de los bienes llamados sustitutos y el de los complementarios, los gustos y preferencias de los consumidores y las expectativas sobre los precios y cantidades a futuro.
Consecuentemente, la ley de oferta y demanda determina el tipo de cambio, de modo que cuando los dólares escasean el precio sube, porque su demanda aumenta o porque la misma es baja en comparación con otras divisas. Si el precio baja es porque la oferta es alta o lo es el stock de divisas con relación a otras.
Ahora bien, a mediados de este año la Reserva Federal decidió mantener estables las tasas de interés considerando el escenario global y la desaceleración de la economía norteamericana, por lo que no proyectó más incrementos al menos hasta diciembre.
La reacción de los mercados financieros se tradujo en compras de bonos de contado, y la tasa a 10 años bajó del 3 y medio al 2 y medio por ciento, el menor nivel en los últimos casi 3 años.
Como la tasa bajó, se produjo una salida masiva de inversores en dólares, lo que provocó la devaluación de esa moneda frente a otras como el euro, inclusive de manera muy notoria entre los inversores latinoamericanos. Y en contraste, se abrió un escenario propicio para la refinanciación de deudas.
Sin embargo, en el ámbito local se sigue repitiendo como mantram que lo que sube es el dólar, cuando en realidad lo que se desploma aceleradamente es el peso frente al dólar, porque durante décadas el Banco Central de la República Argentina viene emitiendo muchos más pesos de los que la ciudadanía demanda, a lo que se suman ahora las restricciones económico-laborales derivadas de la cuarentena obligatoria por la pandemia.
Esta política de emisión superior a la demanda, deprecia la moneda y permite a los diferentes Gobiernos disponer de recursos adicionales porque, pese a la exorbitante presión tributaria que soporta el ciudadano común, parece que nunca alcanzan.
La falta de ingresos para el consumo y los destinados a la inversión, desploman la demanda de pesos, contribuyendo a acrecentar la brecha entre ambas monedas.
Una de las manifestaciones más evidentes de la depreciación de una moneda es el crecimiento de la curva de los tipos paralelos, en nuestro caso, el dólar blue por ejemplo, a contramarcha del cepo impuesto por el BCRA, pese a ser descriptas como medidas que garanticen la protección de divisas necesarias para la recuperación económica.
Cepos y controles de precios lo que hacen es dejar más en evidencia que no es el dólar el que sube, sino que es el peso el que no cesa su abrupta caída, señalando el peor de los escenarios: estancamiento, desempleo e hiperinflación.