La economía real ya sufre los efectos de la crisis cambiaria sin fin.
La brecha se estira. Y desata conductas defensivas y de especulación que suman distorsiones al funcionamiento de la economía.
Los números del comercio exterior en septiembre lo reflejan. El dólar oficial, barato frente a los alternativos que ya más que duplican su valor, tiene un doble efecto.
Alienta el adelanto de importaciones para aprovechar la promo. Por eso las compras al exterior revirtieron de modo abrupto la trayectoria. Venían cayendo a un ritmo del 20% interanual. El mes pasado subieron por primera vez en dos años. Y no es porque la economía se reactive. Se acumulación de stocks con precios dolarizados
La distancia entre el tipo de cambio oficial y el libre desalienta a su vez las exportaciones, que en septiembre se desplomaron un 18%.
Quienes venden bienes o servicios en el exterior están obligados a entregar al Banco Central las divisas que reciben a una paridad de 78 pesos. Si luego quieren cubrirse de la inflación recomprando dólares deben pagarlos a 181 pesos en el contado con liquidación y atesorarlos en el exterior o a 168 en el MEP para mantenerlos en el país.
Se rompió el sistema de precios. La incertidumbre por los costos de reposición incentiva remarcaciones –en artículos que no están reprimidos por los controles del gobierno–, más ventas en negro, faltantes o retención de productos. Sucede en numerosos rubros.
Empresas líderes de la construcción, que compran directamente a fábrica, admiten que la mayor siderúrgica del país sólo les provee insumos con factura abierta. El precio se fijará más adelante.
En los corralones hay aumentos de precios o faltantes. Los proveedores no les entregan mercaderías. Incluso aquellas que no tienen el dólar de importación metido en los costos, el cemento. Prefieren esperar un reacomodamiento general después de un eventual salto devaluatorio.
Faltan artículos electrónicos y electrodomésticos, o están muy caros. Algunas concesionarias retienen los autos, no venden.
La paradoja es que la demanda de estos sectores venía creciendo con fuerza. Había stock y los precios se mantenían con el dólar oficial como referencia. Los consumidores con ahorros en dólares podían venderlos en el paralelo, hacer diferencia en pesos y aprovechar la ganga.
Crecen los faltantes de productos básicos, como alimentos y bebidas. Los proveedores escatiman las entregas.
Se mezclan la inflación de costos y la de expectativas y el temor a descapitalizarse.
La prolongación de la corrida cambiaria acentúa estos impactos sobre la economía real. La cuotificación de importaciones, por la escasez de reservas, puede agravarlos.
Son indicadores de que los tiempos para estabilizar la economía se acortan. Si el gobierno no atina a dar respuestas efectivas, creíbles y rápidas, para corregir los desequilibrios macroeconómicos y construir confianza, el desenlace puede ser muy gravoso.
Pero un estallido inflacionario y un colapso mayor en la actividad económica, con sus secuelas de desempleo y pobreza, todavía son amenazas evitables.