El flamante impuesto al viento votado por el Concejo Deliberante de Puerto Madryn es el botón de muestra que deja entrever los intereses que ostenta la política argentina.
Quien sale “beneficiado” por esta nueva carga impositiva, que requirió de ciertos cambios incluyendo los límites del Municipio, es el propio intendente, Gustavo Sastre, hermano mellizo del vicegobernador Ricardo Sastre, quien fuera ex jefe comunal de la misma región.
De más está decir que Chubut es una provincia completamente quebrada, y los Municipios no escapan a esa realidad. Mariano Arcioni es un personaje que prometió aumentar al doble los sueldos si ganaba las elecciones.
El 9 de junio del pasado 2019, el gobernador chubutense ganó las elecciones y no sólo no aumentó los sueldos, sino que además los empleados estatales tienen que agradecer si cobran.
Como si ello fuera poco, el 17 de septiembre, también del año pasado, solicitó quintuplicarse el sueldo, ello mientras miles de empleados que dependen de un sueldo estatal (maestros, fuerzas de seguridad, médicos, etc…) no tenían forma de cobrar sus haberes en tiempo y forma.
En tanto, mientras la hipocresía reina, se les pide un esfuerzo mayor al sector privado hundiéndolo en más carga impositiva.
Es dable destacar que si bien Arcioni pertenece al Frente Renovador, fue parte de la mesa de acuerdo con el Frente de Todos –al igual que su líder Sergio Massa- y, no sólo eso, fue reelecto por el frente Chubut al Frente (valga la redundancia) que responde de forma directa a la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Fernández.
Lo acontecido en la provincia patagónica es el ejemplo más elocuente de lo que se busca hacer a nivel nacional. Sobre todo en dos cuestiones que, de no dar un giro de 180 grados, ineludiblemente llevarán al país a la quiebra sin freno: Desincentivo de inversión del sector privado y déficits cada vez más profundos.
Hay una lógica que subyace del oficialismo que indica que el empresariado es malo, vil, hostil y, lo que no se da cuenta, es que la mayor parte de este núcleo “detestable” no pertenece a las grandes corporaciones, sino que son pequeños emprendedores con un número reducido de empleados y que, no casualmente, son quienes más empleo privado generan, por tanto, también quienes más aportan a las arcas estatales.
También, es dable destacar, que los grandes empresarios (dejando de lado la corruptela en la que algunos quedaron involucrados) no son el problema, sino todo lo contrario, la solución.
Si bien la economía no es matemática, esta cuestión específica sí lo es. Mayor empleo en blanco es igual a mayor recaudación y esto último, si se sostienen los gastos del sector público, derivaría en una reducción del déficit.
El problema es que en Argentina hay un sector de la política que se ha encargado de demonizar al sector empresario y productivo. El relato es que estos han generado mucho dinero durante la pandemia mientras una masiva parte de la sociedad perdía el empleo.
El más golpeado de todos fue Mercado Libre, de Marcos Galperin, Con los Camioneros de Hugo Moyano a la cabeza y con una masiva parte de la sociedad sucumbiendo ante argumentos que no resisten el más mínimo análisis.
De entrada, si hay gente perdiendo empleo y empresas cerrando es culpa de la mala gestión del oficialismo, con ayuda, claramente, de las pésimas decisiones de los Gobiernos que lo antecedieron en las últimas décadas.
El fundamento ya, con esa mínima y paupérrima aclaración, toma una valoración totalmente distinta.
También hay que aclarar que, de a poco y a cuenta gotas, Mercado libre se está yendo de Argentina. La razón es evidenciable, los incentivos en otras partes del mundo son realmente mayores a los que se pueden encontrar en el país.
No existe una política más antimercado que la que viene aplicando el Gobierno, y ello no se trata de una valoración personal, sino todo lo contrario, los hechos hablan por sí solos.
Volvió el fantasma de la expropiación, continúa pesando sobre el sector productivo el impuesto a las retenciones, la brecha cambiaria que es insostenible, la pesadísima carga impositiva y las interminables y recurrentes crisis económicas que ha vivido –y vive- el país por falta de políticas claras y confianza.
El sector público sigue aumentando gastos y agrandándose, sostenido por el maldito sector privado que no da abasto con más de 150 impuestos.
Por cada 100 empleados privados registrados, existen 55 trabajadores que son sostenidos con recursos del Estado en Argentina. Esa relación que a todas luces es insostenible, deja afuera a toda una maquinaria de gastos que los Gobiernos realizan discrecionalmente.
El reconocido economista, Martín Litwak publicó en su cuenta oficial de la red social twitter una imagen que lo dice todo: La mezcla perfecta para el desastre económico.
Sin embargo, la mayoría de los economistas coinciden en que el problema no está únicamente relacionado a las decisiones económicas, sino que existe una falta de confianza política.
La razón es obvia ¿Quién va a invertir en un país donde será denostado sistemáticamente, donde la propiedad privada es relativa y donde quien delinque recibe más premios que quien se ajusta a las reglas de juego?
El Gobierno considera que la mayoría de la población es ingenua, lamentablemente en parte tiene razón, hay un sector que lo es y repite “el relato” hasta el hartazgo. Pero hay otro -subjetivamente quien redacta estas líneas considera que es la mayoría de la sociedad- que sabe perfectamente que el país, en la situación en la que está, no puede terminar bien.
No es casual que algunos peronistas de la primera hora y muchos que no lo son pero que han votado al Frente de Todos, muestren su descontento frente a las decisiones tomadas.
La conclusión es sencilla, el Gobierno intenta recaudar por todos los medios posibles sin afectar los onerosos gastos del sector público, para seguir sosteniendo un populismo que, sin plata ni reservas, es insostenible.
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