Qué difícil le resulta al gobierno superar el papelón del velorio de Maradona. Fue una enorme exhibición de oportunismo, ineptitud e irresponsabilidad. Y para taparla agarraron lo primero que tuvieron a mano. Y lo que encontraron fue el lavadito homenaje de los Pumas a Maradona.
La maquinaria se puso rápidamente en marcha y, al otro día, en lugar de estar hablando de la espectacularización fallida de la muerte que quiso montar la Rosada, ya estábamos todos hablando del frío en el pecho de los Pumas.
Los catadores de patriotismo reclaman a todo el mundo golpearse mucho el pecho. Si no es sincero, no importa. Lo que importa es manijear el chauvinismo, el ritual, la gestualidad, la apoteosis, la histeria colectiva. No sea cosa de que a alguien se le ocurra ser diferente de esa mayoría genuina, pero también incentivada desde y para el poder.
Como se sabe, la campaña contra los Pumas incluyó revisar hacia atrás tuits deplorables, de contenidos racistas, xenófobos, antisemitas y misóginos, escritos por tres de los deportistas que integran los Pumas. Son mensajes escritos hace casi una década cuando estos rugbiers tenían 20 años o menos. Los deportistas lo explicaron.
Pidieron disculpas. Remarcaron que entonces apenas salían de la adolescencia. No hubo caso. La condena cayó como un rayo. Incluso cuando lo que se les recriminaba originalmente es que no habían homenajeado lo suficiente a un fajador de mujeres.
Y entonces sucede lo que siempre pasa cuando el poder K se sube a su lomita moral y desde allí marca a los chivos expiatorios de sus propias vergüenzas. Dejan en evidencia otra vez el oportunismo, la selectividad del aparato de poder, que usa estas cancelaciones para habilitar a sus minorías vociferantes y condenar los demás a ser mayoría silenciosa.
Porque son los mismos que jamás dijeron nada cuando, en 2015, Cristina Fernández, la líder mayor, celebró el éxito de un foro de negocios en Pekín con una ironía: “Más de mil asistentes. ¿Serán todos de La Cámpola y vinieron sólo por el aloz y el petlóleo?”, escribió, mofándose de una supuesta forma de hablar de “los chinos”. Una inocentada, en todo caso un poco tosca y primaria para una presidenta en una visita oficial… a China.
Un poco peor fue cuando ahora, en febrero, Cristina reiteró que Macri la había perseguido y sugirió que eso se debía a un “componente mafioso” del expresidente, debido al origen italiano de su padre. Esto fue un poco más serio. El viceministro del Interior de Italia la acusó de rascista.
Cristina no era entonces una adolescente.
Faltaban días para que cumpliera los mismos 67 años que tiene hoy. Pero a todos los cínicos o ingenuos que hoy se escandalizan con tres adolescentes de hace 10 años, en febrero eso les importó un cazzo.